EL PERRO DE TINA
Pide pan no le dan
pide queso le dan hueso
ante la mirada de los desconocidos
que hacen muchos gestos.
Lo abandonaron dentro de una caja
que para él era la cama
hecha de trapos y una vieja almohada.
Las palomas lo visitaban,
murmuraban entre sí
anunciaban su nueva morada
con el temblor de sus alas
y picoteos en escalada.
Apenas le daban migajas
los transeúntes que miraban
no en un plato sino en el suelo.
Cuando llovía se pasaba bajo el agua.
Por suerte una vecina se apiadó de él
y mandó a sus perras
al fondo de la casa.
Le abrió el portón
le dio de comer
puso un cartón seco sobre el piso
y allí durmió una larga y tranquila siesta.
Cuando paró de llover
vio a sus dueños que lo buscaban.
Pudo volver a su hogar
aunque muy bien no lo trataban.
Pero con su regreso al menos
pudo consolar a la niña
que por él lloraba.
Desde ese día crucial,
ya no vagó más por las calles
y se dedicó a cuidarla.
Malania
Imagen propia