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EL RELOJ DE LA LUNA

En algún lugar,
se detuvo el reloj,
por orgullo
o por maldad,
por amor propio
o por testarudo,
por miedo
o por perezoso.
Nunca fue virtuoso,
muchas veces equivocó
y cambió las agujas
por coquetería menor.
La manecilla pequeña
marcaba los minutos
y la más grande, la hora.
Armó tantos líos en el mundo
que a mediodía salió el sol
y a la siesta cayó el rocío,
los novios se desencontraron
y la cita no se concretó.
A los pies de la noche
mostró su cara la luna
y el día amaneció.

Imagen: C. J. V.

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