• General

    LINA

     
     
     
    Quizás en una alhóndiga o en un mero pastizal 
    o tal vez en un lejano cantil 
    descubriste el mundo y te atreviste a cruzar 
    entre un reguero y alondras o un desolado muladar.
    Inquieta y llorosa maullaste a mi paso 
    con miedo al principio corriste a mis brazos. 
    Calmé tu sed y el ansia de mitigar tu soledad 
    te cubrí del frío ante la tempestad.
    Pero un día me ausenté dormido 
    y en noche sin luna 
    cuando solo la luz de tus ojos brillaba 
    te  divertiste a tu modo 
    extraña princesa mimada. 
    Manifestaste tu desasosiego 
    aquél que nació contigo 
    desahogando tu furia y con desatino 
    jugaste con hojas y todas mis plantas 
    que a tu paso pudiste encontrar. 
    Una reprimenda  bastó que comprendas 
    que de nada sirve hacer ese estrago 
    con mis hermosas plantas 
    que mantenerlas lindas tanto ha costado. 
    Y aquí estás de nuevo a mi lado 
    espiando todo el día el teclado 
    y  atenta a todo lo que hago.   
     
    Malania
    Imágenes: M. J. T.
     
     
  • Poesía

    DÉJAME

    Déjame vivir a mi manera
    a soñar con lo que quiera
    a escuchar alegre
    el trinar de los pájaros
    que visitan mi soledad.
    Déjame escuchar
    el rugido del mar
    a la salida del sol
    aunque llueva.
    Déjame contemplar
    la luna y las estrellas
    reflejadas en la pradera.
    Quiero ser yo misma
    sin ataduras
    sin molduras
    en día radiante
    o en noche plena
    vestida sólo de piel
    o en vaporosa seda
    sin importar el calor
    o si afuera nieva
    sin pedir permiso
    para tomar un té, un café
    o comer de postre
    una freza con crema.
    Malania
    Imagen: M. J. T.
       
  • Prosa Poética

    EL HOMBRE QUE LOGRÓ CAMBIAR

    Un hombre avaro y egoísta, cierta mañana se sentó en un pequeño banco en el patio de su casa.
    Hacía calor ese día. Él miró al cielo y preguntó las razones de su soledad. Tengo todo querido Padre, es decir lo que se puede obtener con dinero, sí. Pero no tengo a nadie que me de amor, no tengo amigos.
    Luego hizo silencio cuando una voz le habló suavemente:
    – ¿Nunca reflexionaste, pensaste en qué estabas fallando?
    Él contestó a la voz
    – No, realmente no.
    La voz le siguió hablando:
    – Reflexiona entonces, reconoce tus errores, ama, sé bondadoso, haz el bien de corazón y tendrás felicidad, calmarás tus aflicciones.
    El hombre quedó pensativo, luego de un rato ya decidido a hacer lo que le dijo la voz, salió.
    Pasó el tiempo y todo cambió para él, la felicidad se apoderó de su interior.
    Aprendió la lección pero, no sabía quién era el dueño de esa voz que lo aconsejó.
    Una noche preguntó en la tranquilidad de la casa:
    – Voz, si me escuchas ¿Quién eres? dime si es que puedes.
    La voz no demoró en contestar
    – Soy tu Padre, el que llaman Padre Celestial, búscame al despertar y no te olvides al acostarte, antes acuérdate de mí en una oración.

    Autor: poeta uruguayo Miguel Márquez

    Imagen: de la red

  • Poemas

    SI PUDIÉRAMOS

    Si pudiéramos
    con la valentía de buen soldado
    y sin soberbia
    desempañar los cristales
    lustrar las hojas de las plantas
    sazonar con miel las humedades
    verter presencia a las soledades
    dar luz a las sombras
    y alumbrar penumbras y oscuridades.
    Si pudiéramos 
    volver a palpitar
    en el aliento de las rosas
    reestructurar el tiempo
    combatiendo la erosión
    del camino al corazón
    avanzando
    a través de la densidad del aire.
    Abre los ojos
    y vivamos juntos el momento postergado.
    Malania
    Imagen propia
                                                        
  • Poemas

    CONMOCIONADOS

    La falta de acción los amustiaba
    ella en soledad completa
    él acompañado solitario.
    Decidieron conocerse
    luego de haber charlado meses
    sin verse la cara 
    sin estar frente a frente
    tomaron café y jugo de naranja.
    De la mano doblaron la esquina
    brincó el corazón de ambos
    de testigo 
    solo la sombra de los árboles
    Ribeteaba el viento
    besando el festón de hojas
    de la gran copa verde brillante.
    La luz del sol los conmocionó
    el beso duró un segundo
    alguien los vio
    alguien sonrió
    ellos también
    con la promesa
    de volver a encontrarse.
    Sin decir palabra.
    solo un apretón de manos
    bastó para entenderse
    para comprender el deseo.
    Malania
    Imagen propia
                                                                                                
  • Prosa Poética

    GRITA LA NOCHE SU SILENCIO

    Grita la noche callada nostalgia,
    mientras llora el verso escondido.

    Habla el silencio sin medir palabras,
    sin tener voz.

    El viento fugaz se hace sentir
    sin dejar verse.

    Grita la noche su silencio en la oscuridad
    alejando el temor.

    Duermen los sueños
    esperando el nuevo día.

    Todo se echa a descansar
    sin dejar huellas en la madrugada.

    Queda la espera de aquello que ha de venir
    sin que pueda saber que será.

    Autor: poeta uruguayo Miguel Márquez

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    ¿QUÉ CALLAN LAS NOCHES?

    Hay noches que callan la nostalgia
    esa que permanece en versos escondidos.

    El silencio se expresa sin palabras
    quizás en algún eco lejano.

    El viento se hace ver
    en cabelleras despeinadas.

    La noche calla en soledad
    su oscuridad atemoriza.

    Deambulan los sueños
    en la esperanza de un nuevo y mejor día.

    Todo lo que duerme, descansa
    en las huellas que han dejado.

    Queda la espera, aquello que será en el día
    sin que deje de ser un misterioso secreto.

    Malania

    Imagen: M. J. T.

  • Poemas

    UN POEMA Y UNA FLOR

    Cuando me vaya, dejaré mis versos prendidos al viento,
    volarán las lágrimas guardadas.

    Cuando me vaya, quedara el momento,
    todos los recuerdos, el amor sincero.

    Cuando me vaya, cantará la vida mi despedida,
    entre silencio y soledad, cargaré dolor.

    Un poema y una flor contarán mi historia,
    lo que fui, lo que pude ser sin echarme atrás,
    seguiré andando hasta el último viaje,
    seguro me iré con Dios observándolos desde arriba
    para velar cada paso dado.

     Por  Miguel Márquez

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    En cambio yo, cuando me vaya,
    dejaré mis versos en reposo
    para que, en paz, los que quieran leerme
    puedan hacerlo sin lágrimas en los ojos.

    Quedarán los recuerdos de lo que he sido
    quisiera recuerden lo bueno,
    los lindos momentos vividos.

    Cuando me vaya la despedida será en silencio
    quedaré junto a mis seres queridos que ya se han ido
    y no cargaré dolor porque ya no sentiré nada terrenal.

    Quizás mis letras no cuenten mi historia
    porque en ellas hay vida no solo mía
    también de otros y muchas de fantasía.

    Malania

    Imágenes R. E. Ch.

  • Prosa Poética

    CUANDO LLORA EL SILENCIO

    Cuando habla el sentido, seguro algo trae,
    serán las voces tan vivas buscando desahogo.

    Cuando el viento nos deja,
    queda esa soledad cual nos llega sin darnos cuenta.

    Cuando llora el silencio,
    duermen todos los sueños apagando su magia.

    La risa se borra,
    dejando momentos colgados para no ser olvido.

    Es el tiempo quien busca dejar su felicidad,
    tratando alegrar al silencio, borrando su llanto
    y seguir andando con una sonrisa presente.

    Autor: Poeta uruguayo Miguel Márquez
    Imagen propia

  • Cuentos

    DÍA DISTINTO.

    “Día frío, especial para quedarme en casa y disfrutar de mucha tranquilidad y mi soledad”, pensó Rita esbozando una sonrisa. Era sábado. Se levantó de la cama más tarde de lo que acostumbraba y como era habitual, se desperezó bajo la ducha tibia y reconfortante. “Hoy no estás para compartirla” se dijo en el momento justo en que sus manos espumosas dejaban al descuido el jabón rosa que le traía recuerdos. El ritual posterior no fue diferente al de todos los días: secador  y cepillo para el cabello, crema y loción para el cuerpo, delineador y labial para no verse con una simple cara lavada, todo como si hubiera adivinado lo que la esperaba. Preparó unos mates, colocó la yerba, un poquito de azúcar, y apenas media cucharadita de manzanilla. Lo sacudió como para mezclar todo y echó un chorrito de agua fría sin mojar toda la yerba, luego el agua a punto, listo como para cebar la infusión. Esperó unos minutos y colocó la bombilla. Los primeros sorbos que suelen venir acompañados de polvo de la misma yerba mate, los escupió a la pileta. Recordó las cascaritas de naranja, por lo que desenroscó la tapa del frasco y tomó varias que ya estaban secas (Las cascaritas ella misma las preparaba cuidadosamente, tomando solo la parte anaranjada sin la corteza blanca amarga, dejándolas secar al aire libre y al sol).  Estaba feliz por el día que la esperaba. Ni siquiera iba a cocinar porque había comida en la heladera y solo faltaba calentarla antes del almuerzo.
       Bastó que se sentara ante la computadora (servidor) para que sonara el teléfono.
    -¡Hola! ¿Cómo estás? ¿Cómo será tu día hoy? ¿Estarás muy ocupada? –la voz  al otro lado del hilo no le dio tiempo de elegir respuesta.
    -¡Hola! Bien! Nada especial para hoy. ¿Por qué? –recordó que tenía que salir a las cuatro de la tarde a visitar a un alumno para explicarle un tema de matemática, y se lo dijo.
    -Entonces voy a visitarte –dijo con tono decisivo.
    -Está bien –respondió la dueña de casa con el pensamiento puesto en que su día no sería el mismo de como lo había planeado.
       Tomó unos mates, encargó empanadas para reforzar el almuerzo, revisó su correo electrónico, escribió un par de comentarios en algunas de las Comunidades a la que es asidua visitante, y sonó nuevamente el teléfono.
    -Ya estoy cerca, ¿puedes salir a mi encuentro?
    -Ahí voy –respondió Rita.
    Era casi mediodía  cuando se encontraron. -Entre sus domicilios había más de hora y media de viaje-. El almuerzo transcurrió con amena charla. Sobre todo la de la visita que no se callaba ni para masticar los alimentos. Contó historias y más historias. Rita que acostumbraba a estar en silencio hasta cuando escuchaba la radio o sintonizaba un canal de televisión, -el volumen no supera los 20 decibeles-, estaba segura que Marta sobrepasaba al doble de ese volumen, hablaba a los gritos. En bien de sus oídos quería decirle basta, pero su corazón y su alma la invitaban a tener paciencia ya que la grata visita (dentro de todo, grata) no sería para mucho tiempo. La hora se aproximaba, Rita avisó que pasaría al cuarto a cambiarse de ropa, porque el ambiente no estaba para andar desabrigada. Se calzó las botas, tomó un abrigo grueso y se sentó a esperar a que Marta terminara la casi última charla como visitante. Rita se aseguró de que todo esté cerrado, hasta las llaves de luz y calefacción.
       Caminaron juntas, Marta del brazo de Rita por temor a tropezar con una baldosa suelta, que en este barrio y muchos otros, abundaban. Llegó el tren a horario y ambas ascendieron. Rita bajó tres estaciones antes de la que iba su amiga para hacer combinación. Pero la historia no terminó ahí, y el día realmente se presentaba distinto.
    Ya en casa de su alumno, se dispuso a explicar los temas demandados. Había pasado una hora cuando comenzó a sentir que su  olfato no le fallaba y desde la cocina un reconocido olor se expandía por todo el dos ambientes. El aroma particular y penetrante como molesto, salvo cuando se está dispuesto a comer al amigo del colesterol, comenzó a nadar hasta impregnar los cabellos limpios y prolijamente peinados, el abrigo colgado de un perchero y los poros de su piel perfumada. Rita solo pensaba en llegar al final de la clase. El olor a quién sabe qué cosa frita con aceite de mil usos,  le había quitado hasta las ganas de ir pasar por la parroquia y asistir a la misa vespertina. Se sintió tan mal que lo único que quería era hacer lo que hizo: llegó a su casa, se desvistió, colocó su ropa en el lavarropas (lavadora) y respiró profundo bajo la ducha tibia.
  • Poesía

    SOÑAR DE SOÑADORES

    Yerguen las ideas
    bajo el fresco rocío
    desveladas por la música
    que inunda la oscuridad
    en noches de estío.
    Ocultando las palabras
    que callan con desvarío
    por temor a sucumbir
    en aguas cristalinas
    del espejado río.
     La dura soledad
    en penumbrosa vigilia
    aguarda el renacer
    de un poema de amor
    repleto de cariño.
                                                         Malania.
    Fotografía: Lua  T.