• Poemas

    FLORES Y CANTOS

    Crespones por doquier,
    sinesias y laurel,
    visten la avenida.
    Malvones y rosas
    perfuman el paso,
    antes del ocaso.
    Lirios y amapolas,
    glicinas colgantes,
    seducen amantes.
    Damas florecidas,
    en noche estrellada
    ocultan miradas.
    Violetas y orquídeas,
    blancas y amarillas,
    felices despiertan.
    El sol atestigua,
    el libre albedrío
    y los dulces trinos.
    Zorzales, gorriones,
    cantan en balcones
    sencillas canciones.
    Juncos, madreselvas,
    al viento se elevan
    y aroman veredas.
    Imagen: E. P. L.
    Sinesia: flor rosa china.

    Malvón: variedad de geranio.

  • Poemas

    DE UVA Y VINO

    Para nada estériles,
    imbuidas violáceas,
    como pintadas con jugo
    de uva y vino,
    se reflejan en el éter
    después de una lluvia
    incesante y frenética.
    Una corriente de aire amenaza
    la aparente inmovilidad del sol
    en noche nada estrellada
    y una luna oculta y miedosa
    deja ver las gotas de agua
    cristalizadas en las flores
    embriagadas por el vino
    y rígidas por el frío.

    Imagen: R. E. Ch.

  • Poemas

    ESE SILENCIO

    Una luz, mi casa me espera,
    en ella mis plantas, mis huellas,
    el perfume del césped recién cortado,
    el agua del río al borde de la costanera,
    la noche oscura para dormir tranquila
    y del gran silencio tu estela,
    ese silencio que me regalas a diario,
    que a veces acaricia y otras hiere
    y se esconde tras la luna llena.
    Imagen: E. P. L.
  • Poemas

    BRISA Y BRIZA

    Errática la brisa,
    vela en la noche,
    mece a la briza
    y a muchas otras flores,
    todas en silencio,
    envueltas en fríos vapores,
    de un Calafate helado,
    en atardecer temprano.
    Imagen: N. V. S.
  • Cuentos

    NARANJA AMARGA

    Ana se despertó sobresaltada. Su pequeña de cinco años volaba de fiebre.
    A la una de la madrugada en el pueblo no se escuchaba más que el volar de los mosquitos hambrientos. Menos se podía esperar que haya una farmacia de turno, ya que el farmacéutico vivía en una casa al fondo del terreno, y el timbre, menos el portero eléctrico, no existían, por lo que sería una pérdida de tiempo pensar en conseguir  un medicamento.
    Recordó algunos remedios caseros que su abuela preparaba y sin pensar más se calzó las alpargatas, se vistió un abrigo y salió corriendo hacia la casa de una vecina que distaba unos 200 metros. Por suerte, Sofía era de esas vecinas solidarias que no se negaban a nada. Linterna en mano para alumbrar la huerta, arrancó unas plantas de perejil, las lavó con agua de pozo (no era aljibe, era agua de vertiente), envolvió en papel de diario viejo y entregó a Ana, quien sin siquiera agradecer (dicen que es de mala suerte agradecer por los remedios) dio media vuelta y volvió corriendo a su casa. En ella la esperaba Guido, con el fueguito encendido en la cocina a leña y el agua hirviente en una pava ennegrecida por el fuego y el pasar del tiempo,  para preparar la infusión de raíces de perejil. No tardó mucho en estar listo el té, que fue paseado entre dos tazas como para que se enfríe un poco antes de dar de beber a la niña. Paulita era la menor, y si bien los padres no acostumbraban a las demostraciones de cariño, ambos la amaban con toda el alma. Paulita tomó de a sorbos el té caliente y al rato comenzó a transpirar hasta quedar empapada, por lo que su madre procedió a desvestirla de a poco como para evitar el cambio brusco de temperatura, lo que podría resultar fatal. Cambió su ropa y la cubrió con una frazada. La niña durmió sin nuevo sobresalto.
    El día amaneció lluvioso y frío. Paulita mostraba un cuadro gripal sin fiebre intensa,  pero la febrícula continuaba. Ana recordó que el médico en oportunidad anterior con un cuadro semejante con otro de sus hijos, le había dicho que la gripe se cura sobre todo con reposo y té caliente. Además había que evitar el cambio brusco de temperatura.
    Ese día iba a preparar pan casero, el dinero escaseaba y había que ajustar gastos. Era un lujo comprar en  la panadería. A media mañana, escuchó a Paulita que despertó con tos. Pensó en lo que podía darle de tomar. Recordó el té de naranja amarga a la que llamaban “apepú”, la planta que tenían en la quinta rebosaba de frutas, no servía para tomar el jugo,  pero sí la pulpa blanca o segunda corteza, era utilizada para preparar dulce en almíbar. Arrancó tres, o cuatro o quizás más hojas del árbol, las lavó y colocó en un jarro de aluminio, agregó unas cuantas cucharadas de azúcar blanco, varios carbones hecho brazas en el horno, donde luego iba a cocer el pan, lo revolvió hasta salir humito aromático, agregó las hojas de naranjo, revolvió y sobre ellas agua hirviente. Dejó hervir unos minutos más, dos o tres, y retiró del fuego. Esperó a que enfríe un poquito, no mucho, tomó una bombilla y se lo llevó a la cama de Paulita, quien esperaba despierta a su mamá. Llegó la noche y hasta ese momento bastaron no más de tres tazas de esta infusión para que la niña recupere la respiración normal.
    Pasaron  algunos días, y todo el malestar y el susto habían quedado atrás, gracias a la buena vecina y a la receta del  té de la abuela. 
    Imagen de la red.
  • Poemas

    LÍNEAS Y RAÍCES

    Hoy, solo soy,
    capaz de escribir
    en líneas torcidas,
    esas que en retórica
    llaman ironía,
    siguiendo las curvas
    que ni el sol se anima,
    diseñando sueños
    en tus rizos montesinos
    hasta llegar a tu dulce río,
    a través de las raíces
    tumbadas sobre el suelo
    entre hojas cubiertas de rocío.
    Imagen: M. J. T.
  • Poemas

    VIÑETAS DE VIDA

    Desde la lejanía,
    en las viñetas de la vida,
    surge un dilema.
    Pétalos que caen
    al compás de una cítara
    en rosa melodía,  
    formando una alfombra,
    desestabiliza
    las silenciosas miradas
    hacia el agujero azul,
    o tal vez negro,
    pintado sin palabras
    en el cielo sin luna,
    o en un árbol de aceituna.
    Perplejo,
    confuso el viento,
    amontona burbujas rosadas,
    en humedades tibias
    que no son escritas,
    pero se pintan salpicadas
    en un tronco cubierto de gris. 
    Ella no abdica
    ante las flores
    ni ante el agujero
    así sea negro o azul.
    Con aplomo,
    piensa en aquel poeta,
    el que no deja sin palabras
    un papel en blanco,
    el que en silencio acuoso
    vive sus días sin dioses,
    con fríos amaneceres
    aroma de tabaco y café.
                                     
    Imagen: E. P. L.
  • Poemas

    AROMA ESCONDIDO

    Hay algo en los árboles,
    en las flores, en el aire
    portentoso, singular,
    siempre en vigilia.
    Ellos se muestran tal cual son,
    crecen un poquito cada día
    aunque haga frío o calor.
    Sus hojas son auténticas y hermosas,
    más aún cuando el rocío las moja,
    límpidas son sus flores 
    después de una tenue lluvia.
    Pero… ¿adónde quedó su aroma?
    quizás en el silencio se esconde
    o tal vez en el destello del ocaso.
    Las abejas lo buscan
    en el néctar, en el polen,
    en la esencia de un abrojo,
    en un pétalo caído en el arroyo.
    Las flores juegan con el viento,
    las abejas alzan vuelo,
    mientras las campanas
    modulan sus lamentos,
    en la tranquilidad del eco
    que vaga en los recuerdos.
    Imagen:  E. P. L.
  • General

    INSACIABLE

    El sudor violeta
    empapaba su frente,
    sus mejillas empalidecían.
    En medio del verdor de la ventana,
    divisaba una luz mutada en pájaro.
    La fiebre no cedía,
    los escalofríos se sucedían.
    El azul era verde
    y al verde, gris lo veía.
    El dolor de cabeza no cesaba,
    su cara seguía empapada,
    su cuerpo temblaba.
    Alguien llamó a su puerta,
    quería saber porqué gritaba,
    era su madre muy asustada.
    – ¡Te dije que no cenaras tanto,
    que eso te transmutaba! –
    Tomó una ducha tibia
    y volvió a la cama.
    La pesadilla pasó,
    se durmió tranquila
    hasta media mañana.

  • General

    FALSA CONSTELACIÓN

    El sol con su brillo
    tiñó y matizó
    las aguas del mar
    que trata de cambiar
    lo negro del río
    que en paralelo viaja
    sin ganar espacio.
    Manos de colores
    alientan al mar
    en su afán por mejorar
    el aire ambiental.

    El título es inspiración de una amiga virtual: yessykan
    Poema: Malania Nashki

    Publicado en el blog: “El trigo de la vida” de J. Laurido