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REDES Y MÁS

Te conocí un día,   
estabas en línea
en una red de fantasía. 
Me pediste seriedad
a lo que accedí enseguida.
Hablamos un poco
y mucho al otro día;
me relataste lo que había
en la larga historia de tu vida.
Y así fueron sucediéndose
mensajes, fotos y poesías,
pero  nunca imaginé
que personalmente te vería.
Compartimos la cena
en una pizzería
de la gran urbe que hasta hoy,
es mi ciudad preferida.
Mientras yo me deleitaba
contemplando tus ojos verdes
y semblante alegre,
hablaste  hasta por los codos
y me entretuve mucho
con tus anécdotas divertidas.
Me contaste de mujeres,
unas odiadas y otras amadas,
de tu madre, de tus tías
y alguna prima, la que más querías.
También de tu colección de corbatas,
cienes de camisas y algunos trajes
todavía guardados y embolsados,
arrugados en su mayoría.
Transcurridas varias horas
me dejaste en el hotel
con un beso en la mejilla.
Hoy me has contado
lo que yo ya presentía:
los aires del océano
te envolvieron y te ofrecieron
algo maravilloso: el amor
de una figura femenina,
la que quizás podrá ser,
en breve o algún día,
la mujer de tu vida.
Soy feliz con la noticia
te mereces lo mejor
por todo lo transcurrido
en tu camino de vida.

Malania

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