Con pensamientos inexpresados y el tiempo incoloro imposible de captar, evocaba imágenes de fantasía enzarzado en una batalla que creía perdida. Soportó la fatiga y recuperando fuerzas desplegó sus alas y pensó: Debo emprender vuelo, hoy será un buen día. El hambre no le permitía quedarse quieto en su nido, debía buscar comida para ella y sus polluelos. Y dejando atrás los relámpagos, voló sin mirar los deshielos, se posó sobre una blanca dalia y un girasol amarillo. Comió semillas de mijo y tomó lo necesario para volver a su nido. Sus polluelos felices la recibieron en trino y a coro: Hoy es un buen día.