FELINAS
Sin emitir sonido
con actitud hostil
abusaron del flácido vegetal
que luchaba por permanecer vivo.
Ni que fuera una masería
donde prima la actividad agrícola
donde la tierra es la que reina
airosa, primordial
sin ella nada podría
crecer ni producir con facilidad.
Mascotas felinas
solitarias y cómplices
del silencio ambiental
querían ir a pasear
y al no poder salir
desparramaron la tierra
buscaron el desquite
y así se hicieron notar.
ENTRE SAUCOS Y OTRAS HIERBAS
Entre saucos y palmeras
la niña camina,
canta, salta y ríe
junto a su querida abuela.
Antes de salir el sol
el zorzal anuncia un nuevo día
entre rosas y madreselvas
que perfuman en armonía.
Dejan atrás la alameda
y confunden el camino
en vueltas no diseñadas
descubren una flor amarilla
errática y solitaria
nacida de rara hierba.
Cautivas en atractiva aventura
se sientan a conversar
en el borde de la acera
se hunden en el olvido
en una zona oscura y sin ruidos.
Un abrupto estruendo
cayó del cielo vacío
y un rayo luminoso
las volvió a su curso
recordándoles el camino.
Tomó en brazos a la niña
y comenzó a caminar
emitiendo mil señales
que recordó al azar.
“No tengas miedo mi niña
no comiences a llorar
que con ayuda del cielo
pronto hemos de llegar”.
Finas gotas de agua fría
acompañaron el vendaval
mientras abuela y niña
temerosas y angustiadas
alcanzaron por fin el portal.
Malania
ROCÍO EN FLOR
No habrá violines ni guitarras
cuyo ritmo iguale a tu voz
la suavidad de tu encanto
intenso como rayos de sol.
Te me vas metiendo muy dentro
con finos cristales de amor.
Gotas de rocío fresco
de una lluvia derramada
sobre mis pétalos de rosa
en mi piel está encarnada
y en las glicinas violáceas
derrite la escarcha plateada.
Tu nube me cubre entera
para protegerme en la noche
de las estrellas curiosas
que en simulado intento
nos espían muy airosas.
Si el dolor a ti te acecha
no dudes en buscarme
te ayudaré a relajarte
y a calmar de toda brecha.
Porque el amor que te tengo
vale más que mil amores
haré desaparecer tus penurias
aunque tenga que caminar
bajo la intensa y fría lluvia.CON PÉTALOS DE ROSAS
Vagabundo enamorado
Un marginado vagabundo, entibia su cuerpo con el resto de un abandonado café, en una mesa solitaria con huellas de lágrimas de ausencia. El único local rodeado por árboles frutales, no hay otro que abra sus puertas antes de que salga el sol y cierra pasada la media noche. Errante camina por calles de tierra juntando pétalos de rosas deshojadas por el viento y escorias de un fingido jardín sin dueño. Prepara su cama con cartones y restos de algún lienzo deshilachado. Apoya su cabeza sobre una bolsa de un raso viejo, atada en un extremo con una suerte de bretel, que bien pudo haber sido un camisolín de una dama olvidada (o no). Desde adentro crujen hojas secas y más pétalos de rosas rojas que hacen las veces de una improvisada e incómoda almohada, donde el rojo se volvió amarronado por las huellas del sucio terreno donde es apoyada. Flemático al despertar acomoda su cabeza y besa su “almohada” como si a alguien recordara. Recoge los cartones acomodando uno a uno bajo una cimbra enmohecida, a la que el pasar del tiempo borró todo rastro de pintura. Arranca unas hojas de hierba que para él son depurativas y vuelve a las calles terradas y otras empedradas, con la compañía de algún perro abandonado y bajo el brazo, su almohada. La claridad del día le indica el camino hacia el único café que abre sus puertas antes de salir el sol.
Malania Nashki
¡QUÉ DESTINO!
La luz del sol se va apagando las palabras ya no riman, las flores se decoloran, y las hojas se marchitan. Las estrellas muy tímidas, titilan en la oscuridad. Se duermen las mariposas están tristes pero en paz. Los pájaros en sus nidos, se resisten a volar no emiten sus gorjeos tampoco el dulce cantar. Duerme la luna en la noche triste en su soledad, no se encienden las luciérnagas, en nubes se posarán. La lluvia moja las penas de los árboles desteñidos, por el fuego de un amor que se acabó por el destino.
EN REMOJO
El alcohol no es mi amigo, alguna vez un sorbo de whisky, media copa de vino o una de cerveza fueron mis aliados en compañía del ser querido. Pero en el cielo necesitaban a un humorista, alguien que tuviera alegría y buen humor permanente y los ángeles se lo llevaron. Digamos que fue así, pues pudo haber sido de otra manera.
Cuando sonó el timbre anunciando de que tenía una llamada telefónica yo dormía profundamente como si estuviese ebria o en otro mundo.
Me encontraba en pleno sueño y mi cerebro, hinchado, como si lo hubiese puesto en remojo. Miré el reloj y marcaba las cuatro, de la tarde o de la mañana. ¿Cómo saberlo? Tampoco logré recordar en qué día de la semana y del mes estaba. Entonces me levanté, corrí las cortinas y abrí las persianas. Descubrí un día nublado; era de tarde, apenas soplaba un aire húmedo, gris y no había ni un solo ruido; ni siquiera el loro se percató de que ya no era hora de siesta.
Cuando levanté el tubo del teléfono, alguien se cansó y cortó.Malania
Imagen de la red