• General

    TRAS EL VENDAVAL

    Los tulipanes renacieron
    entre los cilicios de la duda
    y la llovizna de las primeras luces.
    Se miró al espejo
    y detestó su propia imagen.
    La vida se volvió áspera
    mientras en el jardín
    la copiosa lluvia y vendaval
    secuestraron  pétalos y hojas nuevas.
    La rosa y otras flores asustadas
    volvieron a cerrarse en pimpollo.
    Pero el sol no tardó en brillar
    y las nubes gozaron airosas
    del aroma de las caléndulas.
    Su mirada se volvió diáfana
    ante la rosa florecida
    con sus pétalos abiertos.
    Imagen: R. E. Ch.
                                             Malania
  • Poemas

    COMO LÁMPARA ENCENDIDA

    Con su cola destellante,
    como la de una cometa
    y sus ojos chispeantes,
    como lámpara encendida,
    brillan en medio de la bruma
    o bajo el sol radiante.
    Dejó sus rasgos trazados
    en la más calma y suave noche.
    Sin temor a nada
    desapareció de su casa.
    Lo buscaron por todos lados
    pero de él nadie sabía.
    Apareció por detrás
    trepado de una cortina,
    en la plenitud de la tarde  
    de una siesta celeste,
    en lunes de otoño
    con olor a hierbas de montaña
    y hambre de más de  tres días.
    Seguramente sabía,
    por intuición o por olfato,
    que hoy celebrarían
    el cumpleaños, de una
    de las hijas de la familia.

    Imagen: V. D. S.

  • Poemas

    POEMA DE GABRIELA MISTRAL

    ¡De qué quiere Usted la imagen? Preguntó el imaginero:

    Tenemos santos de pino,

    Hay imágenes de yeso,

    Mire este Cristo yacente,

    Madera de puro cedro,

    Depende de quién la encarga,

    Una familia o un templo,

    O si el único objetivo

    Es ponerla en un museo.

    Déjeme, pues, que le explique,

    Lo que de verdad deseo.

    Yo necesito una imagen

    De Jesús El Galileo,

    Que refleje su fracaso

    Intentando un mundo nuevo,

    Que conmueva las conciencias

    Y cambie los pensamientos,

    Yo no la quiero encerrada

    En iglesias y conventos.

    Ni en casa de una familia

    Para presidir sus rezos,

    No es para llevarla en andas

    Cargada por costaleros,

    Yo quiero una imagen viva

    De un Jesús Hombre sufriendo,

    Que ilumine a quien la mire

    El corazón y el cerebro.

    Que den ganas de bajarlo

    De su cruz y del tormento,

    Y quien contemple esa imagen

    No quede mirando un muerto,

    Ni que con ojos de artista

    Solo contemple un objeto,

    Ante el que exclame admirado

    ¡Qué torturado mas bello!.

    Perdóneme si le digo,

    Responde el imaginero,

    Que aquí no hallará  seguro

    La imagen del Nazareno.

    Vaya a buscarla en las calles

    Entre las gentes sin techo,

    En hospicios y hospitales

    Donde haya gente muriendo

    En los centros de acogida

    En que abandonan a viejos,

    En el pueblo marginado,

    Entre los niños hambrientos,

    En mujeres maltratadas,

    En personas sin empleo.

    Pero la imagen de Cristo

    No la busque en los museos,

    No la busque en las estatuas,

    En los altares y templos.

    Ni siga en las procesiones

    Los pasos del Nazareno,

    No la busque de madera,

    De bronce de piedra o yeso,

    ¡mejor busque entre los pobres

    Su imagen de carne y hueso ¡

    Texto tomado de la red.

  • Poemas

    CALÉNDULA

    Nada suntuosa,
    pero sí, admirable
    a solaz yergue su belleza
    cuando se disipa la neblina
    y el sol la ilumina.
    Lejos de las ninfas
    y de oscuras estrellas
    lejos del basural
    de jardines ocultos
    de  vitrales helados
    y espinosas enredaderas.
    Cómplices,  el viento
    y la resquebrajada tierra
    no impidieron
    después de una pesadilla
    que renazcan las gardenias
    y también una caléndula.
    Lejos del mar
    aspiró su propia fragancia
    y creció
    lejos del sopor
    de las aves nocturnas
    con una vida plena
    vestida de belleza
    excede los límites
    de la naturaleza.
    Imagen de la red.
  • Poemas

    EL PODER DEL SOL

    Buscaba disimular
    su temor por perderlo
    no quería pensar
    que ya lo había perdido.
    Sus ojos caramelo
    miraron al cielo
    observó, lo contempló
    las estrellas cetrinas palidecieron
    y se removieron incómodas.
    Una oscura nube ensombrecía
    el amanecer de aquel día.
    Alguien sobrevive en estas tierras
    pensó en voz alta al ver
    los primeros rayos luminosos
    desafiando a la nieve
    que cubría el inmenso rio
    El sol sin albergar duda
    logró brillar
    hasta el más profundo abismo
    de la  barrera gris
    entre ella y él
    y quizá logre
    entibiar  sus corazones.
    Imagen propia.
  • Poemas

    ATARDECER EN SANTA HELENA

    Se esconde el sol,
    no hay nada nuevo,
    o sí, es que lo hay,
    cambian los colores del firmamento,
    se matiza el cielo,
    según el estado del sol
    si está triste o contento,
    con el mecer de las nubes
    o con caricias del viento.
    O quizás es mi retina,
    que hace la diferencia
    entre un atardecer y otro,
    o tal vez son pinceladas
    que dan los rayos del astro rey,
    mezclándose entre las nubes
    la atmósfera y el viento.
    Y yo tontamente
    corro, corro y me detengo,
    me paro casi en puntas de pie
    sobre la montaña de tierra roja,
    frente a este espectáculo natural
    y lo observo, lo contemplo.  
    Tomo varias fotografías
    para captar el momento,
    para compartir contigo
    antes que se escape el tiempo.
    Sí, contigo. Es para ti
    que me estás leyendo.
                                                 
  • Minicuentos

    VIOLETAS DE VIOLETA

    Era la tercera hija del matrimonio y primera mujer. Se llamaba Violeta, muy  bonita, no tanto como una flor, pero no era fea. La afeaba su forma de ser.
    Un día se enojó con su madre y le arrojó una silla de madera dura, esa que su mismo padre había fabricado. Por suerte la mujer mayor pudo esquivarse y no le hizo daño, pero con la silla rompió dos vidrios de la ventana de la cocina que daba a la calle.
    En el pueblo no se conseguían y mientras tanto, para impedir que penetre el frío viento de invierno, su padre tapó los grandes agujeros provisoriamente con pedazos de madera.
    Esos ataques de nervios solía tener de tanto en tanto cuando su madre la reprendía por algún comportamiento fuera de lugar, o cuando pedía algo que no se le podía conceder.
    Había estudiado en una Escuela Profesional de Mujeres. Sabía confeccionar muy bien prendas a medida y con eso aportaba económicamente a su familia. Quizás ese era uno de los motivos de sus ataques.
    Violeta se casó, tuvo varios hijos. Pero su enfermedad de estrés incontrolable nunca pudo superar, y lo que hacía antes con su madre, también lo siguió haciendo con su marido e hijos. Fue siempre violenta y compulsiva.
    Su hermana menor nunca comprendió el motivo de esa forma de ser.
    A Violeta le gustaban las flores silvestres del color de su nombre.

    Imagen propia.

  • General

    ILUSIÓN ÓPTICA

    Escudriñaba cada matiz,
    anonadada
    ante el espectáculo inigualable.
    Entre las nubes una cara
    y un sol que opaco estaba.
    Entre las montañas una casa
    y los picos con nieve en avalancha.
    Un camino con barro, piedras,
    nieve y charcos, en señal
    de la lluvia de noches pasadas.
    En el arroyo un criadero
    de carpas doradas.
    Y a ambos lados el trigal
    que no se intimida
    ante el frío de las heladas,
    ofreciendo un espectáculo
    de colores incomparables. 

    Imagen: C. J. V.

  • Poemas

    EXCELSO

    Los dos se apiñaron en el recodo,
    el frío arrancaba suspiros,
    mientras  ambos
    oteaban minuciosamente sus orillas
    para encender el fuego más íntimo.
    Así aguardaron el sol del mediodía.
    La claridad de una diferente jornada
    se techaba de blanco y oro
    con destellos plateados que refulgían
    del inigualable fulgor de sus cabellos claros
    sobre una dulce almohada
    y ensortijados hilos dorados
    bajo el manto estampado de las sábanas.
    El cielo se había encendido
    con reflejos de un sol mezquino.
    Imagen: C. J. V.
  • General

    HELIOTROPO

    Callaba para escuchar el silencio de la sala,
    mientras  tejía maravillosos versos sin artificios.
    Su rostro asalmonado soltaba
    gestos de pasión, dulzura o sorpresa,
    mientras con su mirada recorría
    los cuadros de la galería.
    De pronto se detuvo ante uno
    con predominio del color que más preciaba.
    Sintió un olor fino y suave que de allí brotaba,
    ramilletes de heliotropo aroma a violetas.
    Vaciló si era cierto o estaba soñando.
    Al lado había uno con flores de habas
    pero no percibía ningún perfume.
    Caminó hasta el final de la galería
    y el aroma lo perseguía.
    Volvió al lugar del cuadro de heliotropos
    y envuelto en imaginación de melancólicos paisajes,
    hizo nacer su obra poética.
    Al otro día regresó para comprar el cuadro
    pero este ya no estaba.

    Imagen de la red.