La noche se tambalea entre palabras cantarinas que crujen bajo la alfombra de hojas otoñales paladinas. A los colores se los ha comido el sol con sus hilos de luz y calor. De pronto me invade la necesidad de cobijarme en tus brazos. Es como la lluvia mansa nadie puede impedirlo ni el amanecer ni el ocaso, el viento de antaño ni el camino de espinas, tampoco el falso eco de tu vida. Eres único en esta fiesta silenciosa de ríos encendidos imposible de olvidar con bordes de retamas en penumbras extraviadas de humedades en cumbres bajo mis blancas sábanas.