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AZARES

Su inmovilidad en la que había permanecido todo el tiempo desde que llegó, se acababa de romper. Allí, recostado primero contra el fondo de las nubes, estaba moviéndose como si en vez de andar se deslizara sigilosamente. Los jirones de nubes negras fueron desapareciendo lentamente. Parecía contar con una fatiga general. No llevaba alabardas ni arcabuces, prefirió convertir el lugar en un paraíso a pesar de la ausencia de su hurí. Decidido salió a navegar de bolina exhibiendo su elegancia y eficacia en su acometido. En medio del mar calmo y por determinación de los azares de la vida, pudo acabar de leer “Los Cuatro Vedas” 

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