DESDE EL MEDIO DE LA NADA
Sueña,
se despierta.
Sueña,
vuelve a despertar.
Vuelve a soñar,
se despierta,
y se levanta.
– ¡Es que ya he dormido tanto! –dice alguien al otro lado del Océano Atlántico.
– Deduzco que duermo bien.
¡Con tanto soñar!
No sería para menos.
A menudo, cuenta mi amigo Amonad, se pasa todo el sueño esperando en una cola para cargar gasolina.
Se despierta levemente y, lejos de abandonar la situación, vuelve a soñar de nuevo y aterriza en la misma cola, solo que ahora es más larga y más lenta que antes. Ve cómo se cuela un montón de gente sin que él sea capaz ni siquiera de protestar.
Otras tantas veces, está intentando quitar la tapa de un portátil. Los tornillos no se aflojan.
Se despierta, va al lavabo, vuelve a la cama y cierra los ojos. El portátil sigue herméticamente cerrado, sin que se le ocurra la manera de poder desmontarlo para repararlo.
– ¡Amanece, por fin! –comenta luego de dar un largo bostezo. He pasado la santa noche sumido en un sueño completamente estúpido, sumido en una ansiedad más estúpida e innecesaria aún –dice con humor. Otras veces, los sueños son tan agradables que el despertar se convierte en una contrariedad. En fin…seguiré soñando. Al menos así me doy cuenta de que duermo.
Hace una pausa y continúa:
-Prefiero soñar. Aunque, por variar, hoy lo he soñado y se hizo realidad: estoy en medio de la nada y mi coche no arranca de ninguna manera. Te estoy escribiendo desde aquí. Pero como no todo es malo, al menos hay señal de internet.
Malania
Imagen propia