• Poesía

    SUSPIROS

    Con el viento viajan los suspiros
    y la música, entre ecos,
    se esconde entre las montañas.
    En el desierto la arena hace silencio
    y duerme bajo la noche calma.
    Pero a veces comparte los suspiros con el viento
    y vuelan abrazados por todo el universo.
    Quizás buscan el reflejo de incumplidos sueños,
    pidiendo a la lluvia que lave cicatrices,
    y que haga brotar semillas en cualquier superficie.
    Porque la naturaleza es luz y vida
    en desiertos, en montañas o en planicies.

    Malania

    Imagen: propia

  • Poemas

    EL VÉRTICE DEL AMOR

    Ayer, recorrí caminos,
    por la playa,
    bajo el cielo,
    por el mar.
    Vi las colinas nevar.
    Atravesé el espacio,
    navegué por las nubes,
    recorrí las calles
    de la gran ciudad.
    Me pregunté, si es bueno
    un mundo paralelo,
    creado desde el amor,
    rodeado de sueños.
    Mundo paralelo u oblicuo,
    real o imaginario,
    de noches y de días,
    de inviernos y veranos.
    Fue que en una ventana,
    por caminos diferentes,
    nació una perpendicular.
    Y en su intersección,
    encontramos un vértice.

    Hoy, recorrí un camino,
    lentamente, pacientemente.
    El camino que nació por amor,
    y vive por amor.
    No quiero regarlo con lágrimas,
    quiero regarlo con rocío del alba.
    No deseo que muera por amor.

    Caminé y caminé.
    ¿Estaba allí?…
    Me detuve ante su mirada,
    ante sus palabras.
    Observé sus atajos,
    sus ocurrencias,
    vocablo por vocablo.
    Como si escuchara su voz.
    Me deleité con las flores,
    más bellas del universo,
    de algún lejano jardín,
    allí donde nació mi amor,
    entre jazmines o amapolas,
    entre azucenas o rosas.

    Y decidí esperar,
    en el tiempo y la distancia,
    con dulzura, con pasión.
    Lo esperaré sin ansiedad,
    con el don de la vida
    que junto al tallo del amor
    me traerá una rosa rosa,
    de esas rosas que sembré,
    cuando me interné en el camino,
    en el gran camino del amor.

    Malania

    Imágenes:  Propias

  • Poemas

    MIELERO

    En el bosque donde crece el cactus,
    bajo el sol ardiente, un mielero danza,
    entre espinas y flores, su canto es un lazo,
    tejiendo en el aire dulzura y confianza.

    Las lianas se enredan en sueños ocultos,
    bailan al viento, como susurros suaves,
    y en el jardín, donde la vida se asienta,
    cada hoja brilla, luego se marchita y cae.

    En su vuelo ligero, el mielero se asoma,
    trae en su pico la comida a sus pichones,
    alimenta la vida con su canto y su aroma,
    regando bosque y jardín con sus emociones.

    Malania

    Imagen: Rosana G. B.

  • Poemas

    SENTADO

    Dedicado al adulto mayor

    Sentado dejando pasar el tiempo,
    mirando a lo lejos lo que se fue,
    lo que la vida dejo atrás.

    Sentado hablando con el olvido
    sin entender las respuestas que me sabe dar
    mientras sigo tan pensativo.

    Sentado dejando me acompañe la soledad
    con su silencio guardando algunos recuerdos.

    Sentado viendo el viento llevarse sueños,
    alejar esperanzas de aquello que ya no viene. 

    Sentado atrapando paz, vistiendo tranquilidad
    mientras los años viejos pintan mi cuerpo
    sin apagar mi satisfacción de sentirme alegre.

    Autor: Miguel Márquez

    Imagen de la red

  • Descripción,  Poesía

    CASAS DE COLORES

    Casas de colores como almas que alientan
    transmiten alegría, donde el amor se asienta,
    frente a la arena que acaricia los pies
    son refugio dorado donde nada es desdén.
    Sus muros esconden historias perdidas
    pintadas de sueños, lágrimas, risas y vida.

    El mar, un lienzo azul como el cielo infinito
    y entre ellos, alegres, las gaviotas danzan
    no dejan huellas, tampoco nada escrito.

    Las olas susurran secretos en la brisa
    mientras las parejas de la mano caminan.
    Juegan los niños, sus risas estallan
    con sueños que se mezclan sin alimañas.

    Malania

    Imagen: Gentileza Antonio M.

  • Prosa Poética

    LA LUNA VIENE ASOMANDO

    La luna viene dejando su magia mientras las aves buscan su nido,
    para echarse a descansar.

    El cielo guarda su azul, para dar lugar a la noche llena de encanto.

    La luna viene asomando para llenarnos de sueños,
    cargados de fantasía que traen mucha ilusión.

    La luna viene asomando, con ella toda su belleza que trae tanta esperanza.

    Brilla con elegancia que me es difícil poder olvidarla
    por eso, sentado la espero bajo este viejo árbol en el banco de siempre.

    Autor: Miguel Márquez

    Imagen: de la red

  • Cuentos,  Sueños

    EL DINERO NO ES TODO

    REPORTE DIARIO. Primera entrega.

    -“Como si fuera un reporte diario, escribo esto para no olvidar”. Lo dijo Rubén y lo hizo.

    “Hoy 24 de Mayo de 2021, o más bien anoche, ocurrió algo diferente.
    Mis sueños fueron, por primera vez en mucho tiempo, algo completamente distinto a lo de siempre.
    Esta vez, soñé sin saber cómo ni por qué, con que participaba de una banda que nos hacíamos de una gran cantidad de dinero. Pero, la verdad, era que no lo robábamos ni asaltábamos a nadie. Era muy extraño.
    Tampoco recuerdo quienes eran los demás. Eso sí: debimos ser 5 personas. Y lo recuerdo porque uno de todos los que estábamos repartiéndonos esa enorme cantidad de dinero dijo: “Bien, pero fui yo el que preparó las cosas y compró todo lo necesario para que vengamos a tomar todo este dinero, me merezco algo más, o la devolución de mis gastos…”. Yo fui el que respondí a aquello, diciendo: – “Es justo que le demos una quinta parte de todo lo que nos estamos embolsando, ya que, gracias a él, podemos hacerlo. A partir de este momento, haré 5 pilas de fajos con billetes de los cuales, uno de ellos, será para él…”
    No había, en realidad, en mí, ningún egoísmo, sino sólo agradecimiento. Era una cantidad tan grande, que ni siquiera éramos capaces de contar todo ese dinero. La sensación que yo tenía era que no iba a poder gastarlo por el resto de mi vida, estaba allí (era una mesa grande, como llena de fajos de 100 billetes de $100 dólares cada uno, es decir 10 mil dólares por fajo), y los estaba poniendo cuidadosamente en una caja grande de cartón, bien acomodados en la misma, para que quepan más. Tampoco sentía miedo, ni ansiedad. Era simplemente algo de lo más común, como una cosa natural, más natural que caminar.
    Una vez que llené mi caja, y que separé lo que había decidido entregar a quien nos llevó hasta el lugar, pensé que lo que tenía en esa caja era suficiente para mí, por lo que decidí envolver la caja con un pliego de papel madera, y salir de allí. Mientras tanto, veía a los demás que seguían tomando fajos de billetes y llenando bolsas. No me importó, yo ya tenía lo que consideraba suficiente para mí.
    Pensé -en ese momento- en retirarme de allí antes de que se terminen de repartir el dinero. Creo que el sentimiento justo para ese instante fue que aquellos (a quienes no conocía, ni siquiera los había visto en mis sueños) podrían ponerse violentos y tratar de pelear por quitarles a los demás el dinero que habían separado para sí. Yo me pregunté: “¿Qué sentido tiene pelear por un fajo -o muchos- más, cuando uno pudo separar todos los que quiso, sin que los demás lo molesten? Pero entendí que la avaricia humana es infinita, y que -no conociendo a los demás- estaría tomando un riesgo innecesario si me quedase.
    Así, tomando mi caja de cartón llena de fajos con dinero, envuelta en papel madera (todo muy elegantemente envuelto, y preparado), me escabullí de allí, prácticamente (al menos esa era la idea), sin que me vieran. Y al salir de allí fui hasta una habitación de hotel (al parecer, estábamos en un edificio que parecía un gran hotel, pero donde nuestras habitaciones parecían un departamento, o quizás una oficina) en la ciudad de Buenos Aires. Había una especie de placar, sobre una pared, con una gran cantidad de puertas. Abrí una de ellas y coloqué la caja con todo el dinero adentro.
    De pronto, recordé que debía hacer una diligencia en algún lugar de la ciudad, y se me estaba haciendo tarde. Con lo que dejé las cosas allí, y salí para hacer aquello que debía (no recuerdo ni qué era, ni para qué). Tampoco recuerdo en qué viajé para hacer esa diligencia, aunque parecía ser un tren, o el subte. Viajé cómodamente y con rapidez, hasta que me bajé en algún lugar y empecé a caminar, para llegar a dónde tenía que ir.

    Mientras caminaba comienza otra parte de mi sueño. Como siempre, es casi imposible para mí hacer más de una cosa a la vez. Es decir: puedo hacer una cosa a la vez, pero en esos momentos, empiezan a generarse innumerables pensamientos en mi mente, que me hacen hasta olvidar adónde voy. Y esto ocurrió. De pronto, empecé a pensar en cómo retiraría el dinero de dónde lo había guardado. Y peor ¡por qué lo había dejado abandonado en un lugar que no tenía seguridad de nada, para venirme a hacer una diligencia que ni siquiera recordaba, y que jamás tendría la mínima importancia frente a aquella enorme cantidad de dinero que había colocado en la caja!!
    En aquel momento fue cuando entraron los malos pensamientos. No importaba qué fue lo que pensé hacer que era importante: “no lo era”. Lo importante era volver a buscar el dinero, pero ¿aún estaría donde lo dejé? Y si vuelvo ¿no me encontraré con aquellos con quienes estuve sacando todo aquel dinero de la gigantesca mesa que, habiendo terminado con su labor, me estén buscando para quitarme la parte que yo tomé? O peor: ¿podré sacar esa caja grande con dinero -que además pesa bastante- del edificio donde la dejé sin que nadie se interese por ver lo que llevo? ¿Y si me para un policía? ¿Qué le podría explicar a un policía? Yo sabía que no había asaltado a nadie, pero también sabía que era algo que no me había ganado trabajando. Alguien me llevó a ese lugar, donde se encontraba todo ese dinero, y nos dedicamos a colocarlo en una bolsa o una caja, para llevárnoslo, y nada más. ¿Fue eso un robo? Yo ni lo había pensado, pero cualquier policía pensaría eso y alguien más hasta podría matarme para quitarme el dinero.
    Tenía que hacer las cosas diferentes, de una manera más natural. Hoy, la gente joven, cargan todos ellos una mochila, ya sea para ir a trabajar, al colegio, o por cualquier cosa. Llevar una mochila y poner dentro el dinero podría ser la solución. Pero tengo mi mochila en mi casa, y debería ir a buscarla. Claro que esto me llevó a otra preocupación: ¿Cómo hago para llegar a mi casa desde allí? No tenía en claro ni dónde estaba. Más aún: ¿Entrarán todos esos fajos con dinero en mi mochila? No estaba seguro. Pero lo peor: ¿Cuánto tiempo me llevaría el ir a buscar la mochila y volver? ¿Estaría aquella caja con dinero en el mismo lugar cuando finalmente vuelva? Si aquel edificio era un hotel, y yo había salido de la habitación, había la posibilidad de que la gente del hotel hubiese alquilado la habitación a otra persona, quien quizás hubiese encontrado ya mi caja con dinero, y no me quedase nada. Es decir, una gran posibilidad de que hubiese perdido todo. Y peor aún, encontrarme con aquellas otras personas que estuvieron retirando dinero y sabrían que yo tenía una parte, y trataran de quitarme algo que realmente en este momento ni tenía, sino que lo había olvidado en aquel placar de una habitación de hotel que ni siquiera recordaba cuál era la ubicación del hotel o edificio. Tampoco recordaba siquiera el número de habitación.
    Creo que la angustia que me estaba causando este sueño a esta altura del asunto hizo que es ese momento me despertase. ¡Y me sentí feliz de darme cuenta que era sólo un sueño!
    También me sentí feliz de que no me hubiese importado mucho toda esa enorme cantidad de dinero que había guardado en la caja, que parecía que era como para vivir más de 3 vidas. Nunca lo miré al dinero como si fuese una cosa importante. Mientras recogía los fajos de billetes, le daba menos importancia que si fuesen frutas colocándolas en una bolsa del mercado.

    Al final, incluso me llegó un sentimiento de alegría por no tener ese dinero. Por no tener que pensar qué haría con eso, y que tenerlo, posiblemente me alejaría de todas las personas que tengo cerca, ya fuese porque las conozco personalmente, o no. La avaricia y el egoísmo son -además de pecados capitales o, al menos, la “avaricia” creo que lo es- sentimientos que “pudren” no sólo el alma de las personas, sino también de aquellos relacionados con uno. Y no quiero eso. No quiero volver a la pudrición de vivir sólo por el dinero”.

    Continuará el próximo domingo 06-10-24

    Malania

    Imagen: de la red

  • Poesía

    TESTIGO ENTRE FLORES

    En la vereda del tiempo
    donde nada se detiene
    sobre la verja de hierro
    se cuelga un buzón de acero.
    Quién sabe qué esconde adentro.

    Es testigo de los sueños
    bajo la lluvia y el viento
    guarda muchos misterios
    con esperanzas que vienen
    quizás desde muy lejos.

    Detrás del buzón, las azaleas
    son cómplices, tal vez espías,
    imaginan dolores y risas,
    cartas que a veces tienen prisa
    y otras que no desearían ser vistas.

    Las flores bailan con la brisa
    brillando como en sonrisas,
    sus pétalos susurran secretos
    celebrando en fucsia la vida
    pintando historias infinitas.

    Malania

    Imagen: Gentileza de Rubén E. Ch.

  • Poemas

    BORDANDO ESPERANZAS

    Susurra el silencio entre las sombras,
    los destellos de luz se destacan
    bajo el manto de la bruma nocturna.
    Suspiros del viento como sueños anhelados
    en la penumbra bajo un cielo estrellado,
    van  tejiendo y bordando esperanzas sin miedo.
    Los sueños vuelan alto en ecos compartidos
    entre muros, detrás de montañas y mares
    latiendo en hilos de un destino no resuelto.
    Son sueños, son deseos infinitos
    que nacen en las noches con estrellas
    o en las tempestuosas y sin ellas.

    Malania

    Imagen: Javier A. T.

  • Minicuentos

    COMO CONO TRUNCADO

    En el corazón de una ciudad futurista, se alzaba un edificio que llamaba la atención de todos los que pasaban por allí. Era una estructura moderna, con una forma de cono truncado que reflejaba el sol en sus paredes y ventanas. Sus pisos se iban reduciendo en tamaño a medida que ascendían, dando la impresión de que el edificio estaba a punto de ser lanzado hacia el cielo.
    Este edificio, no solo era una obra arquitectónica, sino también un símbolo de la innovación. Los habitantes de la ciudad y los turistas habían aprendido a apreciar la singularidad del cono truncado, que era mucho más que una simple edificación: era un punto de encuentro para la comunidad, un centro de atracción artística y un lugar de reflexión y meditación.
    En su punto máximo de altura, había una terraza abierta al público. Desde allí, se podía observar toda la ciudad con una vista panorámica impresionante. En una tarde despejada, la joven artista Amalia subió a la terraza con una misión: capturar la esencia del lugar en su lienzo.
    Mientras pintaba, Amalia no pudo evitar sentir una conexión especial con el edificio, que no solo parecía un faro de progreso, sino también un guardián de los sueños y aspiraciones de quienes vivían a sus pies. La forma truncada del cono representaba, para ella, los desafíos que se enfrentan al alcanzar grandes alturas, pero también la promesa de que siempre había un horizonte nuevo por descubrir.
    Amalia concluyó su pintura justo cuando el sol comenzaba a ponerse, y el edificio reflejaba una gama de colores cálidos que parecían fundirse con el cielo. Con una sonrisa satisfecha, miró su obra y supo que había capturado algo más que una imagen. Había capturado el espíritu de la ciudad y la esperanza que emanaba de aquel monumento moderno.
    La artista grabó un recordatorio tangible: de que los sueños, aunque desafiantes, siempre encontraban su camino hacia el cielo.

    Malania

    Imagen de la red.