• Poemas

    ATARDECER EN LA COLINA

    A lo lejos
    en la colina,
    una ventana
    cubierta por la neblina
    iluminada por la luna
    guarda toda su tibieza
    en la hora que declina
    el sol, llevándose
    la fortaleza
    de trabajadores rurales.
    Todo lo que desean
    es el descanso
    al fin de una jornada
    de campo,
    dura y difícil.
    Para ellos
    no hay lluvia,
    frío, ni calor
    que los retenga.
    El trabajo es
    como un regalo,
    es indispensable
    para sostener diariamente
    a sus familias.

    Malania

    Imagen: Propia


  • Poemas

    ATARDECER DESDE EL PATIO

    Desde el patio de mi casa
    veo un atardecer distinto,
    el sol se esconde en el infinito
    regalando a las nubes su brillo.

    Pinta el cielo de naranja
    sobre el amarillo dorado,
    tras los árboles en sombra
    que lentamente
    de negro se contornan.

    El resplandor del sol
    llegó a la media luna
    que en su aureola de agua
    una estela acuna.

    Ráfaga cálida, a veces fría.
    Un atardecer distinto
    embellece a las almas
    apasiona la vida.

    Malania

    Imagen: Rosana G. B.

  • Poesía

    EL PRINCIPITO

    TRAS UNA PUESTA DE SOL

    En un planeta de tamaño tan pequeño,
    como una cajita de juguetes,
    vivía un niño de ojos brillantes
    y un corazón lleno de sueños.

    En su rincón del cosmos lejano,
    cultivó con cariño una rosa,
    un ser tan frágil y delicado
    que él protegía con su alma hermosa.

    Un día, decidió partir al espacio,
    viajar a otros mundos le llamaba,
    en cada planeta conoció a alguien,
    que a su corazón no entendía ni amaba.

    Un gigante de metal, un rey tan altivo,
    un contador de estrellas, un hombre de negocios,
    todos se creían superiores al niño,
    pero él enseñaba con sus gestos generosos.

    “Lo que importa no es lo que se ve,
    sino lo que no se puede tocar”,
    les decía, dejando huella,
    como la rosa que sabía cuidar.

    Hasta que llegó a la Tierra,
    donde un aviador le ofreció su amistad,
    pero el niño, con su rosa en mente,
    dejando un vacío, decidió regresar.

    El aviador miró al niño partir,
    y en su pecho quedó una pena,
    pues el niño con su rosa tan pura,
    le enseñó el valor de la vida plena.

    “Vuelve a tu planeta, pequeño viajero,
    y cuida tu rosa, fiel y sincero”,
    le susurró el viento, sabio y sereno,
    mientras el niño volaba, dejando un sueño.

    Malania

    Imagen: Roxana E. S. y de la red.

  • Poemas

    ATARDECER DE MARZO

    Como margarita invertida
    de centro blanco y pétalos amarillos,
    besa el río y se mira en su espejo
    y como si fuera poco
    se atreve, y con su brillo
    penetra aguas adentro
    hasta perderse en el fondo,
    silenciosa, haciendo eco.
    ¿Permanecerá allí hasta el alba?
    ¿O se irá detrás del horizonte?
    para coquetear con la noche
    hasta dormirse en sus brazos
    envuelta en su enorme manto.

    Malania

    Imagen: Rox E. S.

  • Poemas

    ATARDECER DORADO

    El sol se oculta tras un velo amarillo,
    en la vastedad de un cielo anaranjado.
    Las sombras se estiran, se hacen lentas,
    mientras la brisa acaricia el mundo callado.

    El gato negro duerme, tranquilo,
    su cuerpo reposa como molde petrificado.
    En la cama, su ser se extiende en paz,
    donde el tiempo se detiene, suspendido, marcado.

    El dorado se derrama en cada rincón,
    mientras el sueño del felino se adueña de la habitación,
    y el día se apaga en un suave suspiro,
    quedando el eco de la luz como un latido tardío.

    Malania

    Imágenes: Rosana G.B.  y M. Julián T.

  • Haikus

    OTRO ATARDECER

    Vuela un pájaro
    sobre las nubes grises.
    Encandila el sol.

    No hay azules
    Los colores se mezclan
    en mar abierto.

    Cae la tarde.
    Amarillo y naranja
    pintan el cielo.

    Malania

    Imagen: Gentileza Ricardo Gamero

  • Relatos

    DOMINGOS DIFERENTES

    Notablemente no recuerdo ningún pasaje en día domingo durante mi niñez.
    Sí de mi adolescencia y juventud.
    Mis mejores recuerdos de la tercera etapa de mi vida, los domingos en época de vacaciones de verano. Me levantaba muy temprano para ir a la Capilla San José Obrero, donde nos reuníamos a participar de la Santa Misa. Asistían muy pocos niños, solo los que acompañaban a sus padres y abuelos. Los demás iban a Misa más tarde, si mal no recuerdo, a las 9 hs.
    Volvía a casa, desayunaba y luego ayudaba a mi madre y hermana a preparar el almuerzo. Aunque mucho no me permitía hacer porque, según ella, los tradicionales perogui o también llamados varenekis, con relleno de ricota, si se cerraban mal, se abrían en el agua hirviendo y salía el relleno.
    Después del almuerzo mis amigas me pasaban a buscar para ir al campo, donde pasábamos toda la tarde disfrutando de una gran pileta natural de un colegio religioso.
    Los demás miembros de mi familia se quedaban a dormir siesta.
    Mientras ellos tomaban su mate al atardecer, nosotras lo hacíamos con un rico tereré y pan dulce.
    No teníamos que pensar en lo que haríamos al día siguiente, lo importante era vivir el día a full. Estábamos de vacaciones.

    Malania

    Imagen propia
     

  • Haikus

    ÁRBOLES AL ATARDECER

    Árboles negros
    Contraste de colores
    en tarde invernal.

    No dañó el frío.
    Resisten vigorosas
    Las hojas verdes.

    Sol en colores
    Naranja y amarillo
    Fondo grisáceo.

    Malania

    Imagen: gentileza de Ricardo Gamero

  • Cuentos

    COLIBRÍ TORNASOL

    En un atardecer tranquilo, el sol iba desapareciendo dejando prolongadas sombras sobre el patio y el jardín. El aroma de los jazmines se expandía por todo el cálido ambiente de primavera. En un rincón del patio, cercano adonde la joven estaba sentada, rompió la calma el suave ruido como si fuese de un diminuto ventilador. Era un pequeño colibrí que la visitaba.
    Tal vez cansado por la intensidad de su ajetreo, escogió ese lugar para descansar. Un cable y una rama le sirvieron de posada.
    Pero no le bastó posarse solamente sino que se le acercó para pedir mimos.
    Quizás estaba asustado, y la paz del lugar lo acogió en ese instante.
    Como si supiera que ella no le haría daño el colibrí permitió que lo tocara.
    Ella le acarició son suavidad el lomo y la pancita del pequeño y frágil pajarito. Su pecho brillaba como una joya mientras sus alas descansaban por un momento.  El colibrí en agradecimiento y con expresión tranquila y soñolienta, cerraba los ojitos al ser acariciado. Su pequeñez parecía ser un milagro de la naturaleza. El aire alrededor se llenó de una quietud especial.
    De pronto un leve estremecimiento recorrió sus alas pero no voló.
    En ese instante ella sintió una conexión profunda y especial como si el pequeño colibrí estuviera agradeciendo por ese momento de descanso.
    Un rayo de luz se filtró por entre las ramas del naranjo e iluminó su cuerpito, abrió los ojos, la miró con una expresión que contenía miles de historias.
    Luego, con un delicado batir de alas, se alejó, zumbando de nuevo por el jardín, como si nunca hubiera hecho una pausa.
    La joven mujer sintió una sensación de calma en el corazón. El patio y jardín volvían a su ritmo, pero el colibrí, aunque ya no estuviera, en su pequeño descanso había dejado una huella en el aire, un recordatorio de que, a veces, la belleza y la paz se encuentran en los momentos más simples y sencillos de la vida.

    Malania

    Imagen: Rosana M. B.

  • Haikus

    ATARDECER FLORIDO

    Haikus

    Celeste cielo.
    Atardecer florido
    de aromas sin fin.

    Una palmera
    saluda muy airosa.
    Sus sombras, muestra.

    Hay frío intenso.
    La ventana cerrada
    protege el viento.

    Malania

    Imagen: M. Julián T.