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A SU ANTOJO

La noche silenciosa,
con su frialdad borrosa,
no le dejaba dormir
como él hubiera preferido.
Lento y cansado
dominado por su enojo,
disconforme hasta con el cerrojo
prefirió alejarse y llegar
a cualquier lugar a su antojo.
Escogió la playa
maravillosa y cálida
y se sentó a mirar el rio.
Observó cada ola
y al pájaro pescador
que en su albedrío
no se cansaba de volar
alrededor del mismo bocadillo.
Ante el deslumbrante paisaje
vagó con su mirada
por la extensión lejana,
las elevaciones verdes
no muy pronunciadas
y las nubes blancas del horizonte
erguidas como los mismos árboles
sin desmonte.
De ese modo logró
disipar su enojo
olvidar hasta el cerrojo
que momentos antes
tanto dolor de cabeza le había causado.

Imagen: J. A. T.

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