• Prosa Poética

    DESDE EL BALCÓN

    Su habitación se presentaba como un mar en plena tormenta.
    Quiso respirar aire fresco y salió al balcón.
    Desde lo alto él observaba el paisaje otoñal.
    Los árboles tenían aspecto misterioso y solemne. Así los veía.
    Quizás era solo imaginación.
    El sol se retiraba tiñendo de colores brillantes las nubes grisáceas del horizonte.
    Algunas parecían transparentes. Una de ellas se extendía como en alas de pájaro.
    Las nubes  navegaron, otras desaparecieron y con ellas los deslumbrantes rayos de luz,
    internándose suavemente hasta ocultarse en el espejo del río.   

    Malania

    Imagen: Javier A. T.

  • Prosa Poética

    SIGAMOS LA SENDA

    Sigamos la senda que Dios nos dio y no nos perderemos,
    caminemos firmes a pesar de dificultades, seguiremos de pie.

    Sigamos la senda y veremos la luz, siempre encontraremos la calma
    después de cada tormenta.

    Sigamos la senda y nada podrá cansarnos, hacernos rendirnos. 

    Escucha mis palabras:
    – sigamos marchando y sabremos no vamos solos aunque no lo veamos-

    Autor: Miguel Márquez

    Imágenes: propias

  • Prosa Poética

    CUANDO AZOTEN LAS TORMENTAS

    Cuando se te haga difícil, no te rindas,
    no bajes los brazos y sigue andando. 

    Cuando pienses que no hay luz en tu camino,
    igual tú, marcha en las tinieblas.

    Cuando azoten las tormentas no dejes que nada te detenga,
    ten presente, Dios irá contigo y te dirá:
    – juntos seremos más y nada nos vencerá-

    Autor: Miguel Márquez

    Imagen: G. F. T.

  • Relatos

    TORMENTAS

    En “algo más que palabras” su autor Patricio escribió:
    “Donde las palabras se llaman a silencio y en el alma refugian su sentir”

    Al leer la frase y ver la imagen con la que ilustró, recordé a mi tía Irene, hermana de mi padre. La llamaban “Irena”, descendiente de ucranianos y así era el nombre en su país.
    Cuando el tiempo estaba feo, con truenos y relámpagos, tenía tanto miedo que se quedaba muda y hasta su alma temblaba. Me gustaba ir a visitarla cuando vivía en el campo con mi tío Miguel (Mijailo). Él trabajaba todo el día como jefe de cocineros en un colegio religioso de pupilos. Sabía cocinar muy bien y ella también. Cuando sabía que yo iría a pasar el fin de semana en su casa, preparaba ricota casera y con eso, varenikes o varenekis (perogui o perohé) y los cubría con crema de leche. Además hacía budín de pan y crema pastelera con caramelo, porque sabía que me gustaba todo eso. Ella misma ordeñaba las vacas muy temprano, antes de la salida del sol. Mientras cocinaba me contaba historias de su vida. Lo quería mucho a mi tío y él a ella. Entre otras cosas me contó que sus padres no hubiesen permitido casarse si los padres de Miguel no hubieran autorizado que Ana, mi madre, se casara con el hermano de Irena, también llamado Miguel. Entonces se realizó el “matrimonio cruzado”, hermano  y hermana casados con hermana y hermano. Mi madre tenía 16 años y mi padre 22.
    La tía le contó a mi madre que cuando llovía, tronaba y había muchos relámpagos, era tanto su miedo que hasta llegaba a esconderse debajo de la cama. Por supuesto, eso hacía cuando todavía era joven y soltera. No podía pronunciar palabras, su miedo la dejaba petrificada pero el corazón le latía tanto que temía, le saltara por la boca. Decía que no le daba vergüenza recordarlo, le daba risa y era una de sus anécdotas de la vida.

    Malania
    Tomado de la vida real.

    Imagen propia y de la red.