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PASEO DE DOMINGO

 
Ocho cuarenta de la mañana,  
 muro espeso de araucarias enanas, 
o tal vez mutiladas por la poda otoñal, 
aroma de verde grisáceo,  
en navidad atemporal, 
despiden su pulcro  perfume original.   
La nieve en serpentina 
desparramó su color 
y en viaje a lo más que conocido 
tarareo una canción.
Un círculo, luz del sol,
emana de las montañas,
y penetra entre los árboles,
que convergen en su cúspide,
  
dejando abierta una boca,
con la lengua recostada, 
 como abatida por el cansancio,
o por el ardor de un día nada lúgubre. 
Al final, una mesa de luz, 
con la ausencia de  lámpara,
tropiezo y me despierto.
 
Qué sueño más tonto,
me hizo pasar la parada,
y tuve que descender,
a más de cinco cuadras
.
Imagen: R.E.Ch.

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