• Minicuentos

    EL GALLO CONFUNDIDO

    Había un vecino que estaba orgulloso de su gallinero. Tenía gallinas que ponían huevos gordos y brillantes… y un gallo que se creía tenor de ópera.
    El problema era que al gallo no se le daba por cantar al amanecer, como dictaba la tradición, sino a las dos de la madrugada, cuando todos soñaban con playas paradisíacas o con que les tocaba la lotería. Con un “¡Quiquiriquíííííí!” potente, despertaba a otros gallos que le respondían desde quién sabe dónde, con un ¡Cocorocóóóóóó!. Y es más, se subía a un árbol preferido por él para dormir, y desde allí cantaba hasta que el sol mostraba sus primeros claros de luz, despertando no solo a su dueño sino a todo el barrio.  Hasta al perro, que respondía con un ladrido enojado.
    Los vecinos intentaron al principio ignorarlo, luego taparse los oídos con almohadas, otros sugirieron inscribir al gallo en un concurso de canto…, pero como el sonido era tan estridente, ninguna de las opciones resultó convincente y el descanso se volvió imposible. Así que tras varias noches de insomnio, cansados de las ojeras y los bostezos, decidieron que lo más sensato era reunirse para hablar con su dueño.
    Y así fue. Después de aquella charla, el gallo desapareció misteriosamente del barrio. Nadie volvió a escucharlo. Algunos dicen que terminó en una quinta lejana; otros, más maliciosos, aseguran que se convirtió en sopa de domingo. Lo cierto es que, desde entonces, todos pudieron volver a dormir… aunque, de vez en cuando, alguien sueña con un “¡quiquiriquííí!” lejano y se despierta sobresaltado.
    Pero lo de hoy, sorpresa de domingo en madrugada, no fue un sueño. Ahí estaba el gallo, subido a su árbol preferido, cantando su “¡Quiquiriquíííííí!”, pero esta vez, a las cinco, con los primeros claros del día.

    Malania

    Imagen: Javier A. T.

  • Poemas

    VEN CONMIGO

    Si buscas llenar con espigas
    el vacío del silencio
    y las manos se te enfrían
    enroscadas al insomnio.
    Verás a menudo, la vida
    es un exceso inesperado.
    No derroches tu tiempo
    en eternas madrugadas,
    duerme, descansa, sueña,
    y ven conmigo en alborada.

    Malania

    Imagen: De la red

  • Poemas

    A LAS CINCO

    Me acurruqué junto a ti,
    sin ti,
    antes del alba
    a las cinco de la mañana.
    Me levanté,
    no te vi
    pero te sentí;
    estabas conmigo.
    Y así
    con tu compañía,
    en vuelo de palabras,
    humeantes
    como el café
    de tantas mañanas,
    me quedé dormida
    en el umbral
    de mis deseos,
    sin presenciar
    tu regreso
    y tu partida.

    Malania

    Imagen de la red.

  • Poemas

    MAPAS EN LA ESPALDA

     

    Aun dormida, ella,
    siguió buscando palabras en el vacío
    hasta encontrar lo que quería.
    No había una sola página demás.
    Tomó un libro de la estantería virtual
    lo abrió al azar y lo encontró.
    Leer algunos párrafos se convirtió
    en una costumbre habitual
    jamás él la decepcionó en la lectura.
    Poesías y poemas
    y alguno que otro relato
    a veces extraño, ilógico
    otras veces los recuerda
    latente y patente
    como si los hubieran vivido juntos.
    Algunos quizás
    inventos de su imaginación (de él)
    como si sintiese placer en saberlo todo
    dejando a los demás en la inopia.
    Hoy
    la última sílaba quedó suspendida
    desgajada en el aire.
    De repente las palabras se esfumaron.
    Ella
    intentó continuar pero no encontró nada.
    Abrió los ojos y alargó la mano
    hacia las notas de luz que flotaban en el aire
    como si quisiera retenerlo.
    Y lo recordó
    como todas las madrugadas.
    Recordó
    que hacer mapas en su espalda dorada
    con sus dedos, con su lengua,
    era el sueño de su vida.

    Malania

    Imagen de la red