• Relatos

    LA TAZA VACÍA

    Me gusta leer lo que escriben mis amigos virtuales en sus blogs. Me enriquezco con sus palabras y conceptos pero también, en algunos casos como el de hoy, me ha recordado pasajes de los años que he trabajado como docente en diferentes escuelas rurales y urbanas. Treinta y siete años de docencia, siempre en lugares de Misiones, Argentina, mi provincia natal.
    Volfredo José Camacho Assef, de Ciego de Ávila, Cuba, escribió “La taza de café vacía”. El escrito acompaña a una imagen, muy elocuente, de libros y la taza.

    Me llevó a un pasado no muy lejano, y al ver esa taza vacía, apareció un recuerdo:
    Cuando trabajaba en una escuela primaria, los niños, casi todos, traían sus tazas vacías (en distintos tamaños, colores y texturas), para que llegado el momento del desayuno, (algunos llegaban a la escuela con el estómago vacío) se les sirviera la leche con mate cocido o té, muy pocas veces con cacao. Ellos decían que era leche con chocolate, como un regalo en días festivos. Una galleta, o dos, y la taza llena. Por la tarde se servía la merienda de igual manera que el desayuno. ¡Si vieran la alegría en esos ojitos! Cada vez que lo recuerdo, me emociono. Y me pregunto, cuántas tazas vacías habrá en el mundo, sin poder ser llenadas ya sea con algún refrigerio, o como ha escrito Volfredo, con palabras del saber.
    Las palabras escritas en los libros no llenan el estómago, pero sí alimentan la mente. Y de alguna manera contribuyen a salir adelante con el propio saber. Y el saber ayuda a no estancarse, a buscar alternativas, soluciones válidas para trabajar y conseguir el sustento diario para sí mismo y para la familia.

    Malania

    Imagen: de la red

  • Cuentos

    LA SOSPECHA

    (Tercera parte)

    En se momento don Carlos se dio cuenta que, efectivamente, el Gringo, el hijo menor de la viuda, hacía tiempo que no estaba en el barrio y tampoco la Marta, la hija mayor.
    – Sabe que tiene razón, doña, ni el Gringo ni la Marta.
    – Ud no es buen observador, le espetó la vecina.
    – Y dónde andan.
    – No sabemos porque la viuda no quiere hablar de ellos. Eso fue después que la policía le dijo que Raúl no había muerto del golpe en la cabeza, sino que había sido envenenado.
    Don Carlos, quedó sorprendido, ¿envenenado?, se dijo.
    – Cómo es eso.
    – Miré la policía le dijo eso a la viuda unos días después del entierro y no hizo ningún comentario. Solo le dijeron que Raúl habría tomado veneno de hormigas y eso era probable, ya que era un poco descuidado y nunca se lavaba bien las manos después de manipular el veneno. Y mire, don Carlos, que yo soy capaz de hacer hablar a un muerto, sin embargo, no le pude sacar una palabra a la viuda.
    Se hizo un silencio no muy largo y la chismosa le preguntó casi al descuido,
    – ¿Sabía que la viuda es abuela?
    – -No, que iba a saber si casi no me meto con los vecinos.
    – Si, es de la Marta y el nene ya tiene casi un año y medio.
    – Y dónde está ella, preguntó don Carlos.
    – Se fueron ella y el Gringo pocos días después del entierro. La viuda quedó muy triste, pero ya le están rondando la casa y se va alegrando poco a poco.
    – Y ¿Quién es el padre?, ¿Ud sabe?
    – No hay padre, don Carlos.
    – ¿Cómo que no hay padre, fue el Espíritu Santo?
    La chismosa no dijo nada, solo lo miró con picardía y se fue a su casa.
    Don Carlos quedó pensativo. Qué raro es todo esto, pensó. Empezó a recordar detalles de aquella muerte. Fue el Ernesto el que le dijo que Raúl había muerto, pero no le supo explicar bien lo que había pasado. Don Carlos quedó pensativo. En ese momento sintió que alguien le chistaba. Se dio vuelta y el Ernesto le dijo en silencio:
    – Vino la Marta con su hijo que ya tiene dos años y medio, ¿no la quiere ver?,
    – Y para qué le dijo Don Carlos.
    – Bueno Ud sabe, los chicos siempre delatan al padre, le dijo el Ernesto y lio miró con picardía.
    Don Carlos se quedó pensativo. Así que conociendo al hijo conozco al padre…¡qué bueno!…Sus pensamientos se vieron interrumpidos por unos comentarios que alguien le hizo en voz alta. Don Carlos caminó por la vereda y se dirigió hacia donde escuchó los ruidos. Cuando llegó a la esquina giró a la derecha donde estaba la casa de la Raquel. Había bullicio porque se habían acercado para saludar a la Marta que acababa de llegar. Tenía al nene en brazos. Don Carlos sintió curiosidad y se acercó despacito hasta el grupo. La Marta lo vio y sonriendo le saludó:
    – ¡Buen día don Carlos! Cómo anda.
    – ¿Muy bien gracias, y vos?
    – Y aquí estoy, de paseo con mi hijo.
    Y al decir esto se lo presenta y don Carlos lo miró y entendió lo que le acababa de decir el Ernesto: Juliancito, era el calco del viejo Raúl. (Fin)

    Autor: Manuel Clemente Rodríguez

    Imagen: de la red

  • Cuentos

    LA SOSPECHA

    Mucho tiempo pasaría desde aquel día nefasto en el que se habría de descubrir la trama urdida por el hijo menor de la viuda.
    Por aquellos años solía pasar un verdulero que agitaba la calma de la mañana en el pueblo callado. Ofertaba sus verduras, sus frutas maduras y perfumadas con el aroma consabido de la estación. Naranjas, mandarinas, manzanas traídas de Rio Negro, kiwis. Al cabo de unos minutos, las vecinas salían de sus casas para comprar alguna cosa o para chusmear entre ellas las últimas novedades. El verdulero, que las conocía muy bien, tenía para cada una un comentario referido a lo primero que le llamaba la atención. El caballo, manso y paciente, esperaba la orden de seguir adelante, mientras masticaba algún mato de pasto semiseco. Ese día las vecinas estaban casi en silencio. No hablaban y don Carlos, el verdulero, sospechó que algo fuera de lo común había pasado. No dijo nada, pero sus oídos estaban sumamente atentos a cualquier comentario. Pero nada, ni una palabra. Apenas un ‘buen día’ rápido como si hablar fuera considerado una especie de delación. Eso era, precisamente, lo que flotaba en el ambiente. Escuchó un comentario que le llamó poderosamente la atención: alguien había muerto. Pero la muerte no lo había buscado con el lento carcomer de una enfermedad. Había llegado y en breves minutos se lo llevó: un asesinato.
    Don Carlos no sabía cómo había venido la mano. Un crimen, se dijo pensativo. Poco a poco las mujeres se empezaron a soltar.
    – Lo mataron a don Raúl.
    – Pero quién, como fue, preguntó don Carlos.
    – Mire hasta ayer andaba, como todos los días, caminando por el barrio. Fue a la nochecita cuando nos enteramos. Lo van a velar recién después del medio día porque la policía tiene que hacer una autopsia pues se trató de un crimen. Lo encontraron con un golpe feroz en la cabeza.
    Nadie sabía nada. El barrio quedó sumido en un gran silencio.
    Cuando terminaba la recorrida, don Carlos regresaba a su casa. Ese día terminó antes. Tal vez sea porque la gente quedó impresionada, se dijo don Carlos. Lo cierto fue que cuando llegó a su casa, su esposa lo primero que le dijo,
    – ¿Te enteraste?,
    – De qué tengo que enterarme, le dijo Don Carlos.
    – Lo mataron a Raúl y parece que fue alguien de la familia.
    – Si me enteré, pero nadie me dijo nada. Parece que no quieren hablar del tema.
    Don Carlos se calló. No sabía muy bien por qué no quería hablar del asunto, aunque sus pensamientos volvían sobre Raúl, un buen hombre, al menos eso creía él. Se sentó para el almuerzo y prendió el televisor, pero sus pensamientos volvían sobre el pobre Raúl. Siempre pensé, se dijo a sí mismo, que no era bueno para él juntarse con la Raquel. Nunca se lo había dicho. La Raquel no es mala pero ya había estado con varias parejas y siempre sus separaciones terminaban mal. Claro, ¿qué separaciones terminan bien? Tendré que ir al velorio. Comió casi sin darse mucha cuenta de la riquísima sopa que había preparado su esposa. Del televisor ni se acordó. Lo miraba sin verlo. Cuando terminó su almuerzo fue a echar una siesta.

    Continuará.

    Autor: Manuel Clemente Rodríguez (Manu)

    Imagen: De la red

  • Relatos

    EL ÚLTIMO BUDÍN DE PAN DE VALE

    Han sido muchos los seres queridos familiares y amigos que se han ido de esta vida.
    Y siempre los recuerdo a todos. Pero a veces, como hoy, una fotografía bastó para recordar a “la Gorda Valentina o Vale”, la que fue mi cuñada por muchos años. Con ella pasamos gratos momentos cuando yo era adolescente. Inigualables tallarines caseros de los domingos con una salsa que solo ella sabía preparar. Paseos a la cancha de fútbol para ver jugar a mi hermano Lito, defensor de primera división del Club del pueblo, “Estrella del Norte”. Antes había jugado en otro club, creo que se llamaba “Juventud” y después tuvo oportunidad de ingresar a un club de Posadas pero el presidente de Estrella del Norte no le quiso conceder el pase gratuito, había que pagar no sé cuánto dinero. Su gran anhelo había quedado solamente en un sueño.
    Y siguiendo con el recuerdo de la Gorda Valentina, que ayer 3 de noviembre, estaría cumpliendo 81 años. No recuerdo cuándo fue que falleció, pero no solo me pasa eso con ella, ya que soy de olvidar las fechas de fallecimiento de muchas y casi todas las personas.
    Recuerdo el día, cuando ya vivíamos en Buenos Aires, ella en Guernica, yo en Capital, me invitó a que fuera un domingo. Yo había aceptado la invitación, pero ese día, no recuerdo bien qué pasó, no pude ir pero avisé, y quizás avisé tarde.  Ella había preparado budín de pan, ese que le salía tan rico como a nadie, nunca probé otro igual, ni siquiera en casas de comida. O son muy secos, o muy dulces, o les falta azúcar o algún ingrediente que le dé mejor sabor. En fin el budín de pan de la Gorda Valentina era exquisito, todos los que lo probaban opinaban lo mismo. Lo que yo no sabía era que ella se sentía enferma, porque las veces que hablábamos nunca se había quejado de nada, siempre me decía que estaba bien. Después de ese domingo que no pude ir, al poco tiempo Vale falleció. Sentí y siento hasta ahora haberme perdido esa oportunidad, tanto de verla, de charlar con ella y de saborear ese último budín de pan que había hecho para esperarme con mi postre preferido. Y según lo que me dijeron después, fue que si ella hubiera sabido que yo no iría, no se hubiese esmerado en prepararlo. Mi emoción fue más grande aún al enterarme de eso.
    Agradezco haberla conocido y siempre la recordaré con mucho cariño.
    Hoy le pido a  Dios que la tenga siempre en su Santa y Bendita Gloria.

    Elsa Luchechen

    Imágenes: Gentileza de Carlos Luchechen. Y otra de la red.

  • Prosa Poética

    LIBERTAD CONDICIONADA NO ES LIBERTAD

    Flotamos como nubes y nos sentimos libres hasta que ellas se choquen y como lluvia o granizo nos caigamos a la tierra.
    Nadamos libres con un salvavidas puesto hasta que ese salvavidas se resquebraja con el correr de los días por el sol, las lluvias y otros factores hoy desconocidos.
    La Argentina está dividida como estas nubes de la imagen. Unos mirando al este y los otros hacia el oeste, norte o sur. O como en el océano, las olas se ondulan con el viento,  y el agua corre hacia donde sopla con más intensidad, a veces la marea es baja y otras, inundan las costas.
    La persona que obra con odio o por resentimiento, no sabe que a la larga puede tener consecuencias muy graves e irreversibles. Son las personas que no se fijan y no valoran las cosas buenas que hacen los demás por el bienestar de la población. Es lamentable que obren de esa manera, que uno se sacrifique por ellos y ellos miran a un costado o dan la espalda.
    En fin…es para pensarlo ¿no?

    Malania

    Imagen: Rosana G. B.

  • Poesía

    LAS UVAS DE VERANO

    Las plantas viejas han sido removidas,
    pues ya no daban frutas, estaban resentidas.
    Mientras la veía con menos fortaleza,
    decidí enterrar una rama, con delicadeza.

    Aquella rama guardaba la vida encendida:
    hojas verdes, tallo firme, sed de nueva partida.
    Al poco tiempo empezó a florecer,
    más y más hojas sanas la vi aparecer.

    Y por si fuera poco, con mágico aviso,
    me sorprendió con uvas creciendo en racimo.
    Pequeñas primero, tímidas al sol,
    creciendo despacio, cumpliendo su rol.

    Se llenarán de jugo, de sabor intenso,
    dará el verano un dulzor inmenso.
    Serán como un canto al amor más eterno:
    dulces uvas que abrigan el alma en invierno.

    Malania
    Imágenes: Gerardo S. V.

  • Prosa Poética

    NUNCA TE SIENTAS SOLO

    Nunca te desanimes cuando veas que nadie está a tu lado,
    no dejes que los miedos se apoderen de ti.

    No te sientas mal, intentando abandonar todo
    y salirte de la senda, porque te domina el desánimo, la tristeza.

    Nunca te sientas solo, ten fe en Dios
    porque siempre estará a tu lado diciéndote a su manera:

    -Cuando todos te hayan abandonado, llámame en una oración
    y sabrás que siempre estoy fortaleciéndote- 

    Autor: Miguel Márquez

    Imagen: de la red gentileza de Ricardo Gamero

  • Cuentos

    ÚLTIMA LLAMADA

    Esperando encontrarse solo, Don Jacinto aprovechó para hacer su última llamada.
    Sabía que su tiempo llegaba al final, tomó el teléfono y discó un número que llevaba en mente.
    Lentamente tomó el tubo del mismo, al colocarlo sobre su oído escuchó una voz que lo llenó de paz.
    Quien le hablaba lo hacía con cierto amor, no podía dejar de prestarle atención.
    De repente la misma le hace una pregunta
    -¿Sabes quién soy y por qué te digo estas palabras?-.
    Con voz temblorosa Don Jacinto se animó a responder
    -Para mí eres Dios-.
    Con el gran creador estaba hablando, aprovechó para pedirle si podía hacer del mundo un lugar mejor para sus nietos, y derramó lágrimas
    Su nieto más pequeño lo estaba escuchando tras la puerta entreabierta, igual que él derramó lágrimas en silencio.
    Lento se alejó mientras el anciano finalizó la última llamada, todo se llenó de calma reinando la paz en el lugar.
    Así Don Jacinto se levantó y salió de la pieza rumbo a su cuarto echándose a dormir.
    Cerró los ojos para no volver a despertar.
    Se fue sin decir adiós en su soledad, quedando un dejo de nostalgia. 

    Autor: Miguel Márquez    

    Imagen: de  la red. Gentileza del autor del cuento.

  • Poemas

    LABIOS SIN CARMÍN

    Batió sus tenues alas
    y de mí se alejó.
    Una caricia en una carta
    desde lejos me envió.
    Con palabras de amor
    que nunca me declaró.
    Quisiera estar contigo, dijo
    pero volar eligió.
    En un beso y respirar profundo
    todo el carmín se llevó.
    Sigo sola en esta vida
    preguntando su sentido.
    Pienso en ti y me olvido
    si algo viví contigo.
    La distancia no es apta
    para borrar la cicatriz.
    Las lágrimas enjugadas
    buscaron camino sin ti.

    Malania

    Imagen de la red

  • Poesía

    EN LA SOMBRA DEL TIEMPO

    Tuvo un amor sin mares,
    sin río ni caracolas,
    era de nieves de abril,
    de vientos que todo borran.

    Un amor distraído,
    volandero y sin fuego,
    sin versos, sin raíces,
    solo ramas en invierno.

    Era un amor de juguete,
    frágil, vacío, pequeño;
    y en un otoño temprano
    comprendió su desconsuelo.

    Dejó entre la estepa y los yerbales
    el fracaso, el desaliento,
    y un ramo de mirtos temblando
    sobre el atril del silencio.

    Buscó en las páginas viejas
    de un libro de amor, un consuelo,
    y en esa noche se puso
    collares negros de duelo.

    Porque lo que ya no existe
    vive en la sombra del tiempo.

    Malania

    Imagen: de la red