Minicuentos

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    SUEÑOS EN LIBERTAD

    Me han dejado solo dentro de esta enorme casa.
    Me llaman Michi o Negrito. Soy negro azabache y no nací completo, pero creo que soy lindo y atractivo por el color miel de mis ojos. A veces me miro al espejo y llevo el pelo impecable y brillante.
    Por suerte las puertas de todas las habitaciones quedaron abiertas. Puedo tener todo bajo control y desplazarme por la casa a pesar de tener solo tres patas. Me dejaron solo, pero tengo comida y agua suficiente para más de un día. Las piedritas para hacer mis necesidades son muchas y no quedará olor si las hago. Puedo ver por la ventana a mis hermanas adoptivas, Huma y Sía. A ellas no les faltan las patas, así que pueden correr y saltar en caso de peligro. El barrio es tranquilo y el perro es un buen guardián. Por eso no tengo miedo, estoy bien acompañado desde el exterior.
    No sé si se enojarán o no conmigo pero hoy quiero soñar lindo. Voy a dormir en la cama grande así puedo estirar mis músculos y desperezarme a mis anchas cuando me despierto.
    ¡Me pillaron! Espero no me regañen, aunque creo que no porque me tienen mucho amor.

    Malania

    Imagen: Julián T.

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    COMO CONO TRUNCADO

    En el corazón de una ciudad futurista, se alzaba un edificio que llamaba la atención de todos los que pasaban por allí. Era una estructura moderna, con una forma de cono truncado que reflejaba el sol en sus paredes y ventanas. Sus pisos se iban reduciendo en tamaño a medida que ascendían, dando la impresión de que el edificio estaba a punto de ser lanzado hacia el cielo.
    Este edificio, no solo era una obra arquitectónica, sino también un símbolo de la innovación. Los habitantes de la ciudad y los turistas habían aprendido a apreciar la singularidad del cono truncado, que era mucho más que una simple edificación: era un punto de encuentro para la comunidad, un centro de atracción artística y un lugar de reflexión y meditación.
    En su punto máximo de altura, había una terraza abierta al público. Desde allí, se podía observar toda la ciudad con una vista panorámica impresionante. En una tarde despejada, la joven artista Amalia subió a la terraza con una misión: capturar la esencia del lugar en su lienzo.
    Mientras pintaba, Amalia no pudo evitar sentir una conexión especial con el edificio, que no solo parecía un faro de progreso, sino también un guardián de los sueños y aspiraciones de quienes vivían a sus pies. La forma truncada del cono representaba, para ella, los desafíos que se enfrentan al alcanzar grandes alturas, pero también la promesa de que siempre había un horizonte nuevo por descubrir.
    Amalia concluyó su pintura justo cuando el sol comenzaba a ponerse, y el edificio reflejaba una gama de colores cálidos que parecían fundirse con el cielo. Con una sonrisa satisfecha, miró su obra y supo que había capturado algo más que una imagen. Había capturado el espíritu de la ciudad y la esperanza que emanaba de aquel monumento moderno.
    La artista grabó un recordatorio tangible: de que los sueños, aunque desafiantes, siempre encontraban su camino hacia el cielo.

    Malania

    Imagen de la red.

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    PERRO Y GATO

    En una soleada mañana, cuando los rayos del sol acariciaban su pelaje, la curiosa gata Huma decidió que era el momento perfecto para explorar más allá de los confines de su hogar. Con ágiles movimientos, se deslizó por la puerta entreabierta y se aventuró hacia el mundo exterior.
    Con su cola erguida y sus ojos llenos de curiosidad, Huma recorrió el jardín, absorbiendo cada aroma y cada sonido que encontraba a su paso. Sin embargo, su atención se desvió hacia el cielo cuando avistó un árbol imponente que parecía invitarla a trepar.
    Con destreza felina, Huma ascendió por el árbol, disfrutando de la sensación del viento en su pelaje. Una vez en lo alto, se detuvo y observó el paisaje con satisfacción. Pero su tranquilidad se vio interrumpida por un ladrido repentino que resonó a lo lejos.
    Alarmada, Huma volteó hacia el origen del sonido y vio a un perro grande y juguetón que se acercaba velozmente hacia ella. El instinto de supervivencia se apoderó de la gata, y con un salto ágil, descendió del árbol y se lanzó a correr por el patio, con el perro pisándole los talones.
    El corazón de Huma latía con fuerza mientras buscaba refugio. El perro seguía persiguiéndola, su aliento caliente en su nuca. Pero entonces, con un último esfuerzo, Huma encontró una pequeña abertura en la cerca y se deslizó hacia la seguridad del otro lado.
    Con un suspiro de alivio, la gata se acurrucó en un rincón tranquilo, recuperando el aliento y reflexionando sobre su aventura. Aunque su intento de cazar pajaritos había sido frustrado, Huma sabía que siempre habría nuevas oportunidades de explorar y descubrir en el vasto mundo que la rodeaba.

    Malania

    Imagen: M.J.T.

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    EL NIÑO DE LOS COLORES

    Había una vez un niño muy bonito, de ojos color miel, cabellos lacios muy rubios, (peinado a lo Carlitos Balá, que le sentaba muy bien) y siempre su presentación era impecable, zapatos y guardapolvo muy limpios. Era muy educado y atento. Muy buen niño.
    Tenía cuatro años y los cinco los cumpliría en el mes de junio, por lo que fue aceptado en la escuela como alumno de Preescolar.
    Lo curioso era que pintaba sus dibujos con colores, que para mí en particular, eran y son tristes. Siempre usaba los grises, marrones, negros. A veces también el verde oscuro. Trataba de no ocupar el rojo y el azul, pero sobre todo guardaba muy bien el de color celeste, el rosa, amarillo y naranja. Tampoco usaba el verde claro y menos los colores brillantes.
    La maestra, estaba preocupada por esa actitud, porque mientras él lo hacía con esos colores, el resto de la clase descartaba los colores negro, marrón y gris y empleaban los demás.
    Citó a la madre del niño a la escuela para comentarle sobre el particular. Ambas se comprometieron a develar lo que para ellas era un misterio.
    Una vez en la casa, la madre comentó a su marido lo que había sucedido. Entonces, cuando ya casi habían decidido pedir turno con una profesional para descubrir el motivo de dicha actitud del niño, decidieron darle un libro con dibujos para pintar.  El niño, como allí tenía una caja con muchos más colores de los que tenía en la escuela, no dudó en utilizar no solo el marrón, negro y gris sino todos los demás. Entonces su madre le preguntó:  
    -¿Por qué no pintas así en la escuela, pero utilizas solo algunos colores?
    a lo que el niño respondió:
    -En el aula tienen un sacapuntas que rompe las minas de los lápices y se estropean, por lo que enseguida quedan muy cortos y se terminan enseguida- No quería que los colores más hermosos para él, los de tonos brillantes y cálidos se fueran a acabar rápido, ya que su madre y también la maestra, le habían advertido que cuidaran los útiles escolares, sobre todo los lápices, porque no se repondrían si los perdían o los malgastaban.
    La madre le explicó que esa advertencia había sido dada a todos los niños porque, por experiencia propia, sabía que muchos de ellos jugaban con el sacapuntas y en pocos días los lápices se reducían a menos de la mitad del tamaño inicial. Y con el correr de los días los padres debían comprar más para que pudieran seguir realizando los trabajos en clase, con el consiguiente gasto que representaba.  
    A partir de ese día, no se necesitó solicitar cita con ningún profesional y  Jorgito pudo pintar con todos los colores. Pero hubo una condición y acuerdo entre madre e hijo: El niño no sacaría puntas en la escuela sino que los traería a su casa para que ella haga ese trabajo con un elemento filoso y como para que no se estropeen los lápices.

    Malania

    Imagen propia y de la red

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    ESFUÉRZATE UN POCO MÁS

    Un anciano observaba a un niño que quería alcanzar un juguete que se encontraba colgado a un gajo de un árbol por una piola.
    El anciano le dice al niño después de verlo intentar sin éxito varias veces
    -si no te esfuerzas no podrás lograrlo, no basta con las ganas-.
    El pequeño no entendió lo que le había dicho el señor y lo quedo mirando cómo perdido.
    -¿Cómo debo esforzarme?- pregunto el niño.
    El anciano sin alcanzarle el juguete le mostró cómo hacerlo.
    El pequeño presto mucha atención luego realizó lo que el señor le enseñó.
    De un solo salto alcanzó el juguete aprendiendo la lección.
    Le quedó en claro, sin esfuerzo nada se logra, esforzándose lo imposible puede hacerse posible.

    Autor: poeta uruguayo Miguel Márquez

    Imagen de la red

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    ATARDECER DE DICIEMBRE

    De a ratos un viento débil, pero agradable y fresco, desplazaba el velo gris y dibujaba siluetas de niebla en el camino.  En un instante, la hierba iba tomando el color de la noche. A lo lejos había quedado el banco y un grupo de palmeras junto a un corpulento cedro azulado. Fijó su atención en el camino para evitar los profundos charcos y los regueros de agua.
    Algunas ventanas iluminadas indicaban que todavía alguien estaba despierto, quizás para completar alguna tarea que seguramente no podía esperar a otro día.  La tristeza volvió a apoderarse de ella, debía de ser el tiempo con esa horrible niebla. Tampoco le gustaban las despedidas.

    A la derecha e izquierda los árboles se balanceaban como espíritus presentes. Algunos extendían las ramas hacia la niebla como lamentándose del mal tiempo. 
    Ella aceleró el paso porque no quería pensar en que llegaría tarde. En su casa la esperaban para la cena. Como intuyendo algo, se detuvo y dio media vuelta.
    Entonces vio la silueta de una persona que estaba en medio del camino oscuro, envuelto en la niebla, solo se reconocía el contorno de la figura.
    Él, preocupado por su demora, la había ido a esperar. La tomó por sorpresa y ni hablar del susto que se llevó cuando se le acercaba sin emitir palabra. La quiso sorprender y solo consiguió que ella entre en pánico. La alzó en sus brazos y recién dentro de la casa, abrió muy grande los ojos  sin entender lo que estaba pasando. Él estaba nuevamente allí abrazándola, susurrándole al oído cuánto la quería y que jamás la abandonaría.

    Malania

    Imágenes: propia y de G. F. T.

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    HUMA VIAJERA

    Estuvo atenta al horario  habitual de mi regreso a casa.
    Me vio llegar y como adivinando que volvería a salir, se esfumó como una sombra entre los remolinos del viento y del agua. Las gotas de lluvia serpenteaban golpeando los cristales de la ventana. Cuando fui a buscar el bolso con algunas prendas que había dejado preparadas, ella estaba allí, dormida (o se hacía la dormida), acurrucada sobre el bolso que sabía llevaría conmigo.
    ¿Qué harías tú si estuvieras en mi lugar? ¿La llevarías contigo?
    ¿Qué hice yo? Después…en otra te lo cuento.

    Malania

    Imagen M. J. T.

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    SOLITARIA Y PERFECTA

    A María Magdalena la llamaban Mary. Era modista y peluquera profesional en un pueblo pequeño donde había nacido. Vivía con sus padres, nunca tuvo pareja y casi no tenía amigos porque su madre era muy celosa y selectiva. Mary era muy insegura y todo lo consultaba con ella. Su padre no aportaba opinión porque si lo hacía, las mujeres igual “siempre salían con la suya”.
    Por esas cosas de la vida, Mary, ya adulta se quedó sola. Sus dos hermanos habían formado cada uno su familia y no vivían cerca.
    Se dedicó de lleno a su profesión pero con la aparición de nuevas peluqueras y modistas, de a poco fue perdiendo clientes a causa de que nunca se había perfeccionado. Como le gustaban las plantas cuando no tenía trabajo en su taller, se dedicaba a la jardinería. Le gustaban todas las plantas, con o sin flores. Les hablaba cuando las regaba y siempre recorría los senderos de su jardín para controlar plagas o insectos que pudieran estar por ahí como intrusos.
    Un día Mary enfermó y tuvieron que internarla en un sanatorio. Una amiga cuidaba de todas plantas, pero  como todo ser vivo, percibían la ausencia de su dueña. Algunas se marchitaron, de otras se secaban las hojas, y otras se negaban a abrir sus pimpollos y se caían sin esperar a que se desplieguen sus pétalos. Así fue una y otra vez, porque Mary mejoraba, regresaba a su casa pero volvía a decaer. La depresión la fue absorbiendo y lo único que la mantenía viva eran esas plantas, sobre todas aquellas que se conservaban lozanas. Una de ellas era esa rosa amarilla que había plantado ante su ventana. Ella no paraba de florecer y alimentaba, por momentos, el buen ánimo. Casi siempre le arrancaba una sonrisa cuando corría la cortina en las mañanas tardías.
    Mary ya no está entre nosotros. La persiana se levanta todos los días para ventilar la casa y permitir la entrada de los rayos del sol. Hoy la casa pertenece a otra familia, y la rosa sigue viviendo como esperando ver a Mary a través de la ventana para escuchar el canto de su cariñosa voz.

    Malania

    Imagen: gentileza de R. E. Ch.

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    EL PÁJARO QUE SE VIO AL ESPEJO

    Un pájaro cada vez que volaba se quejaba por ser como era, no le agradaba el color de sus plumas.
    Se creía torpe al volar, débil cuando se detenía en cada gajo de un árbol.
    Cierta mañana vuela como siempre, sus quejas no faltaron:
    – Querido Padre, Dios ¿por qué me hiciste feo y torpe? soy demasiado débil -.
    Mientras seguía volando obtuvo una respuesta que lo sorprendió
    – Ves abajo aquello que brilla, acércate y mírate ahí, pero primero ve ese pájaro que pasará ante ti – le dice Dios.
    Sin más pasa un cuervo, el pájaro lo quedó mirando sin entender mientras se perdía a lo lejos esa ave negra.
    Bajó hasta donde estaba el objeto brillante, al acercarse ve algo que lo sorprende.
    Siente la voz de Dios nuevamente
    – Ves esa belleza en el espejo, eres tú, mientras te quejabas en vuelo, un cuervo cruzó delante de ti.
    Viste, no tenía nada de belleza pero iba feliz, tú con todo te la pasas quejándote -.
    El pájaro se dio cuenta, se estaba quejando en vano.
    Desde ese día no volvió a quejarse y cada vuelo fue lleno de felicidad.
    Aprendió que a veces nos quejamos sin darnos cuenta lo que tenemos y otros sin nada son felices.

      Autor: Miguel Márquez

    Imagen: R. E. Ch.

    Imagen: R. E. S.