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LA RAMA SECA

 
 
Hablan entre sí las hojas
de un regalo de Maesa,
en atisbo de su infinito
se contagian el brillo
en verde amarillento
nada las acongoja
ni el silbido del viento
que barre las nubes
quedando casi sin aliento. 

Doce meses y más días
de aquel amanecer de abril
que se llevó nuestra armonía
con el tren que ese mismo día
dejó sus huellas
en nubes negras de vapor.

La misma rama seca
en monótono movimiento
se estremece con el canto
de gorriones soñolientos.
No quiere el exilio
lucha en deseo de vida
le queda savia todavía
y las flores silvestres lo perciben
en cada amanecer igual o diferente.

Yo también deseo vida,
dijo Maesa entre bostezos
y al primer rayo del sol naciente.
La congoja de la rama seca
no la conmueve para nada,
en ese lunes de dormidos duendes
peregrinos de aceras
llenos de aburrimiento.  
                                                 
Malania
 
Imagen M. J. T.
 

 

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