COMO SAUCE
Silencio eterno, sepulcral. ¿Él la hacía culpable de la muerte de un ángel? ¿Tendrá algo que ver? Ella desconocía los motivos de su ausencia. Él colocó duras barreras como para no verla desde su cima, aunque no se daba cuenta que ya no era sino un profundo pozo en el que se había sumergido para no verla, para no sentir de cerca la verdad del amor que los envolvía. Porque él también la quería, pero a pesar de eso la había hecho culpable; a alguien había que echarle la culpa, ¿no?
La frecuentaba… y ¿era pecado?. Prefirió dejar de sentir su aroma, sus manos untadas en aceite de almendras vagando suavemente por los surcos de su espalda, viajando hasta los más recónditos poros de su cuerpo. Porque también él se sentía culpable por no haber dicho no desde un principio, a ese amor que era imposible que perdurara. Ella se iría algún día, otros amaneceres la esperaban. Él no podía ofrecerle techo porque el que tenía ya estaba ocupado, habitado por aromas de alguien que a él no lo llenaba.
Prefirió establecer barreras, esas que tienden a congelar el amor para mantenerlo intacto, y lo logró. Ella se fue y no lo olvida, ¿Cómo olvidar? Y aún así, ¿él la hace culpable? es que lo delata su eterno silencio.
Estela todavía siente que lo ama, extraña sus saludos madrugados, sus mensajes cotidianos. Es que no hay ni habrá otro igual, es único. ¿Ella será culpable de ese amor imposible? Lo cierto es que nada tuvo que ver con la muerte de un ángel, ese que él tanto quiso ver y no pudo.
El sauce llora ¿Estela también? – Ya no. Todo pasó, así tuvo que ser. Ella lo sabe.
Malania
Imagen Propia
FRASES DESDE EL ALMA
“No cuesta nada ser amable con los demás. No albergues nunca pensamientos negativos aunque alguien te perjudique”. Dalai Lama.
“Algunas esperanzas necesitan de un espejo para comenzar a creer”. Nebuloverso.
“La emoción más hermosa y profunda que podemos experimentar es la sensación de lo místico. Es el legado de toda ciencia verdadera”. Einstein.
“Cada acción que hagas con el corazón, tendrá eco en todo el Universo”. Casa Reiki y Salud.
“Si queremos un mundo de paz y de justicia, debemos poner la inteligencia al servicio del amor”. Antoine de Saint Exupéry.
“Nada nos pertenece en propiedad, más que nuestros sueños, porque nadie nos los pueden quitar”. Nietzsche.
“El éxito no debe ser perseguido, sino debe ser traído por la persona en que quieras convertirte”. Jim Rohn
“BRINDEMOS HOY Y SIEMPRE, POR LA PAZ, LA SALUD Y EL AMOR, Y POR LA PAZ ETERNA DE LOS QUE YA NO ESTÁN EN ESTE MUNDO”. Malania Nashki.
EL PIANO DE ELVIRA
Doña Elvira fue una de mis profesoras más queridas. Jamás la había escuchado gritar en clase o dejar en penitencia a ninguno de sus alumnos. Tocaba el piano como los dioses, era impecable, no desentonaba nunca. Siempre con su cuaderno de pentagramas y notas, esas que me hacían traspirar para aprender sus nombres y la ubicación de cada una. Aún recuerdo la negra, blanca, corchea, fusa y otras tantas más.
Me encanta el piano. Me pasaría horas escuchándolo tocar. Cuando era niña quise estudiar piano pero los ingresos de mis padres no daban para pagar la cuota y me quedé sin hacer eso. Otras necesidades para mí y mis hermanos eran prioridad. La situación era comprensible.
Los días de lluvia eran los más lindos porque muchos de mis compañeros faltaban. Si justo ese día nos tocaba tener clase de Música, la profesora Elvira nos enseñaba a tocar el piano, la ubicación de las diferentes notas en el teclado y hasta el estribillo de alguna canción. Quizás fuimos cinco o seis alumnas que habíamos tenido asistencia perfecta y en el acto de fin de año nos entregaban siempre un presente. Los varones nos llamaban de “chupa media” porque decían que a nosotras, las profesoras y maestras nos preferían más que a ellos. Es que nosotras –Viviana, Dora S., Nilda, Dora M., Beatriz B y Elsa- teníamos buen comportamiento y hacíamos caso a lo que nos pedían que hiciéramos, en cambio a ellos siempre les faltaba algo para terminar las tareas.
Como yo era muy flaca, tal así que algunos de mis compañeros me decían que tenía “patas de tero”, la veía a Doña Elvira como una mujer gorda pero de buena figura. Mucha cadera para una cintura fina. Pero siempre la apreciamos por su caminar nada apurado y saludando a quien se la cruzaba.
Hoy día cuando escucho el sonido del piano, ese piano de cola, con mueble antiguo pero bien cuidado, recuerdo a doña Elvira.Malania
Imagen: de la red
NADIE NOS ENSEÑA A VIVIR
He nacido poco antes de las 7 de la mañana, un día lluvioso y bastante frío.
Nada podía hacer por mi cuenta para ayudar a mi madre, a cortar el cordón umbilical, por ejemplo. En esa época –hace ya seis décadas- no existía en el pueblo un centro de salud que tuviera un ecógrafo. Según las cuentas de mi madre, ella me esperaba para el día en que comenzara el invierno. Pero me adelanté, seguramente quise ver el mundo diez días antes, en otoño. Cuando llegó mi padre con la partera, estaba todo listo como para que me bañe y vista. ¿Cómo se las arregló mi madre? Nunca lo entendí. Por eso siempre fui agradecida con ella y la atendí en lo que pude y como pude, hasta sus últimos días.
En verdad, nadie nos enseña a vivir, pero sí, hay acompañamiento familiar, amistoso, escolar que nos van formando, modelando el carácter y todo lo que somos. A los que vivimos en libertad tenemos opciones de ser o no ser tal como somos. Podemos seguir el ejemplo de los mayores, escuchar sugerencias de ellos, de nuestros maestros y profesores. Pero también podemos abrir y seguir caminos diferentes, que nos den mejor visión de futuro, en el lugar donde nacimos o en otra parte. Lo importante es distinguir qué es lo bueno y qué es lo malo para nosotros y para la sociedad.
Y una de las cosas buenas que tenemos los humanos es cuidar y querer a nuestras mascotas como un miembro más de nuestra familia. Sino, ni vale la pena adoptarlos. A ellos tampoco se les enseña a vivir, pero en cambio adoptan actitudes según nuestros comportamientos para con ellos. Si les damos amor, ellos también nos lo dan.
La de la imagen, se llama Sía. Fue rescatada y adoptada siendo muy pequeña. Estaba malherida, maullaba pidiendo ayuda.
MalaniaImagen: M. J. T.
LA IMPORTANCIA DEL BUEN FUNCIONAMIENTO DE LOS INTESTINOS
Siempre he sido delgada, con mis 64 kilogramos de acuerdo a mi estatura, es así, el peso es normal. Durante el camino de la vida he tenido sinsabores a causa de enfermedades de familiares directos, a los que he tenido que acompañar por muchos días en hospitales, clínicas y sanatorios. Muchas veces tuve que enfrentarme al personal de salud por diversos motivos que no pasaré a contar porque no viene al caso. Lo importante es que de todas esas experiencias he pasado días enteros con mucho estrés, pero no me daba cuenta de que no estaba comiendo bien, lo hacía a cualquier hora del día, o a veces, ni comía. Sufría de migrañas, dolores en las piernas, ansiedad, etc.
A causa de esa vida con desorden alimentario y otros factores, me enfermé de hipertiroidismo y tuve que someterme a cirugía. Por suerte, y como siempre digo, “Gracias a Dios” el nódulo era benigno. Con el pasar del tiempo comencé a sentirme hinchada, todo lo que comía engrosaba mi abdomen, parecía embarazada. Pero por supuesto que a mi edad eso es imposible. Jubilada, sin muchos compromisos de horarios ni obligaciones laborales, ya no padezco estrés. Comenté con algunos amigos sobre mi problema, y ante algunas sugerencias de investigar el porqué de esa situación, he llegado a la conclusión de que mi problema está en los intestinos. Es probable que tenga intestino permeable.
A sugerencia de un amigo. R. E. Ch., vi un video en YouTube que trata sobre el tema y fue así que aumentó mi interés hasta adquirir el libro “Resetea tus intestinos” del Doctor Facundo Pereyra.
Voy a compartir algunos párrafos del libro, ya que sería muy egoísta de mi parte quedarme con tan valiosa información.“Con el tiempo me fui convenciendo de algo muy real: muchos de los problemas crónicos de salud se relacionan con algún grado de mal funcionamiento del intestino y de la comunidad de microorganismos que habitan dentro de este, más conocida como microbiota, lo escribió el autor del libro.
Reparar los intestinos y potenciar su funcionamiento constituye una herramienta novedosa y útil para aliviar muchas enfermedades crónicas.
Del mal funcionamiento de los intestinos pueden aparecer problemas digestivos varios, colon irritable, gastritis, problemas de la piel, dolencias osteomusculares, cefaleas, fatiga, estrés, ansiedad, depresión, como así también enfermedades autoinmunes, fibromialgia entre otras.
El secreto es poner a descansar al aparato digestivo a través de una correcta alimentación. Puede haber algo funcionando mal en el intestino que afecta al resto del cuerpo. También los afectados por problemas intestinales pueden manifestar síntomas asociados como cefaleas, edemas, hormigueos, fatigas, alergias o artralgias.
El autor del libro dice: “después de mucho investigar encontré algo interesante, la medicina funcional y el naturismo describían el síndrome de intestino permeable” y continúa:
Según esta teoría en personas genéticamente predispuestas el intestino podría ser afectado por el estrés, cambios hormonales, alimentos (gluten, lácteos etcétera) o ciertos medicamentos y en consecuencia aumentar su permeabilidad e incrementar el tráfico de toxinas desde la luz hacia la sangre, irritando en forma continua a las células de defensa (sistema inmunológico).
Muchos deambulamos de médico en médico con síntomas digestivos padeciendo también muchos otros extradigestivos sin encontrar una solución a su problema.
Hipócrates célebre médico griego del año 460 antes de Cristo, considerado el padre de la medicina occidental, sostenía que las enfermedades empezaban en los intestinos.
Su enfoque terapéutico se basaba en el poder curativo de la naturaleza porque según su teoría el cuerpo contiene la forma natural de curarse.
La medicina funcional creada por el doctor Jeffrey Bland, allá por 1960 considerada por algunos como la medicina del futuro, apunta a buscar la raíz de los problemas antes de usar medicamentos.
Considera al individuo en su totalidad: interacción cuerpo, mente y espíritu para un complejo abordaje parte de la premisa de que el origen de los problemas crónicos de salud en su mayoría responde a patrones alimentarios inadecuados y al estrés.
“El síndrome de intestino permeable” trata de la invasión permanente de sustancias que irritan crónicamente las paredes del tubo digestivo y enferman al sistema inmunológico.
Los síntomas de intolerancia al gluten no celiaca no son exclusivos del gluten, se deben, en realidad, al mal funcionamiento del intestino, secundario a los distintos factores que al igual que el gluten, afectarían la permeabilidad intestinal.
El revestimiento del intestino está formado por millones de células. Estas células se unen para crear una barrera hermética que actúa como un sistema de seguridad y decide qué se absorbe en el torrente sanguíneo y qué se queda fuera.
Sin embargo en un intestino enfermo el revestimiento puede debilitarse por lo que se desarrollan agujeros en la barrera. Como resultado, las toxinas y las bacterias pueden filtrarse al cuerpo, lo cual puede desencadenar inflamación y causar una reacción en cadena de problemas.
El intestino representa el órgano principal de nuestro sistema inmunológico ya que el 70% de las células de nuestra defensa vive en sus paredes. Por eso cuando anda mal el intestino anda mal nuestro sistema de defensas.
Siempre supimos que cualquier emoción del cerebro puede afectar nuestros intestinos. Pero ahora, gracias a las últimas investigaciones científicas, sabemos que el asunto es bidireccional: los problemas en el intestino pueden afectar a nuestras emociones y también pueden causar ansiedad y depresión en algunas personas.
Al conjunto de los microorganismos que viven dentro de nuestro intestino se lo denomina microbiota.
Trillones de microorganismos viven en la cavidad o luz del aparato digestivo: hongos, bacterias, virus y parásitos conviven y colaboran con nuestra salud en varios aspectos.
La microbiota funciona como una fábrica de químicos necesarios para nuestro cuerpo, porque sencillamente no podríamos vivir sin ellos. Cada “bichito” es una pequeña usina que produce miles de sustancias a partir de la fibra que nosotros ingerimos. Si bien aún la mayoría de esas sustancias no son reconocidas por la ciencia, se reconocen algunos metabolitos saludables de nuestra microbiota.
La clave para que la microbiota se considere saludable es la variedad. Deben existir al menos 700 especies de microorganismos para que nuestra microbiota funcione adecuadamente fabricando los químicos que necesitamos.
El intestino es nuestro primer órgano de defensa”.
A todo esto debo agregar que cuando todavía estaba en actividad, sufrí un episodio por el que tuve que visitar a mi médico de cabecera, el que me derivó en forma urgente a un especialista en aparato digestivo. No podía comer porque todo devolvía. Tenía vómitos, cólicos muy dolorosos y fiebre. Realizados los estudios pertinentes en un centro especializado se llegó a determinar que había úlcera estomacal. El médico actuante me indicó dieta estricta, por supuesto que también tuve que soportar dos o tres ampollas inyectables para superar el malestar de ese momento. Luego de ese tiempo, concurrí nuevamente al consultorio médico. Me ordenó los mismos estudios que había hecho días atrás, y no por casualidad se demostró que la úlcera había desaparecido. La dieta de comidas saludables, guiada por una nutricionista, fue importante y todavía lo es. No la he abandonado.
Pero como dije al principio, mi problema hoy son los intestinos. Nada me duele, simplemente me noto hinchada después de comer. ¿Debo cambiar de dieta? Seguramente que la respuesta es SÍ.
Este libro me abrió la mente y lo leo con gran alegría, porque creo que he encontrado el motivo de mi malestar y veo que hay un camino por el que debo seguir para lograr mi bienestar general.Malania Nashki.
Imagen de la red.
SALUDOS CON LLUVIA
Le pareció triste y gris el paisaje del día, no era invierno pero algunos árboles estaban desnudos y secos por falta de lluvias. En esta época de pleno verano, el sol quema y no perdona. Una nube le hizo creer que las próximas horas traerían algo de agua, para aliviar el ambiente infernal y sofocante.
Pero siempre hay algo que puede cambiar el ánimo. Un saludo diario, muy particular de las mañanas, con bonitas flores de suaves colores o con fotos de amaneceres en la playa, transforma su semblante.
Otro motivo de alegría es el gorjeo de los gorriones y de las palomas cuando rompe el alba.
Y llegó la lluvia, ríen las flores cuando el viento esparce las gotas y le hacen cosquillas.Malania
Imagen: V. D. S.
EL RECUERDO DE UN ÁNGEL
Cae la lluvia. Aquellos recuerdos que habían vuelto a mi corta infancia, entraron en una nueva nube negra de lluvia y, de pronto, un estremecimiento me confundió. Las ninfas de los recuerdos revolotearon, haciéndome perder el momento siguiente y, al aclarar mi pensamiento, me vi adolescente, volviendo del taller de la escuela técnica: mi overol azul bajo el brazo, por la tarde, con la lluvia de gotas frías cayendo desde el cielo, o desde las hojas de los árboles de las veredas, en el camino de vuelta a mi casa. Podía distinguir el “olor a lluvia” clásico de esos momentos (como a “tierra mojada” pero de otro lugar, no de donde uno camina). Y muchas veces -en primavera- disfrutar del perfume de los azahares en las gotas de agua caídas de cada planta cuando pasaba debajo, por las veredas tucumanas. En aquel momento todo parecía natural, y hoy lo llevo en mí como un recuerdo mágico. Pero ese muchacho -que era yo-, caminando sin remedio bajo la lluvia para retornar a su casa, una vez se cruzó o compartió camino por unas pocas cuadras con una joven adolescente, yendo en el mismo camino. Y todo aquello me llevó a recordar el momento de mi primer amor. De aquello me queda, más en el corazón que en la mente, un recuerdo imborrable y especial: una niña hermosa de unos ojos muy claros que parecían aguamarinas, un cabello rubio y largo, un cuerpo demasiado delgado (como me gustaba), con una infinidad de pecas en su cara, arremolinadas alrededor del punto medio de su nariz. Ella iba mucho más ordenada: Cubierta con una capa impermeable en la lluvia, que hasta tenía una capucha para su cabello, caminaba a paso rápido por aquellas veredas recubiertas de pétalos de los azahares, que las gotas de lluvia habían derramado desde los naranjos en flor. Ver tanta belleza junta era como si el camino que hacíamos ¡había tomado una derivación hacia el cielo! Y era un regalo del cielo compartir con aquella mujer casi niña, y tan hermosa, mi camino por unas cuadras… 3/5. Lejos de importunarla, yo buscaba una manera elegante de ver su hermoso rostro. Caminar más rápido y pasar delante de ella pidiendo “Permiso”, y luego, por cualquier razón detenerme y darme vuelta para verla venir hacia mí, era una estrategia. O bien caminar delante de ella, pero sólo unos pasos adelante, como para no importunarla y -en mi ilusión- cuidarla en su camino hacia su casa. Un día se me ocurrió seguirla de lejos, para averiguar donde vivía. Así, encontré que entraba en una hermosa casa con un gran jardín al frente, sobre la avenida más importante del barrio. Fue suficiente en aquel momento, para mí. Sabiendo donde vivía, mi ansiedad me hizo pasar caminando frente a su puerta, uno que otro día. Hasta que un día sucedió. Ella estaba en la ventana y nuestras miradas se encontraron. Allí, desde su seguridad, me miró y me dirigió una sonrisa que, para mí, era todo. En ese momento fue que sentí que mi corazón se destrozaba de amor por ella. La vida siguió y yo, con mis flamantes 17 años, siendo uno de los mejores alumnos de mi exigente colegio técnico, y hasta un buen yudoka creía (como en mi juventud), que todas las cosas del mundo estaban disponibles para mí. Así, una vez a la semana, pasaba frente a su hermosa casa, sólo para poder verle, si es que estaba en su jardín de enfrente. Y mi realidad cambió. Los días siguientes, en el camino, comencé a acercarme a ella. La saludaba, me acercaba a ella con respeto, y trataba de conversar de cualquier cosa, como para entrar en confianza y poder hablar. Tuve la dicha de poder tener para mí esos dientes frontales grandotes de su hermosa sonrisa, alguna respuesta tímida con su voz suave, admirar ese cabello rubio que era mi sueño, aquella hermosa cara al natural, y sus orejas pequeñas con aros aún más pequeños. Sus manos eran las de un ángel, no llevaba uñas pintadas sino simplemente bien cortadas. Soñaba con que -alguna vez- aquellas hermosas manos me tocarían la cara, acariciarían mi cabello. Entre las pocas cosas que me contó, lo más importante fue su nombre: Daniela. Tampoco necesitaba más. Un fin de semana, sin nada especial que hacer, siendo ya sábado, y de noche, decidí hacer un paseo frente a la casa de aquel ángel al que amaba, sólo sabiendo su nombre. Al ir llegando, vi que había una fiesta en su casa. Al pasar la vi vestida como una princesa, mejor dicho ¡como un hada!, saludando a la gente que ingresaba. En el camino escuché invitados que hablaban de un cumpleaños de 15. ¡Era su cumpleaños de 15! Y ¡qué hermosa estaba! No pude evitar pasar (tratando de pasar desapercibido) otras veces más por su vereda, mirando hacia adentro, a su jardín, donde ella y sus padres recibían a los invitados que llegaban. En una de esas pasadas, ella se fijó en mí y nuestras miradas se cruzaron. No sé cuál fue la expresión de mi rostro, pero ella cambió su sonrisa, y se puso seria. Quizás, interpreté como que se asustaba, y el que se asustó realmente había sido yo. De hecho, decidí no pasar nuevamente. Me dediqué a ver los vehículos de los invitados que habían llegado y seguían llegando. Todos vehículos caros, gente muy bien vestida… obviamente gente rica, o de muy buen pasar económico. Había dos caminos (como siempre hay): El que mis sentimientos me indicaban, que era acercarme con respeto y hablarle, en algún momento, de mi amor y adoración por ella. O bien justo lo opuesto, que era evitar de verle en adelante, porque nuestros mundos eran distintos. En la noche de aquel día, estudié la situación, recostado ya de noche en mi cama. 4/5 Lo que siempre tuve presente fue cuidarle, como creía haberlo hecho siempre en la calle, caminando ambos de retorno del colegio un corto tramo, juntos. La solución debía implicar – en primera instancia- lo que fuese mejor para ella, independientemente de mis otros deseos. Luego recordé algo que mi madre siempre me decía, aunque -hasta ese momento- no sabía yo cuál era la intención de sus dichos: “Siempre hay que rodearse y elegir compañía entre los de nuestra posición económica y nuestra cultura. Eso llevará a poder entenderse de la mejor manera”. Conocía la historia de mis padres y todo consejo de ellos eran tenidos muy en cuenta por mí. Evalué que nosotros -aunque cultos- éramos muy pobres, comparados con la familia de esta niña a la que amaba, y que, por más buen alumno que fuese, aún con mis anhelos de recibirme de ingeniero, no iba a calificar como pretendiente de una joven tan hermosa, de una familia tan rica. Más aún, hablo de más de 50 años atrás, cuando las mujeres de 15 años eran sólo niñas, y no podían siquiera decidir en sus preferencias (o al menos era lo que yo tenía aprendido de la enseñanza familiar). Ni hablar de las restricciones que teníamos los varones… Recordé -y sin querer- la cara de miedo de mi hermano cuando mi madre nos castigaba (Eran tiempos en los cuales venían “palizas” por cualquier detalle). ¡Jamás!, jamás, me prometí. Pero jamás de los jamases, haría cualquier mínima acción que pudiese dañar a Daniela, y menos en su relación con sus padres (donde imaginaba alguna reacción de las típicas de mi madre con una hija, si hubiese tenido una). Decidí, con muy hondo sentimiento, y llorando de bronca en esa noche que casi ni dormí, que me había hecho muchas ilusiones de “nada”, que aquel amor era imposible, que aquella sonrisa hermosa regalada desde su ventana, esa mirada dulce de sus ojos increíblemente hermosos, no eran para mí. O bien, no representaban aquello que tanto había creído por solamente un poco tiempo antes. Y decidí que no debía verla más por su seguridad. Cambié el recorrido de mi camino vuelta a casa desde el colegio para no tentarme a hablarle, y busqué olvidarle. Me concentré en mis estudios y también, de ahí en adelante, en mis clases de yudo jamás vieron un oponente con tal ferocidad como la mía. Descargué toda mi frustración en cambiar lo que era en ese momento: un muchacho pobre. Clasifiqué en mis estudios con las notas más altas de la promoción, me gradué de cinturón negro de yudo campeonando en todos los torneos que me presenté, y me preparé para el capítulo siguiente de mi vida, que era trabajar todo el día, e ir a la Universidad Tecnológica Nacional de noche, para graduarme de ingeniero sin descuidar de trabajar, como todo pobre hace. Así lo hice, dedicándole pasión al trabajo y al estudio, obteniendo siempre felicitaciones, y las más altas notas… Mi vida así, se encaminó a lo normal, a lo de todos… todo inconscientemente hecho para olvidar, sin lograrlo. Por eso, a veces, cuando cae la lluvia, aun cuando no estoy viviendo en Tucumán, sino en Buenos Aires, suelo salir a caminar bajo la lluvia, como cuando era adolescente, a mojarme como antes ¿La ropa? ¿El calzado? ¡Qué importa si se moja! Me convertí en un ingeniero famoso, gané mucho dinero, hice más de una familia (quienes se llevaron mucho de mi dinero sin que me importase demasiado…), y tantas cosas más… hasta la soledad de mi presente. Por eso a veces (y tan sólo a veces), cuando camino bajo de la lluvia, extraño cosas… Extraño aquel perfume de azahares que venía con las gotas de agua; el cuidar donde pisaba al caminar las veredas tucumanas (tenía un solo par de zapatillas, no las podía arruinar); el agua corriendo fuerte en la calle… pero más que nada (aún sin querer reconocerlo), la extraño a ELLA. 5/5 A aquella niña/mujer hermosa que me robó el corazón, y nunca me animé a pedirle que me lo devolviese, o lo compartamos, estando juntos. Sueño despierto con esa boca de labios perfectos, con esos dos dientes grandotes adelante que, en mis sueños, me susurran: “Te amo…”. Algo que nunca ocurrió… Como todo cobarde, merezco el castigo de la historia de mi vida, de los recuerdos que trato de encerrar en un cofre hermético de mi cuerpo para que no me hagan llorar más y que, sin embargo, una misteriosa llave saca la traba del cofre, y los recuerdos salen de su recinto y me refriegan aquellas vivencias por la cara, cuando la lluvia cae. Por eso lloro, cuando camino bajo la lluvia, mirando hacia adelante y detrás, de a momentos y sin darme cuenta, pensando que voy a encontrar a alguien que decidí dejar en otro lugar hace mucho, mucho tiempo, sin que nadie -ni ella misma- sepa… Y por eso, si se llega a dar la casualidad de que algún día me encuentres caminando bajo la lluvia, te acerques a saludarme, veas mis ojos mojados, te parezca que estoy llorando, y me lo preguntes, seguro te diré que no, que jamás lloro… es agua de lluvia que me entró a los ojos. Claro: Seguro diré que es agua de lluvia, ¡sí!, pero no de “esta lluvia”, sino de antiguas lluvias tucumanas, cuando caminaba con los ojos grandes y felices mirando a aquel hermoso amor de mi juventud al que -al final- decidí no volver a ver nunca más. Es agua de lluvias pasadas que llenaron el lugar más recóndito de mi corazón. Y que a veces, cuando camino bajo la lluvia, se derrama con cada suspiro, cuando estruja mi alma ese sentimiento al que me llevan los recuerdos.
Malania
Imágenes: Gentileza de R. E. Ch.
Texto escrito y compartido por R. E. Ch.
CAMINATA MAÑANERA
Hoy no tuve el despertar de pájaros como otros días, pero por suerte escuché la alarma. El amanecer nublado y la brisa fresca invitan, después de un día caluroso como el de ayer, a disfrutar de un rato más en la cama o en el nido.
Salí a caminar antes de que salga el sol, pero hoy también se quedó dormido como los pájaros, porque no asomó su cara.
Me gusta escuchar el canto del gallo desde lejos –porque en el barrio donde vivo no hay ninguno-. Hoy cantó una vez y desde algún lugar, otro respondió dos veces. Me recuerda a mi niñez. Mis padres tenían gallinas y gallos.
El perro blanco y flaco –así es su raza, no es que esté desnutrido- acostado en la vereda de la manzana número dos, me mira, pero no mueve más que su cabeza para seguir durmiendo.
Un suave aroma a madreselvas inunda la esquina. Todavía no están florecidas en todo su esplendor. Seguramente no es época.
El sereno de la obra de la manzana uno, está preparando su mochila como para abandonar su puesto por hoy. Su tarea ya está cumplida.
Me acerco a la ruta y apuro el paso. Justo dio el semáforo verde para poder cruzar y si no me apuro perderé el turno. Un joven en bicicleta cruza la colectora en rojo pero con voz de enojado me grita: -¡Por qué no miras antes de cruzar!
¿Qué debía mirar si el semáforo fue habilitado para mi paso? ¡Hay cada uno!…
Al otro lado de la ruta hoy no está el hombre que siempre toma mate a estas horas en el porch. También se durmió.
El vendedor de chipa se apura para llegar al semáforo y vender a los que esperan el turno para pasar.
La señora de la moto, -que seguramente viene de dejar su trabajo nocturno en algún lugar, quizás cuida algún enfermo- acelera para llegar pronto a su casa. O será que viene de su casa y entra a esta hora a trabajar vaya uno a saber dónde.
Un perro negro olfatea la cola de otro, no sé si es perra o perro, qué más da. Ambos se van juntos por una calle lateral.
Una vez me preguntó la tía de mi nuera si yo no tengo miedo a los perros cuando salgo a caminar al amanecer. Y no, no tengo miedo. Nunca ni siquiera me ladran.
Los acondicionadores de aire funcionan como eslabones en cadena. Todo indica que la mayoría de la gente todavía duerme. Si todos salieran a caminar –pocos lo hacen- se podría economizar energía eléctrica y aumentaría la energía humana. Algunos suelen decir que están cansados, y no saben por qué.
A través de una ventana entreabierta se escucha una música que no puedo distinguir de quién es. No me gustan los temas raperos y menos a estas horas de la mañana. Prefiero un buen chamamé o un valerón, que levanta el ánimo y obliga a saltar de la cama.
Llego a la esquina vértice de las dos avenidas. El sereno que custodia los locales de ese lugar espera el horario para acabar su tarea, mientras un perro negro y otro gris, los que siempre lo escoltan, duermen plácidamente. No son suyos, son del barrio y lo acompañan todas las noches, según dijo a un interlocutor que esperaba el colectivo; justo en esa esquina hay una parada.
La panadería está cerrada, y con más razón, la heladería.
Un conductor espera sentado en el borde de la vereda a que abra la gomería. Debe de tener pinchada la cubierta de auxilio.
Un camión con chapa patente brasileña, largo como si estuviesen unidos dos juntos, con su carrocería totalmente tapada con lona azul, está estacionado esperando el despertar de su chofer para comenzar a mover las ruedas.
Otro camión con su motor encendido, está pronto a salir a descargar los artículos de almacén que lleva en su carrocería.
La señora que hace las tareas de limpieza en una iglesia cristiana, abre los dos candados del portón de frente. Hoy llegó tarde, porque la mayoría de los días cuando cruzo por aquí, hay agua en la vereda, señal de que ya ha limpiado esa parte.
Muchos autos van por la avenida –doble mano separadas por un bulevar con senda peatonal en el medio y muchos árboles- en el mismo sentido que yo, pero por la calle de enfrente. Todos van en dirección a la ciudad. Pocos son los que vienen en sentido opuesto a mí. Algunas motos se adelantan a los automóviles y las bicicletas se desplazan por el sendero que les corresponde.
En la esquina de la carnicería, donde doblo para caminar hasta la colectora y emprender mi regreso, está el perro de color canela. No duerme, está atento a la llegada de su protector, como buen guardián. Al otro perro del mismo color, pero más viejo, hace días que no lo veo. ¿Le habrá pasado algo?
El verdulero hoy también se durmió. Su local está todo cerrado.
El almacén de artículos plásticos, mayorista y minorista, también cerrado. ¡Por supuesto! Si recién son las 6.10 de la mañana. Abrirá a las 8 hs. A quién se le va a ocurrir ir a comprar algo de plástico a esta hora.
Lo mismo ocurre con el que vende maderas. Sólo los dos perros, uno rottweiler y el otro, un cachorro ovejero alemán, duermen en el gran patio de tierra y pasto. Tienen sus respectivas casas pero prefieren estar tendidos al aire libre.
La casa de la planta de mangos, también tiene dos perros, pero son de tamaño pequeño. Son blancos con ojeras negras. Nunca ladran cuando paso.
Mientras camino, pienso: ¿Será que el hombre que cuida la casa de fin de semana, la que tiene un gran parque a su alrededor, estará sentado tomando mate al costado de la mansión? Me acerco y lo único que veo son flores y plantas muy bien cuidadas, y dos perros enormes –antes no había mascotas- que corretean y ladran a otros dos pequeños que salen de la casita de enfrente. El hombre del mate también se durmió.
En la esquina hay un kiosco que nunca está abierto, tampoco tenía perro. Pero hoy me ladró, es la primera vez que escucho un ladrido hacia mí. Es que me agaché para arrancar una hoja de “paico, kaahé” o ka’a he’ê”, hierba medicinal muy perfumada que sirve para mezclar con la yerba del mate, (Las hojas con o sin el tallo se utilizan para el tratamiento de problemas digestivos. También en los niños para las diarreas, enfermedades estomacales y hepáticas. La yerba de lucero combinada con hojas de ka’a he’ê son muy efectivas para calmar la acidez estomacal) ¡Claro! La planta está en su vereda, ¡Cómo no me va a ladrar!.
Continúo mi camino con la esperanza de encontrar al herrero, que a esta hora suele estar acomodando chapas y hierros para exponerlas al público, también para liberar espacio y poder trabajar cómodamente. Quiero pedirle que construya un armazón de sombrilla a modo de pérgola para el jazmín del patio de casa. Pero no está. ¿Se habrá quedado dormido?. Sigo caminando por la vereda, saludo al dueño de otro kiosco –este sí, siempre está abierto- y su señora, ellos siempre están tomando mate sentados en el patio detrás de la verja. Antes se sentaban en la vereda, pero hace bastante tiempo que no lo hacen. Les preguntaré un día de estos, con discreción, qué pasó, el antes y el ahora. El barrio es seguro, pero ellos viven por la colectora de la ruta, quizás hayan sufrido algún acto vandálico.
Diviso a un hombre en bicicleta. Es el herrero que ha salido a pedalear. No sé cómo lo hace, porque en su pierna derecha tiene una prótesis ortopédica. Saludó con un Buenos Días y siguió su camino. Otro día le diré lo de la pérgola.
Casi estoy llegando a la ruta, el semáforo habilitó el paso más largo en tiempo, pero no sé si llego para cuando me toque el turno. Así que mejor, espero al próximo.
El vendedor de chipas sigue firme en su puesto callejero. ¿Habrá vendido algo? No lo sé ni se lo preguntaré, porque después no me lo quitaré de encima. Los vendedores ambulantes son “muy pesados”.
Cruzo la ruta y veo al mendigo, el mismo que hace días está en esa esquina, sucio y muy flaco. Algo tengo que hacer –pienso- alguien debe que asistirlo.
El gato blanco y gris –hoy no se me cruzó el gato negro, que según las creencias trae mala suerte, pero se me cruzó ayer y no me trajo nada- espiaba a los pajaritos que a esta hora, casi las 7 de la mañana, empezaron a cantar.
Una casa frente a la avenida, casi al final de mi recorrido, baja, amplia, de barrio, la han pintado en dos tonos de verde y el piso lo han esmaltado de rojo. Quedó preciosa. Qué lindo es ver casas bien pintadas y con jardines.
En el destacamento de policía ya han izado la bandera argentina y también la de la provincia. Todos los días la arrían antes del ocaso y la vuelven a izar temprano, al salir el sol.
Llego a casa. Me reciben no solo mis perras con sus colas de plumero sino también los pajaritos que piden comida con sus trinos. ¡Vaya recibimiento!
Y así, día a día siempre que el estado del tiempo y mis actividades de jubilada me lo permiten, realizo la caminata diaria. Es una forma de sentirme bien, feliz de poder hacerlo y me olvido de cualquier dolencia que pude haber tenido antes de salir, si me dolía una pierna o cualquier otra parte del cuerpo.
CAMINAR HACE BIEN A LA SALUD.Malania.
Imágenes propias.
AGUJEROS
Las mañanas sin tu saludose vuelven sordasno transmiten nadani el eco de mis aventuradas palabras.Es como pasar de la luz del sola la sombra fría de la lunaes como ir y venir entre negras rocascon hierba crecida y agujereadapor los escarabajos que pululano las orugas que se escondenentre las hojas marchitas y oscuras.Así vive mi alma en un túnel de dolorsin tus respuestas que alienten alguna razónpara dar sentido a volver algún díay poder ver el generoso soldesparramando su dorada calidezsobre las montañas de tu vida y la mía.Malania
Imagen propiaNAVIDAD 2022
ETIMOLOGÍA DE LA PALABRA NAVIDAD
(De Escritores.org.)
La palabra Navidad tiene un mismo origen en todas las lenguas romances. Según la RAE navidad procede del latín tardío “nativitas, -atis”, que significa nacimiento. Lo define tanto como la festividad anual en la que se conmemora el nacimiento de Jesucristo, pero también, por extensión, como el tiempo comprendido entre Nochebuena y la festividad de los Reyes Magos.
La palabra Navidad tiene su origen en el vocablo latino “nativitas” que proviene del verbo “nascor” (nacer), de raíz indoeuropea.
En otras lenguas de origen latino como el portugués, el italiano, el catalán o el gallego la etimología es muy similar pero en estos casos proviene de la expresión “diem natalem Christi” (el día del nacimiento de Cristo), y deriva en “Natal” (portugués), “Natale” (italiano) o “Nadal” (catalán y gallego).
En francés Navidad es Noël, y está documentada su aparición en el SXII como “Noelen” en los manuscritos del monje Philippe de Thaon.
En las lenguas germánicas el origen es distinto, en alemán se dice “Weihnachten”.”Weih” es una corrupción del vocablo germano wi?ja o wiha, que significa sagrado, y “nachten” significa noche, por lo que sería traducido como Noche sagrada.
En inglés, en cambio es “Christmas”, el vocablo procede de la expresión “Cristes mæsse” (Misa de Cristo) y de ahí evolucionó a “Christ’s Mass”.
Fuente: © Escritores.org.
De acuerdo a esta información, cada uno de nosotros sabrá cómo festejar ese día, cómo adornar el ambiente donde vivimos, si alcanza solo con armar el árbol de Navidad o también el Pesebre. Si los que podemos compartir la mesa de la Nochebuena recordamos qué estamos festejando o simplemente nos preocupamos de satisfacer nuestro estómago comiendo y bebiendo lo que más nos gusta. De todos modos creo que todos agradecemos a Dios por tener alimentos para compartir, como ser, el tradicional pan dulce navideño.
De mi parte, tengo que dar GRACIAS a Dios y también a la vida, por permitirme compartir en paz, armonía y mucha alegría con mis hijos, nueras, nietas y familiares de mis nueras, que también son como de la familia.
Es mi gran deseo que reine la PAZ y la ARMONÍA en todos los hogares del mundo no solo en este tiempo navideño sino todo el año. La alegría es salud. Que nunca falte el pan diario en cada mesa familiar.FELIZ NAVIDAD 2022.
Malania.