El niño descifró su nombre desde la ventana de su cuarto. Corrió la cortina azul y gritó: -¡Un escarabajo! Como si fuera una bolita verde tornasolada, brillaba bajo el sol desplazándose con sus patitas. El piso caliente lo obligaba a buscar un lugar más fresco. Recorrió un camino largo. Y atraído por el fresco olor de aire boscoso, logró encontrar un refugio espectacular: una alfombra de hojas otoñales. Muy cansado, se durmió junto a un tronco grueso que formaba parte de la gran arboleda.
2 Comentarios
Manu
Lindo relato por lo breve y sencillo…
Malania Nashki
A veces aparece el poder de síntesis, jeje. Gracias Manu por leer y comentar. Que tengas muy buenos días. Cariños.