ATARDECER FOGOSO
En el último suspiro del día, cuando el sol todavía alumbraba el horizonte en un atardecer fogoso, los árboles del bosque parecían sombras dormidas bajo una aureola dorada. Las nubes, como enormes montañas nevadas, navegaban lentamente por el cielo teñido de tonos rosados y naranjas.
En medio de ese espectáculo celestial, dos amigos se encontraban en el claro del bosque. Ella, con brillo en sus ojos y el cabello iluminado por los últimos rayos del sol, miraba maravillada el juego de luces y sombras. Él, con una sonrisa cómplice, extendió la mano hacia ella, atrapando un momento que parecía suspendido en el tiempo.
“¿Ves cómo todo cobra vida al caer el sol?”, susurró él, mientras el cielo se oscurecía lentamente y las estrellas comenzaban a despertar. Ella asintió, sin apartar la mirada del cielo encendido. En ese momento, supieron que aquella tarde les había regalado algo más que un atardecer fugaz: habían descubierto la magia de estar juntos en un mundo donde hasta las sombras de los árboles parecían bailar al compás del sol que se despedía.Malania
Imagen: R. G. B.
RETROSPECTIVO
Imagen: Artista colombiana Beatriz González
Nacía un nuevo lunes y con el díauna triste luz sobre el horizonte.Se sentía vaciado o quizás, rebasado.Toda su vida de tribunose había ido colmando y vaciando solaquedándose a sus espaldas el mundo jurídico.Pero avanzabaformando parte de esta tierraazotada por el inviernocomo un espino atrofiadode hojas y flores marchitas.Llovían guijarros sobre sus díasperseguido por la mala rachaesa que él mismo fue creandoa su paso por la tierradañada por crudas nevadas.Y nunca escampabaporque él espantaba las buenas ondas con su jorobaesa que lo inclinaba cada vez máspara hundirlo en su propia nostalgiaesa que él mismo creabasin otro motivomás que su misma pesadumbrey su infinita falta de fe en sí mismoy falta de fe en nadieni en alguien que una vezle tendiera su mano para abrazarloy que él mismo se dedicóa rechazarla y anularla.MalaniaDÍAS FRÍOS DE JULIO O DICIEMBRE
Los días horizontales de julio
o de diciembre
(según sea Oriente u Occidente)se convierten en turbias jornadascon rumores de limo volcánico.Un reguero de polvo radianteindica que todo ha cambiado.Los amaneceres se ven demoradospor lunas de cenizas y lluvias heladas.Hasta las papas se muestran nevadasy los caracoles adormilanbajo el colchón de hojasque el otoño les ha regalado.Muchedumbre embrutecidapor la ventisca del mediodíabuscan la acera del sol ausente.Nadie reconoce los ojos del desencantolos labios ansiosos, la mano agitadaque va diciendo adioses sin destino concretodesde una puerta entreabiertatan fría como la misma nieve.Los gorriones más atrevidosse congelan en un último aleteocon sus picos abiertos, implorandoque volviera el buen tiempo.Los pelícanos amontonadosa la vuelta de la esquinase transmiten el calor del cuerpoenmarañando su plumaje entre ellos.Desde una ventana de cristales mustiosél observa su cruel destino de auto presidiario.Pero no temas…aquí estoy…una voz de luz repite“no temas…aquí estoyy aunque el mundo congele tus huesosy en silencio opaque tus besosYo seré por siempre tu celda ardiente”Tu voz en mí. En mí, vos, por siempre vos.MalaniaImagen de la red.¿PINTADAS O NEVADAS?
Parecen estar pintadas con tizas y acuarelas,
amanecidas tras el blanco delantal de un escolar.
O algunas nubes blancas se precipitaron,
movidas por el estruendo
del rugir de motores de los aviones
o de los mismos truenos
antes de una copiosa lluvia.
O quizás la misma lluvia
lavó las nubes blancas y las deshilachó
tumbándolas sobre las cumbres,
que según dicen, están nevadas por el intenso frío.
O quizás un niño extraviado ocupó su tiempo
y las pintó con tizas y acuarelas.Malania
Imagen: C. J. V.