Relatos
TIEMPOS DE CAMBIO
Los tiempos cambian y a pesar de eso, cada momento es especial y amado por el que la vive
o rechazado según las circunstancias.
Ella había aprendido a coser con su hermana mayor, Rosita.
Cuando se casó se compró una máquina a pedal marca Godeco, de color marrón,
con mueble de madera barnizada.
El sonido rítmico de la máquina de coser imitaba los ejercicios del piano, -eso que quiso estudiar y nunca pudo- o de la máquina de escribir –que aprendió haciendo un curso de Dactilografía en una Academia a dos cuadras de su casa- o del teclado de la computadora, cosa que aprendió prácticamente sola.
Por la noche, una vez terminada su labor profesional, -maestra y directora de escuela primaria-, se divertía con las telas y moldes de revista de corte y confección.
Le gustaba confeccionar camisas, pantalones enteritos largos o los llamados bombachudos, y entre otras cosas, sabanitas y fundas para la cuna y baberos. Al terminar una ropa para sus pequeños hijos sentía tanta satisfacción como la que siente hoy al acabar de escribir un poema, un relato o cualquier obra literaria, según la inspiración del momento.
La pasión por la lectura y escritura la acompañan. Es su hobby favorito.
Los tiempos cambian, pero todo se acomoda para bien. Es mi caso.
Gracias a Dios y al Universo por tanto.Malania
Imágenes de la red
DÍA DE AYUNO Y ABSTINENCIA
Durante mi infancia, en casa de mis padres, la Semana Santa tenía un silencio especial, como si el tiempo caminara más despacio, sin apuro.
El día Viernes Santo nos despertábamos temprano, como casi todos los días, ya que dormir hasta tarde era de haraganes.
Nos levantábamos y casi sin hablar, nos higienizábamos y uno a uno nos íbamos peinando sin mirarnos al espejo. El espejo, de hecho, estaba dado vuelta contra la pared desde la noche anterior. No era una prohibición explícita, pero sabíamos, mis dos hermanos y yo, que así tenía que ser. Mirarse era una forma de distraerse, de entrar en la vanidad, y ese día no era para eso.
El desayuno era sencillo y calmo: té negro, fuerte y con muy poco azúcar, acompañado de galletas sin grasa y tostadas. Nos sentábamos juntos, pero no hablábamos. Cada uno tomaba el calor de la taza como si fuera algo sagrado.
Durante el día comíamos solo si teníamos hambre, y lo hacíamos con un respeto casi ritual. Nada de carne, y ningún alimento de origen animal, ni siquiera caldo, porque ese día se encendía el fuego en la cocina a leña solamente para el té y el mate de la mañana. Las batatas al horno hechas la noche del Jueves Santo, llenaban la casa de un olor dulce y terroso, y la mandioca hervida también el día anterior—con apenas un poquito de sal— nos recordaba que la sencillez también puede ser abundancia. A veces, le poníamos un hilo de miel de caña, como un gesto pequeño de dulzura.
Por la tarde, el maní tostado rompía un poco la quietud, con ese crujido que parecía más fuerte de lo que era. Y la palta, con azúcar por encima, tenía algo de postre secreto, aunque sabíamos que no era para celebrar, sino para acompañar el recogimiento.
No se escuchaba música. Estaba prohibido, aunque nadie lo decía en voz alta. Y tampoco hablábamos fuerte. Las palabras eran pocas y suaves, como si alzarlas demasiado pudiera romper algo que no veíamos, pero sentíamos.
Así pasaba el día. Con un ritmo distinto, casi suspendido. No era tristeza, tampoco alegría. Era otra cosa, un día de duelo. Una forma de respeto. Una manera de habitar el tiempo con cuidado.Malania
Imagen: de la red
AMBIVALENCIA
Una tasca tenebrosa de aspecto, y elevada en espíritu, donde se juntaban a diario los mismos clientes masculinos, -como si fueran pájaros a volar- a jugar al dominó o algún otro juego de azar y beber vino u otra bebida que les levantara el ánimo.
Una mujer estrafalaria, con collares de perlas falsas, grandes argollas como aros, labios pintados de rojo sangre, cachetes colorados y sombra azulada en sus párpados, servía a los presentes, con suave e insinuante balanceo de caderas.
Sus vecinos comentan que era buena con los niños y que hablaba con las plantas y con los animales.
Dicen que las plantas sonreían como si fueran a responderle o se marchitaban según la ocasión y el estado de ánimo de su dueña.
Los animales agitaban su cola cuando la veían llegar después de su trabajo, de un viaje largo que a veces realizaba, o de un rato de compras en el barrio.
Nada distraída, pero sí demasiado bonita. Cuando vivía con sus padres, el jefe de familia temía que fuera presa fácil de hombres sin escrúpulos. Todos los hombres del barrio, la tenían en la mira. Pero Delia siempre cuidó cada detalle y nunca dejó entrar a ninguno en su casa. No confiaba en ellos, además casi todos tenían pareja, eran casados o tenían novia. Solamente uno, Felipe, era soltero pero no condecía con sus preferencias. Nada de él le llamaba la atención, solamente eran buenos amigos.
Un día Delia viajó a otro país, como tantas otras veces lo había hecho, para acompañar a una pareja cuya mujer debía atenderse con médicos especialistas en un hospital, y no regresó. La dueña de la casa donde alquilaba y vivía Delia, se hizo cargo de los dos perritos de la mujer, juntó sus cosas, las guardó por si acaso algún día volviera, y las guardó bajo llave en una de las habitaciones.
Después de un tiempo, recibió una carta de Delia donde expresaba sus disculpas por no haberse comunicado antes y permitía a la dueña de casa, a regalar o hacer lo que quisiera con sus muebles y enseres que había dejado.
La mujer a la que había acompañado para ser atendida en el hospital, después de un tiempo falleció. El hombre viudo, la conquistó, se casaron en ese otro país y allí establecieron su residencia.Malania
Imagen: propia
MASCOTA OBSERVADORA
El aire del ambiente me transmite una sensación de calma y curiosidad. La mascota de mis nietas, Kiara, como una especie de guardiana, observa en silencio las luces del otro lado del río. Tal vez se siente atraída por el brillo distante, pero también mantiene una distancia tranquila, como si estuviera reflexionando sobre lo que ve.
Con sus ojos fijos en una lancha, parece captar cada pequeño movimiento del agua, como si pudiera predecir lo que sucederá a continuación. Su concentración es total, y su aguda percepción la hace estar siempre un paso adelante. Al seguir la lancha con interés, parece como si quisiera entender su destino, como si fuera parte de un misterio que ella sola debe resolver.
La lancha comienza a alejarse lentamente, y la mascota, que nunca se equivoca, intuye que hay algo más en esa travesía. Tal vez siente que la lancha se dirige hacia un lugar desconocido, o quizás presiente un cambio en el viento, una alteración en el agua… Algo está por suceder, pero, ¿qué será? ¿La lancha llegará a su destino sin contratiempos, o algo la hará detenerse?
La perra sigue observando, y en ese instante, podría ocurrir algo que cambiará todo: tal vez un giro inesperado en el río, o una luz que parpadea y alerta a la mascota de que no todo es lo que parece. ¿Qué crees que ocurrirá?Malania
Imágenes: Rox E. S.
POETA DE LOS ÁRBOLES
A Paulina, de niña no le gustaba dar lecciones orales frente a sus compañeros de clase y prefería los exámenes escritos.
Pero sí le gustaba estudiar de memoria poesías y declamarlas en los actos escolares.
Siempre la elegían para eso, y disfrutaba poder decirlas sin cometer errores.
Amaba las rimas consonantes más que las asonantes.
Cuando adolescente, más que escribir le gustaba leer. Devoraba cuanto escrito encontraba a su paso. Pero las revistas y diarios, siempre hojeaba todas las páginas antes de empezar a leer, y –nunca supo por qué- siempre comenzaba por las últimas –de atrás hacia adelante-.
Su madre la solía recriminar porque mientras almorzaba proseguía con la lectura. Luego, cuando ya se había recibido de maestra, abandonó ese hábito por respeto a las personas que compartían la mesa.
Comenzó a escribir textos para niños, luego de amor y desamor. Pero hoy día le apasiona escribir sobre la naturaleza. Le gusta ilustrar sus escritos con fotografías propias o de personas allegadas, y que conocen su inclinación por ese tema.
Son fuentes de inspiración, el firmamento en todos sus momentos y colores, con o sin nubes. El mar le apasiona, las flores, los árboles –sobre todos los de constitución rara-. A veces comparte la foto de alguno de esos árboles con su amigo Manuel, que también es un aficionado por ese tipo de imágenes.
El rocío depositado sobre las hierbas y hojas de los árboles, o la tierra mojada, perfuman el ambiente al igual que las enredaderas de jazmines, eso afirma Paulina.
Y cuando leyó en algún sitio web que hay una “poeta de los árboles”, se identificó y se sintió su clon. La otra, dice ser amante de las hojas caídas, pero Paulina prefería y prefiere amar las hojas en pie, verdes y coloridas.
Hoy día descarta escribir poesías tristes, prefiere las bondades naturales y los animales, todo lo que da alegría a sus días.
MalaniaImagen propia
ÉL NUNCA LLEGÓ
Una vez una mujer, con unos años menos de los que hoy tiene, llegó a la terminal de ómnibus de una gran ciudad. Bajó de un micro de larga distancia, tomó su teléfono y marcó un número. Al otro lado, se escuchó el Hola del dueño del móvil al que había llamado. Pero de inmediato se cortó la comunicación. Y a pesar de su infructuosa insistencia, el sonido del contestador no hacía otra cosa que comunicar que la persona con la que intentaba hablar, había apagado su celular. La señora enmudeció, brotándole lágrimas de sus ojos. Permaneció parada un rato frente a una de las escaleras de la terminal, lo necesario como para dar tiempo a que él llegara, la persona a la que había llamado. Pero nunca apareció (ese día) y debió tomar cualquier otro medio para llegar a destino. Con un nudo en la garganta, la señora llegó a destino. Bajó su pesada maleta, la subió escaleras arriba y una vez dentro de su habitación desempacó lo necesario como darse una ducha y salió a caminar. Caminó las calles de la ciudad con sus ojos nublados y la mente en blanco, hasta conseguir un poco de calma y serenidad. Ese día la mujer hubiese sido Feliz si escuchaba que alguien que ella tanto amaba, le dijera aunque sea Te Quiero.
Malania
Imagen Propia
NO LO ABANDONES
El sol se apodera del entrelazado asfalto que une mi casa con la tuya, con la de ella, con la de él.
A mediodía quema los pies descalzos de las mascotas perdidas.
Ya no les quedan sueños solo lamentos de un caminar sin fin.
Buscan comida entre las bolsas de residuo que los vecinos dejan en los canastos.
Pedazos de pan, restos de carne en huesos del asado del domingo, o del puchero de cualquier mediodía.
Entre rejas miran hacia adentro para ver si algún alma solidaria le tira un poco de comida fresca.
Con pena se alejan buscando la sombra de algún árbol y un poco de agua que algunos buenos vecinos dejan a propósito para que ellos sacien su sed.
Otras veces se alegran moviendo la cola en agradecimiento por la comida fresca que alguien les ofrece. Pero no se quedan, siguen su camino entre muros de cemento y agrios silencios.
Es la rutina de perros (no tanto de gatos), que luchan por subsistir.
Han nacido en algún lugar, alguien los habrá criado desde pequeños, o quizás desde temprana edad, han sido abandonados por los que fueron sus dueños. Los dejaron en un yuyal, en un descampado, o en algún lugar soleado y con asfalto caliente. Quién sabe. Nunca han tenido ni siquiera una caja de cartón con un pedazo de trapo viejo donde poder dormir los días de invierno. Ni un oso de peluche para jugar como muchos perros tienen. Han nacido y crecido en una cuna de lamentos: “no te quiero”, “no tengo tiempo para cuidarte”, “no tengo comida para darte, el presupuesto no alcanza”. O lo que es peor: “no te me acerques”, “sal de aquí, hueles mal”, y tantas otros pretextos para no aceptar a estas “criaturas” o animales, como mejor te quede llamarlos. No saben hablar, no saben pedir ni quejarse, se comunican con su mirada cuando están tristes o enfermos, o cuando necesitan algo, y con el batir de sus colas cuando están alegres.
Y en estos transitados trayectos les duele la vida, les quema el desánimo al caminar por el asfalto caliente en busca de comida y agua.
Si cada uno de nosotros se apiadara de ellos, al menos colocando recipientes con agua fresca, que podemos cambiar todos los días, y algún pedazo de pan o restos de comida fresca, no pasarían hambre ni sed. Ellos no tienen la culpa de haber nacido o de haber sido abandonados.Y si en tu barrio o ciudad no has encontrado a ninguna de estas mascotas callejeras, eres afortunado de que no te duela el alma por verlos sufrir.
Malania
Imagen: propia. Es de un perro que apareció en el lugar y le brindaron refugio.
DOMINGOS DIFERENTES
Notablemente no recuerdo ningún pasaje en día domingo durante mi niñez.
Sí de mi adolescencia y juventud.
Mis mejores recuerdos de la tercera etapa de mi vida, los domingos en época de vacaciones de verano. Me levantaba muy temprano para ir a la Capilla San José Obrero, donde nos reuníamos a participar de la Santa Misa. Asistían muy pocos niños, solo los que acompañaban a sus padres y abuelos. Los demás iban a Misa más tarde, si mal no recuerdo, a las 9 hs.
Volvía a casa, desayunaba y luego ayudaba a mi madre y hermana a preparar el almuerzo. Aunque mucho no me permitía hacer porque, según ella, los tradicionales perogui o también llamados varenekis, con relleno de ricota, si se cerraban mal, se abrían en el agua hirviendo y salía el relleno.
Después del almuerzo mis amigas me pasaban a buscar para ir al campo, donde pasábamos toda la tarde disfrutando de una gran pileta natural de un colegio religioso.
Los demás miembros de mi familia se quedaban a dormir siesta.
Mientras ellos tomaban su mate al atardecer, nosotras lo hacíamos con un rico tereré y pan dulce.
No teníamos que pensar en lo que haríamos al día siguiente, lo importante era vivir el día a full. Estábamos de vacaciones.Malania
Imagen propia
ALEGRÍA Y TRISTEZA
DESCRIPCIÓN NO PERSONAL
UN DÍA DOMINGO
No todos son iguales, por supuesto, dijo Ricardo.
Pero lo he pensado así, y lo describiré de esta manera:
El día, comienza con alegría -es el día del Señor- y del necesario y ansiado descanso para muchos y, además para algunos el de reunión de la familia.
Hay alegrías, charlas, almuerzos, brindis, en fin: día de compañía y de compartir cosas… Y luego la tarde, el mate, el sosiego que … marca el comienzo de lo que será algo así como una sensación de tipo agridulce, compuesta por un lado de plenitud por lo que se han vivido horas felices y por otro el nacimiento de algo así como una cierta nostalgia y casi tristeza, porque eso se acaba y es la separación de cada uno tomar su rumbo y comenzar a pensar en el día de mañana (lunes), inicio de la semana laboral con su rutina de trabajo -bendición para el que lo tiene y sufrimiento para el que no-, el de volver a las obligaciones, con sus cargas y cansancios, agotamientos -en algunos físicos en otros mentales-, sus responsabilidades y, a veces preocupaciones.
Y por último Ricardo agregó:
-Creo, en esta descripción, se me quedaron cosas en el tintero. Hay mucho para reflexionar, y es, debe ser, distinto según sea para una u otras personas, según su situación o momento de vida por el que esté atravesando.Malania
Imagen: Javier A. T.
TARDES DE DOMINGO
¿El mal tiempo nubla los recuerdos?
¿De quién? ¿De qué? ¿De cuándo?
Quizás nuble los suyos pero no los míos.
Las cosas son como tienen que ser
y lo que pasó, ya fue.
Lo recuerdo con una sonrisa en los labios,
con un corazón alegre por haberlo conocido.
O no. Y sonrío por no haber tenido la oportunidad
de continuar viéndolo,
porque a veces la trastienda no es buena.
Con lo que fue, fui feliz.
Y no es que tenga la mente adormecida,
la tengo lúcida como aquel primer día
que me acompañó al salir del café hasta la puerta de mi casa,
un edificio de departamentos de catorce pisos.
No hubo indecencias, no fue un mal tiempo.
Y es por eso que quedan hermosos recuerdos
sin llantos ni arrepentimientos.Malania
Imagen: Gentileza de Mariana