Minicuentos
EL GALLO CONFUNDIDO
Había un vecino que estaba orgulloso de su gallinero. Tenía gallinas que ponían huevos gordos y brillantes… y un gallo que se creía tenor de ópera.
El problema era que al gallo no se le daba por cantar al amanecer, como dictaba la tradición, sino a las dos de la madrugada, cuando todos soñaban con playas paradisíacas o con que les tocaba la lotería. Con un “¡Quiquiriquíííííí!” potente, despertaba a otros gallos que le respondían desde quién sabe dónde, con un ¡Cocorocóóóóóó!. Y es más, se subía a un árbol preferido por él para dormir, y desde allí cantaba hasta que el sol mostraba sus primeros claros de luz, despertando no solo a su dueño sino a todo el barrio. Hasta al perro, que respondía con un ladrido enojado.
Los vecinos intentaron al principio ignorarlo, luego taparse los oídos con almohadas, otros sugirieron inscribir al gallo en un concurso de canto…, pero como el sonido era tan estridente, ninguna de las opciones resultó convincente y el descanso se volvió imposible. Así que tras varias noches de insomnio, cansados de las ojeras y los bostezos, decidieron que lo más sensato era reunirse para hablar con su dueño.
Y así fue. Después de aquella charla, el gallo desapareció misteriosamente del barrio. Nadie volvió a escucharlo. Algunos dicen que terminó en una quinta lejana; otros, más maliciosos, aseguran que se convirtió en sopa de domingo. Lo cierto es que, desde entonces, todos pudieron volver a dormir… aunque, de vez en cuando, alguien sueña con un “¡quiquiriquííí!” lejano y se despierta sobresaltado.
Pero lo de hoy, sorpresa de domingo en madrugada, no fue un sueño. Ahí estaba el gallo, subido a su árbol preferido, cantando su “¡Quiquiriquíííííí!”, pero esta vez, a las cinco, con los primeros claros del día.Malania
Imagen: Javier A. T.
QUERER Y NO QUERER
Delicia tenía unos veinticinco años y Jacinto cerca de los cuarenta.
Ella había estudiado letras y su pasión era la escritura.
Se conocieron en una fiesta de carnaval, a la que asistió con unas amigas. Él estaba solo. Ambos bailaron hasta el cansancio.
Un día, inspirada en su relación más que especial, escribió, y se lo guardó, a nadie quiso contarle lo que le pasaba.
“Dices que me quieres, que no quieres perderme.
Pero tampoco la dejas, sigues a su lado.
Que soy tu pimpollo, me deseas todo el tiempo, quieres estar conmigo, te gusta mi forma de ser, mis besos, mi pasión.
Que con ella solo tienes un techo en común y un lugar para dormir, cada uno mirando hacia el lado opuesto.
Que hace mucho no la tocas ni la besas.
Que ella está enferma y es por eso que no la dejas.
Todo esto es verdad. Lo sé.
Pero también sé que tienes todo a tu alcance y con todo lo que está a tu alcance no te hace feliz.
Entonces pregunto si vale la pena seguir viviendo de esa manera, por aparentar, por quedar bien delante de los viejos, delante de los hijos ya crecidos, delante de la gente.
Porque cuando no estoy, desfalleces.
Y cuando estoy tienes poco tiempo.
Nos hablamos todos los días.
Nos vemos solo cuando queda tiempo.
¿A muchos les pasará esto o es solamente a mí que la vida me depara migajas?
Yo lo amo y lo acepto tal cual es con sus limitaciones y reducido tiempo.
¿Hasta cuándo podré hacerlo?
¿Hasta cuándo la chispa permanecerá encendida?”
¿Será verdad? ¿Será mentira? Muchos se preguntarán.
Solo los corazones de Delicia y de Jacinto podrían responder.Malania
Imagen: de la red
PARTICULAR ORDEÑE
Era pequeña, quizás 5 o 6 años de edad. Mi madre y a veces mi padre también, me llevaban al campo, al corral, donde nos esperaban las cuatro o cinco vacas para ser ordeñadas. Muchos días fueron los que con paciencia me enseñaban a hacerlo pero nunca pude aprender. Quizás mis pequeñas manos no tenían fuerza suficiente para apretar las ubres o tal vez el animal reconocía que no era yo la que tenía que hacer la extracción de leche. Lo cierto es que en casa nunca faltó leche fresca recién ordeñada, como tampoco la preciada ricota y crema. Me gustaba comer con varenekis (algo así como empanaditas hervidas en agua y sal), o también llamados peroguis o perojé (en ucraniano) que mi madre y mi hermana mayor los preparaban sobre todo los días domingos. A mí no me pedían ayuda porque decían que los míos se abrían en el agua y perdían el relleno.
Al lado del corral había un árbol muy grande llamado “tala”, que daba frutas muy pequeñas pero muy ricas de color verde. Y también una de cactus, de las que podía comer sus frutos solamente si mi madre o mi padre los sacaba y ponía en condiciones para el consumo (sacarles todas las espinas, lavarlos y con el control correspondiente, podía comerlo)
Nunca me sentí cansada de caminar la distancia de aproximadamente tres kilómetros, en días de primavera o verano, muy temprano al clarear el día y antes que salga el sol. El objetivo era más que atrapante.
Son recuerdos imposibles de olvidar.
Mi amigo Patricio con su escrito: A LA LATA AL LATERO y la imagen con la que ilustró en su blog “Algo más que palabras”, me trajo a la mente esta historia real de mi infancia. Se lo agradezco porque con sus post siempre hace reflexionar.Malania
Imagen de la red.
SIN GARABATOS
Quizá fueron varias manos. O tal vez una sola, que día a día hacía un garabato y lo agregaba al que ya estaba, en ese muro que al principio fue blanco.
Se comunicaron en el anonimato durante años, él escribía un par de versos en un poema con pasión, y ella le respondía con más versos en poesía de amor. Como si fueran duetos. Siempre firmaban con un pseudónimo, nunca con el nombre verdadero.
Pasó el tiempo, hasta que un día él no aguantó más tanto misterio. Le propuso hablar por teléfono y conocerla por cámara. Y así lo hicieron.
No terminó la magia, pero ya no fue lo mismo. Si bien siguen en contacto hasta hoy día, una hermosa amistad entre un hombre español y una mujer argentina, el tono de las charlas, son más formales y espaciados. Ella, sin compromisos de pareja, pero él sí, con hijas y nieta.
Prima el respeto hacia la familia.
Una hermosa amistad, sin garabatos, real.Malania
Imagen: de la red
TIRA Y AFLOJA
Había una vez un burro que siempre acompañaba y ayudaba a su dueño. Pero un día se empacó y no quiso avanzar hacia donde su dueño lo quería llevar. Empezaron a tironear cada uno por su lado y el burro, cansado de tanto esfuerzo, alzó las orejas y se detuvo. Su dueño, frustrado, lo miró y le dijo: “¿Por qué no quieres ir conmigo? ¡No es tan difícil!”
El burro, con una mirada pensativa, respondió: “No es que no quiera ayudarte, es que siento que siempre me haces ir por el mismo camino, sin preguntarme qué quiero hacer. A veces, me gustaría seguir mi propio rumbo.”
El dueño, sorprendido por la respuesta de su burro, se detuvo a pensar. Recordó cuántas veces había tomado decisiones sin considerar cómo se sentía su fiel compañero. Con una sonrisa, se agachó y le acarició las orejas.
“Lo siento, amigo. No me había dado cuenta de que también tienes tus propios deseos. Vamos, tomemos un camino diferente, a ver adónde nos lleva.”
Y desde ese día, el burro y su dueño comenzaron a explorar nuevos senderos juntos, siempre escuchándose y aprendiendo el uno del otro.
Malania
Imagen de la red. Gentileza de Patricio M.
SUEÑOS EN LIBERTAD
Me han dejado solo dentro de esta enorme casa.
Me llaman Michi o Negrito. Soy negro azabache y no nací completo, pero creo que soy lindo y atractivo por el color miel de mis ojos. A veces me miro al espejo y llevo el pelo impecable y brillante.
Por suerte las puertas de todas las habitaciones quedaron abiertas. Puedo tener todo bajo control y desplazarme por la casa a pesar de tener solo tres patas. Me dejaron solo, pero tengo comida y agua suficiente para más de un día. Las piedritas para hacer mis necesidades son muchas y no quedará olor si las hago. Puedo ver por la ventana a mis hermanas adoptivas, Huma y Sía. A ellas no les faltan las patas, así que pueden correr y saltar en caso de peligro. El barrio es tranquilo y el perro es un buen guardián. Por eso no tengo miedo, estoy bien acompañado desde el exterior.
No sé si se enojarán o no conmigo pero hoy quiero soñar lindo. Voy a dormir en la cama grande así puedo estirar mis músculos y desperezarme a mis anchas cuando me despierto.
¡Me pillaron! Espero no me regañen, aunque creo que no porque me tienen mucho amor.Malania
Imagen: Julián T.
COMO CONO TRUNCADO
En el corazón de una ciudad futurista, se alzaba un edificio que llamaba la atención de todos los que pasaban por allí. Era una estructura moderna, con una forma de cono truncado que reflejaba el sol en sus paredes y ventanas. Sus pisos se iban reduciendo en tamaño a medida que ascendían, dando la impresión de que el edificio estaba a punto de ser lanzado hacia el cielo.
Este edificio, no solo era una obra arquitectónica, sino también un símbolo de la innovación. Los habitantes de la ciudad y los turistas habían aprendido a apreciar la singularidad del cono truncado, que era mucho más que una simple edificación: era un punto de encuentro para la comunidad, un centro de atracción artística y un lugar de reflexión y meditación.
En su punto máximo de altura, había una terraza abierta al público. Desde allí, se podía observar toda la ciudad con una vista panorámica impresionante. En una tarde despejada, la joven artista Amalia subió a la terraza con una misión: capturar la esencia del lugar en su lienzo.
Mientras pintaba, Amalia no pudo evitar sentir una conexión especial con el edificio, que no solo parecía un faro de progreso, sino también un guardián de los sueños y aspiraciones de quienes vivían a sus pies. La forma truncada del cono representaba, para ella, los desafíos que se enfrentan al alcanzar grandes alturas, pero también la promesa de que siempre había un horizonte nuevo por descubrir.
Amalia concluyó su pintura justo cuando el sol comenzaba a ponerse, y el edificio reflejaba una gama de colores cálidos que parecían fundirse con el cielo. Con una sonrisa satisfecha, miró su obra y supo que había capturado algo más que una imagen. Había capturado el espíritu de la ciudad y la esperanza que emanaba de aquel monumento moderno.
La artista grabó un recordatorio tangible: de que los sueños, aunque desafiantes, siempre encontraban su camino hacia el cielo.Malania
Imagen de la red.
PERRO Y GATO
En una soleada mañana, cuando los rayos del sol acariciaban su pelaje, la curiosa gata Huma decidió que era el momento perfecto para explorar más allá de los confines de su hogar. Con ágiles movimientos, se deslizó por la puerta entreabierta y se aventuró hacia el mundo exterior.
Con su cola erguida y sus ojos llenos de curiosidad, Huma recorrió el jardín, absorbiendo cada aroma y cada sonido que encontraba a su paso. Sin embargo, su atención se desvió hacia el cielo cuando avistó un árbol imponente que parecía invitarla a trepar.
Con destreza felina, Huma ascendió por el árbol, disfrutando de la sensación del viento en su pelaje. Una vez en lo alto, se detuvo y observó el paisaje con satisfacción. Pero su tranquilidad se vio interrumpida por un ladrido repentino que resonó a lo lejos.
Alarmada, Huma volteó hacia el origen del sonido y vio a un perro grande y juguetón que se acercaba velozmente hacia ella. El instinto de supervivencia se apoderó de la gata, y con un salto ágil, descendió del árbol y se lanzó a correr por el patio, con el perro pisándole los talones.
El corazón de Huma latía con fuerza mientras buscaba refugio. El perro seguía persiguiéndola, su aliento caliente en su nuca. Pero entonces, con un último esfuerzo, Huma encontró una pequeña abertura en la cerca y se deslizó hacia la seguridad del otro lado.
Con un suspiro de alivio, la gata se acurrucó en un rincón tranquilo, recuperando el aliento y reflexionando sobre su aventura. Aunque su intento de cazar pajaritos había sido frustrado, Huma sabía que siempre habría nuevas oportunidades de explorar y descubrir en el vasto mundo que la rodeaba.Malania
Imagen: M.J.T.
EL NIÑO DE LOS COLORES
Había una vez un niño muy bonito, de ojos color miel, cabellos lacios muy rubios, (peinado a lo Carlitos Balá, que le sentaba muy bien) y siempre su presentación era impecable, zapatos y guardapolvo muy limpios. Era muy educado y atento. Muy buen niño.
Tenía cuatro años y los cinco los cumpliría en el mes de junio, por lo que fue aceptado en la escuela como alumno de Preescolar.
Lo curioso era que pintaba sus dibujos con colores, que para mí en particular, eran y son tristes. Siempre usaba los grises, marrones, negros. A veces también el verde oscuro. Trataba de no ocupar el rojo y el azul, pero sobre todo guardaba muy bien el de color celeste, el rosa, amarillo y naranja. Tampoco usaba el verde claro y menos los colores brillantes.
La maestra, estaba preocupada por esa actitud, porque mientras él lo hacía con esos colores, el resto de la clase descartaba los colores negro, marrón y gris y empleaban los demás.
Citó a la madre del niño a la escuela para comentarle sobre el particular. Ambas se comprometieron a develar lo que para ellas era un misterio.
Una vez en la casa, la madre comentó a su marido lo que había sucedido. Entonces, cuando ya casi habían decidido pedir turno con una profesional para descubrir el motivo de dicha actitud del niño, decidieron darle un libro con dibujos para pintar. El niño, como allí tenía una caja con muchos más colores de los que tenía en la escuela, no dudó en utilizar no solo el marrón, negro y gris sino todos los demás. Entonces su madre le preguntó:
-¿Por qué no pintas así en la escuela, pero utilizas solo algunos colores?
a lo que el niño respondió:
-En el aula tienen un sacapuntas que rompe las minas de los lápices y se estropean, por lo que enseguida quedan muy cortos y se terminan enseguida- No quería que los colores más hermosos para él, los de tonos brillantes y cálidos se fueran a acabar rápido, ya que su madre y también la maestra, le habían advertido que cuidaran los útiles escolares, sobre todo los lápices, porque no se repondrían si los perdían o los malgastaban.
La madre le explicó que esa advertencia había sido dada a todos los niños porque, por experiencia propia, sabía que muchos de ellos jugaban con el sacapuntas y en pocos días los lápices se reducían a menos de la mitad del tamaño inicial. Y con el correr de los días los padres debían comprar más para que pudieran seguir realizando los trabajos en clase, con el consiguiente gasto que representaba.
A partir de ese día, no se necesitó solicitar cita con ningún profesional y Jorgito pudo pintar con todos los colores. Pero hubo una condición y acuerdo entre madre e hijo: El niño no sacaría puntas en la escuela sino que los traería a su casa para que ella haga ese trabajo con un elemento filoso y como para que no se estropeen los lápices.
Malania


Imagen propia y de la red
ESFUÉRZATE UN POCO MÁS
Un anciano observaba a un niño que quería alcanzar un juguete que se encontraba colgado a un gajo de un árbol por una piola.
El anciano le dice al niño después de verlo intentar sin éxito varias veces
-si no te esfuerzas no podrás lograrlo, no basta con las ganas-.
El pequeño no entendió lo que le había dicho el señor y lo quedo mirando cómo perdido.
-¿Cómo debo esforzarme?- pregunto el niño.
El anciano sin alcanzarle el juguete le mostró cómo hacerlo.
El pequeño presto mucha atención luego realizó lo que el señor le enseñó.
De un solo salto alcanzó el juguete aprendiendo la lección.
Le quedó en claro, sin esfuerzo nada se logra, esforzándose lo imposible puede hacerse posible.Autor: poeta uruguayo Miguel Márquez
Imagen de la red