RETROSPECTIVO
Imagen: Artista colombiana Beatriz González
Nacía un nuevo lunes y con el díauna triste luz sobre el horizonte.Se sentía vaciado o quizás, rebasado.Toda su vida de tribunose había ido colmando y vaciando solaquedándose a sus espaldas el mundo jurídico.Pero avanzabaformando parte de esta tierraazotada por el inviernocomo un espino atrofiadode hojas y flores marchitas.Llovían guijarros sobre sus díasperseguido por la mala rachaesa que él mismo fue creandoa su paso por la tierradañada por crudas nevadas.Y nunca escampabaporque él espantaba las buenas ondas con su jorobaesa que lo inclinaba cada vez máspara hundirlo en su propia nostalgiaesa que él mismo creabasin otro motivomás que su misma pesadumbrey su infinita falta de fe en sí mismoy falta de fe en nadieni en alguien que una vezle tendiera su mano para abrazarloy que él mismo se dedicóa rechazarla y anularla.Malania¿MÁGICO?
Como gotas de estrellas y luna llenacon perfume a rocío la brisa plenami amanecer se iluminócon la alegría de tus palabrasesas que una noche arrebatóel viento en luna nuevaescondiéndolas en sus bolsillosarrancándome suspiroscolor nostalgia de Nochebuena.MalaniaImagen: J. A. T.NOCTURNIDAD
Hay fotografías que representan diferentes estados de ánimo, una imagen puede expresar más que cien palabras.
La soledad, depresión, angustia, nostalgia. Pueden ser pasajeras o no.
Hay gente que se aisla y no pide ayuda. Quizás por el mismo estado de ánimo, o por miedo o vergüenza.
Otras se vuelven tóxicas para la sociedad que la rodea y cuando quiere levantarse comienza con manotazos de ahogado, que sin saberlo puede colmar la paciencia del otro y puede lastimarlo.
La imagen que he puesto hoy, tiene un significado diferente y está hecha con amor.
Cuando recibí esta fotografía, no hizo falta averiguar donde había estado el emisor. Comprendí la franja horaria en que la pudo haberla tomado. Nocturnidad a la vista.
Su intención había sido esperar la salida del sol para fotografiar ese momento. Se parece en eso a su abuela, -sale a caminar antes de la salida del sol justamente para contemplar el amanecer-.
Esta vez no fue en la playa, fue a la orilla del río.
Los grillos lo acompañaron con su canto y se fue a dormir con el trino de gorriones y zorzales.
La juventud de hoy no tiene problemas de horario cuando está de vacaciones.Malania
Imagen: LUA T.
A LO ALTO
DESDE LO ALTOMentes flotantes en denso aireen la inmensidad de la gran urbebocinas que aturden hasta al más sordoy yo buscando un punto desde lo altoquizás en una esquina o en la vereda de enfrente.Por ese camino vas sobre tus pies, paso a pasosobre la acera de baldosas que salpicansin darse cuenta de la pulcritud de tus pantalones griseso quizás vas por el túnel subterráneoobservando al gentío, fuente de inspiración constante.Tu corbata rosa fucsia todavía ilumina mis pupilastal como la base del obeliscoesa enorme mole que distingue a la gran ciudadcuadro que merece la admiracióndel visitante diurno o nocturnodonde me sumo para no sucumbiren la nostalgia del no saber de ti.Malania
Imagen propia.
FELIZ DÍA DE REYES
Hay momentos en la vida que son inolvidables como el Día de Reyes.
No recuerdo mi primer regalo pero sí el último, un corte de tela de plumetí, no más de un metro.
Yo era muy flaquita y así me llamaban en mi adolescencia: “Flaquita”, y con un poco de tela me confeccionaban un vestido. En esa época la única ropa hecha (ya confeccionada) que se conseguía para comprar en tiendas, eran camisas y pantalones para hombre. No había blusas ni remeras como ahora. Las modistas confeccionaban la ropa de dama.
Esa mañana del 6 de enero, abrí la ventana donde había puesto mis zapatos con la ingenuidad de niña de 7 años, y encontré envuelto en un papel, el corte de tela de color verde claro con círculos blancos, muy pequeños. Sobre los zapatos de mi hermana había una bolsa con ciruelas rojas. Eran los últimos regalos de Reyes, porque yo misma lo descubrí ante mi hermano mayor y mi cuñada, el papel que envolvía la tela era conocido, lo había visto en su casa y las ciruelas eran de la planta de la casa de mi tía. Y al decírselo, todos rieron. Después no hubo más regalos para esa fecha.
Con la tela, mi hermana mayor, que se había graduado hacía unos años como Profesora de Corte y Confección en la Escuela Profesional de Mujeres, se encargó de hacerme un hermoso vestido.
Este día me trae mucha nostalgia, y una leve brisa me hace sonreír cuando también te recuerdo a ti. Siempre hablábamos de este tema y de otros tantos recuerdos.
¿Esa brisa vendrá desde donde estás? .
Aun te recuerdo y nunca te olvidaré.Malania
Imagen de la red.
SOY Y NO SOY
No soy como la Puya mapucheque florece a los cuarenta y muere.No soy un Baobab verdeque sólo tiene hojas cuando llueve.Tampoco un meteoritofragmentado sobre la tierra.No quiero ser un relicariodonde solo pueda guardar recuerdos.Quiero evolucionar contigo o sin tien el tiempo y con esmero.Ser vertiente a pesar de la distanciaque tampoco es extensa.Un manantial de amordonde puedas apoyar tu hombro.Que podamos disfrutar alegrementedel hecho de estar vivos y conscientes.No quiero nostalgia ambulanteni tampoco indiferencia cortante.Tampoco quiero sonrisas vacilantes.Prefiero amanecer en soledady vivir bajo el sol radiantea pesar de los días fríosque seguramente seránpasajeros caminantes.Sé que el sol está y que se brindasin esperar actos pendencieros.Al fin y al cabo:Quisiera convertir en una antorchalos restos de nuestro naufragiosi es que hubo naufragio…Para darte en las mañanas cálidas o fríasmuchos mimos entre besos y abrazos.Malania.Imagen propiaATARDECER EN TUCUMÁN
Haikus
Vasto atardecer
cubierto de fragancias
se pierde en el sol.Desde aquel día
con nostalgia armónica
las cuerdas callan.Malania
Imagen propia
FRUTOS MULTICOLORES
Te embriagaron las lunas,
las albahacas perfumadas
y algunas palabras perdidas
en poemas dedicados a nadie
que te han llenado de nostalgia.
Pero quizás más tarde
podrás cosechar los frutos
esos que hoy has sembrado.
Te llenarás de alegría
con el aire entrecortado
por el viento vagabundo
y el agua de lluvia derramada
desde una nube envidiosa.
Pero a la vez ríe airosa
por haber colaborado
para que surjan bellas frutas
bajo la luz de la luna
o del sol a mediodía
para llevar a la mesa
multicolores manjares.Malania
Imagen: R. E. Ch.
RECOMENZAR
Cansado de la monotonía diaria, la tristeza corrosiva, la ácida nostalgia, de la esclavitud de las manecillas del antiguo reloj, que por más que lo quisiese callar, cada minuto sonaba con mayor intensidad, decidió colocar los recuerdos bajo la lluvia para que la erosión se apoderara de todo aquello que existió pero que ya no quería más. Entonces decidió que era momento propicio para:
RECOMENZAR.
Y así fue que escribió, para sí mismo y para el mundo:
“Estaba necesitando hacer una limpieza en su mí…
Tirar algunos pensamientos indeseados.
Lavar algunos tesoros que estaban medio oxidados.
Entonces saqué, del fondo de las gavetas, recuerdos que no uso y no quiero más:
Tiré algunos sueños, algunas ilusiones…
Sonrisas que nunca di.
Tiré la rabia y el rencor de las flores marchitas que estaban dentro de un libro que nunca leí.
Miré qué necesitaba para mis sonrisas futuras y las alegrías pretendidas, y lo que me pareció encontrar lo coloqué en un cantito, bien ordenado (con la música nunca se sabe).
Saqué todo del armario y lo fui tirando al suelo.
Pasiones escondidas, deseos reprimidos. Heridas de un amigo, recuerdos de un día triste. Muchas traiciones de mujeres (supongo que es mi estigma: si no estás dispuesto a traicionar a nadie, hay que estar listo para recibir traiciones de todo tipo). Nunca lo entendí.
Pero también encontré otras cosas y muy bellas, como: Un pajarito cantando en mi ventana, aquella luna color plata, el momento de una puesta del sol, o una mariposa posada en una flor.
Me fui asombrando, encantando y distrayendo, mirando cada uno de aquellos recuerdos.
Arrojé en el cesto, los restos del último amor, el que más me hirió, porque sentía que había hecho más que todas las otras veces para llegar a algo, y se desarmó violentamente (cuando yo soy cero en violencia).
Tomé las palabras de rabia y de dolor que estaban en un estante, las tiré en el mismo instante.
Hay otras cosas que aún me hieren… veré que hago con ellas. No es fácil definir todo de una sola vez.
Fue en aquella gaveta en la que uno guarda lo que es más importante, el amor, la alegría, las sonrisas, un dedito de Fe, para los momentos en que se necesite.
Recogí con cariño el amor encontrado, doblé ordenaditos los deseos, coloqué perfume en la esperanza, pasé un pañito en el estante de mis metas, y las dejé a la vista, para no olvidarlas.
Coloqué en los estantes de abajo, algunos recuerdos de infancia.
En la gaveta más alta, las de mi juventud y colgado bien frente a mí, coloqué las de mi capacidad de amar y principalmente las de RECOMENZAR…”Autor: R. E. Ch.
Imagen: R. E. Ch.
UNO DE LOS OCHO
Mientras en el exterior resonaban voces de niños y adolescentes, él no participaba ni nunca antes pudo participar del jolgorio por las calles de su pueblo como lo hacían otros. El viento acompañaba el eco de risas y murmullos que le tocaban el corazón pero sin entristecerlo.
Su madre le había contado historias de su humilde y sufrida niñez y juventud mientras lavaba ropa bajo un árbol de aguacate (en Argentina se lo llama palta); y cuando los días se presentaban muy fríos, se sentaban en banquitos de madera junto al fogón, mientras en una olla, quemada por fuera por el uso diario, hervían las verduras con trozos de “puchero” que había conseguido muy temprano en la carnicería del barrio.
Uno de esos días soleados mientras la mujer lavaba ropas, cayó una palta enorme sobre la cabeza de su hermanito menor y lo dejó medio atontado. Con urgencia lo llevaron al hospital cercano y luego de ser examinado fue medicado y dado de alta. Por suerte no fue nada grave pero podría haber sido peor. Su padre se encargó de hacer una pequeña enramada para proteger de la caída de las frutas. Esas paltas eran tan ricas que hasta los perros comían cuando los habitantes de la casa se descuidaban. Los pájaros cantaban con alegría cada vez que las frutas maduraban aun estando en el árbol. Y los gatos se subían a las ramas buscando cazar pájaros y también por las frutas.
Una tormenta muy fuerte hizo volar el techo de la casa y fue entonces que el intendente del lugar se ocupó de proveerles de chapas nuevas para arreglar ese hogar que albergaba a ocho niños.
Durante los días de lluvia la madre amasaba y preparaba pequeñas tortas fritas para el desayuno y la merienda que acompañaban con mate cocido, una rica infusión de yerba mate con miel o azúcar. No conocían el café y menos el chocolate. Muy pocas veces lo tomaban con leche. Otros días elaboraba pan casero ya que los costos eran menores. No podía malgastar ni un centavo, sus ingresos económicos eran escasos.
Al mayor de sus hijos lo llamaban “Chopinga”, Chopi, Jopi o Pinga, no por el pájaro. Tampoco por su origen porque no era africano.
“Chopinga” viene del chichewa o chinyanja, idioma nacional oficial de Malaui; es una lengua hablada en el centro y sur de África. En español significa “Obstáculo”. Quién sabe si los que lo apodaron así lo veían como un obstáculo vaya uno a saber por qué. Aunque él se sentía uno más entre tantos niños de su edad, mucha gente lo veía diferente. Quizás le sobraban las palabras o tal vez el sonido del silencio interior envolvía su mudo corazón. ¿Sería por falta de amor?
Cuando iba a la escuela primaria faltaba mucho por varios motivos que podamos imaginar: falta de ropa y calzados, falta de útiles escolares, o por tener que quedar al cuidado de sus hermanos menores mientras sus padres salían a trabajar. Por ese motivo había repetido varios años.
Su madre se desempeñaba como empleada doméstica y su padre sin trabajo fijo era “changarín”. Cuando se enfermó, Chopi tuvo que salir a buscar trabajo a edad temprana.
Concurría a la escuela en horario de la tarde y por la mañana ayudaba en una panadería a cargar pan en bolsitas para la venta en los almacenes. A veces también lo hacía a la salida de la escuela.
Un día de mucho frío se quedó a dormir en “la cuadra”, -así llamaban al lugar de elaboración de pan-, sin que el dueño del local se diera cuenta. Al amanecer del día siguiente el jefe del grupo de panaderos ingresó al lugar para comenzar la tarea diaria y se encontró con el jovencito durmiendo sobre la pila de bolsas de harina.
– ¿Qué haces aquí? -le preguntó el hombre.
– En mi casa hace mucho frío y no tenemos suficientes mantas como para taparnos, por eso me escondí para que no me vieran y me quedé a dormir aquí que hace calor –respondió con vergüenza y por miedo a ser reprendido.La cuadra permanecía tibia toda la noche, porque el horno de unos veinte metros cuadrados, construído con ladrillos refractarios, conservaba alta temperatura y él se sentía más a gusto sobre la pila de bolsas de harina que en su fría casa.
Desde ese día, el dueño de la panadería, enterado del caso, lo invitó a que se quedara a dormir en su casa junto a sus cuatro hijos todos más pequeños que él. Gustoso, Valeriano, -ese era su verdadero nombre-, se quedó no solo a dormir sino a vivir con su patrón que fue como un padre para él. Los cuatro niños lo adoptaron como hermano y tanto el hombre como su esposa lo trataron como un hijo más. Cada semana iba a visitar a sus padres biológicos y a sus hermanos, los ayudaba, pero siempre volvía adonde había calor de hogar. Uno de sus hermanos se encargaba de buscar una bolsa de pan todos los días para llevar a su casa.
A pesar de las múltiples peripecias vividas a lo largo de su infancia, adolescencia y juventud, hoy como adulto afirma:“Son dulces recuerdos de distintos momentos de la vida, dulces nostalgias que permite la apacible serenidad en la que el alma se mece rodeada de recuerdos, seleccionando de entre todos los más hermosos, los que pervivirán por siempre acomodados en un rincón de mi corazón, entre la paz del silencio y la inexistencia del tiempo.”
Autora: Elsa Paulina Luchechen
Pseudónimo: Malania Nashki