• Poemas

    BORDADO ESPEJO

    El silencio se resbala lento, 
    sin intentar desenredar
    los hilos del tiempo.
    La pereza se instala
    con el gris de la mañana
    bajo las sábanas floreadas.
    Hasta las piedras se encarnan
    para soñar
    en penumbra de alborada.
    Lejos del esmog
    de la gran ciudad
    salgo a caminar.
    Lleno mis bolsillos de colores,
    me identifico con el naranja
    -es mi preferido-
    con el espejo del agua,
    con el celeste del cielo
    y su reflejo en el río.
    Con las plantas silvestres
    recién amanecidas
    con el sol en despunte
    cuando no arrecia el frío.
    Malania
    Imagen  propia
  • Cuentos

    LA PERRA CHOLITA

    Lejos del invierno gris los días previos al de Navidad, y también al Nuevo Año, el hemisferio se cubría de un calor, no solo diurno sino también nocturno, sofocante e interminable.
    Los fuegos artificiales aturdían a cualquier hora del día pero más cuando caía la noche.
    El día de fiesta se cubría de luces por el aire, como si festejar con pirotecnia era la única manera de recibir a esas fechas con el agregado de abundante comida y bebida sobre todo en hogares más pudientes económicamente.
    Uno de esos días, no recuerdo exactamente cuándo, mientras el viento conjugaba a su manera algún verbo, los estruendos terminaron y las luces se apagaron, el silencio fue interrumpido por ladridos de perros, algunos extraviados en el espacio y el tiempo.
    Al amanecer,-mi padre siempre se levantaba muy temprano-, encendió la cocina a leña y se dispuso a preparar el mate como lo hacía todos los días. Pero esa mañana fue diferente. A sus buenos y sanos oídos llegaba el gemido de un animal que desde la ventana de la cocina no podía distinguir bien qué tipo de animal era, aunque supuso que era un perro. Y no se equivocó porque al acercarse y levantar las ramas del árbol lleno de flores color naranja, de esas que son las preferidas por mariposas y colibríes, vio a la perra pequeña que estaba acurrucada contra el tronco de la planta. Lo miró muy asustada y quiso disparar pero una de sus patas estaba lastimada y no pudo hacerlo. Mi padre le acercó agua y comida, y la dejó, pensando que se iría luego a buscar su hogar. Pero al rato vio como la perrita color canela caminaba renga hacia la casa. Su mirada con un inigualable brillo y su movediza cola eran signos de agradecimiento por la atención recibida.
    Nadie nunca la buscó. Desde ese día fue la fiel mascota y su compañera de caminatas. Mi padre recorría una legua desde la casa del pueblo hasta el campo donde trabajaba prácticamente de sol a sol.  Ambos compartían el almuerzo y alguna que otra galleta que comían a deshora.
    Un día Miguel, -mi padre- tuvo que viajar a la ciudad para realizar un trabajo en casa de su hermana Julia. Mi hermano mayor lo llevó a la terminal de ómnibus en su Fiat 600 color azul marino. Ninguno de los dos se dio cuenta que Cholita, la perra, se subió y se escondió detrás del asiento entre las cosas que llevaba mi padre para regalar a su hermana. Cuando comenzaron a bajar los productos de campo –zapallo, mandioca, batatas, choclos- la perra se las ingenió y bajó sin que se dieran cuenta. Cuando paró el colectivo, Cholita se mezcló entre los pasajeros sigilosamente, ascendió al transporte y se acostó debajo de un asiento y nadie la delató. Al llegar a la ciudad, Cholita detrás de papá Miguel llegó a la casa de mi tía Julia. Pero como la mujer no soportaba tener animales en su casa, le dio un día de plazo para que la devolviera a su hogar del pueblo. Mi hermano mayor tuvo que hacer ese viaje de cincuenta kilómetros de ida y lo mismo de vuelta, para buscar a la perra.
    Mi padre estuvo ausente de su casa durante dos semanas y la perra no quería comer solo tomaba agua y leche, a pesar de la insistencia de parte de mi madre.
    Cuando papá Miguel regresó, la perra bailaba de contenta. Recuperó su peso y siguió viviendo feliz junto a su amo.

    Basada en una historia real.

    Autora: Malania

    Imagen de la red

  • General

    DÍA DEL ANIMAL

    Ignacio Lucas Albarracín nació el 31 de julio de 1850 en la ciudad de Córdoba, República Argentina.
    Tras obtener su título de grado, decidió dedicar su vida a la defensa de los animales y encabezó campañas contra las riñas de gallos, las corridas de toros y el tiro a la paloma.
    Fue secretario de la Sociedad Argentina Protectora de los Animales desde su inicio (1879) y sucedió a Domingo Faustino Sarmiento en su presidencia, en el año 1885. Asimismo, fue el mayor impulsor de la Ley Nacional de Protección de Animales (N° 2.786) que se promulgó el 25 de julio de 1891 y que fue la base legal que incorporó la Liga Internacional de los Derechos del Animal (1977) y la ONU.
    Albarracín falleció el 29 de abril de 1926, en Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina. 
    En su homenaje, y por iniciativa de la Sociedad Protectora de Animales, se conmemora en Argentina el Día del Animal.

    Información e imagen de la red.

    Kiara y Luna. Imagen propia.

  • Poemas

    PASEO PLAYERO

    El sol ascendía,
    lentamente sobre el mar,
    por detrás de un lejano camino
    bordeado de hortensias florecidas
    y un sauzal.

    Había olvidado aquellos días
    mezclados con olor a humo
    de una ciudad ruidosa
    lejos de la soledad.

    El amanecer la colmaba
    con el frescor de aroma marino
    y las frases musicales de las olas
    mezcladas con el paseo de aves
    que buscaban temprano
    algún pez desprevenido.

    Imagen propia.

  • Poemas

    ACTITUD DE POETA

    Ya no arroja el poeta sus palabras con fuerza
    en versos plasmados en hojas blancas
    y a contratiempo, como olas revueltas.
    Camina, ondeando los pasos bajo la lluvia
    con la vista fija y de a ratos perdida
    en las baldosas sueltas,
    indiferente a las lentejuelas de oro y naranja
    con que el mismo sol salpica
    las ventanas de las casas.
    Un aire agrio y ventoso lo transporta
    al otro lado de la ciudad sombría.
    Reflejos de fuego en los espejados ventanales
    se mezclan con lo plateado de sus cabellos.
    Un resplandor estruendoso lo estremece  
    y una voz casi imperceptible
    le hace cambiar el rumbo.
    ¿Alguien lo sigue, lo vigila o lo cuida?
    ¡Quién sabe! Quizás ni el poeta lo sabe.

    Imagen de la red.

  • Cuentos

    A LA ORILLA DE UN ARROYO

    Se había sentido embriagada como si le hubiera hablado el pájaro aquel, sublime alondra, que esperaba volver a oír después de mudarse al campo, luego de que en la gran ciudad sólo escuchaba al zorzal cuando la despertaba.
    Recuerda que antes de mudarse a la gran ciudad todos querían impedirle que se fuera. Le decían que estaba loca. “Aquí estás segura y te vas a un lugar donde todo el mundo trata de alejarse de ahí”. Pero su valentía fue superior a todo aquello que, por una parte, sabía que era así. Su lugar estaba allí en la gran ciudad.
    Tenía que enfrentar la vida como fuera, de la mejor manera. En ese cambio se dio cuenta de la importancia que tienen una ruta, un puente, una altura de calle…pero también la de una mirada, una sonrisa, o simplemente el silencio.
    Esa tarde, siguió las huellas del canto de la alondra por la cuesta de los espinos amarillos. Las hojas y las flores se movían sin cesar. Vio a lo lejos en graduación los glaciares azules que coloreaban el horizonte.
    De pronto ya no había luz en el cielo. Tropezando con cuanto había en los senderos, se equivocó de camino. Llegó hasta la ladera de las cumbres y allí esperó a los primeros rayos del sol. Su sorpresa fue el paisaje y el despertar con el canto de la alondra, a la orilla de un arroyo en un bosque pantanoso.
    Nadie sabe cómo pudo llegar hasta ahí, ni ella recordaba adónde tenía que ir.

    Imagen: R. E. Ch.

  • General

    ¿VERDAD O MENTIRA?

    Kidil regresaba de su trabajo, cuando de pronto vio a su novio sentado a la sombra de un frondoso árbol en la plaza  de la ciudad. Cuando regresó a su casa ella lo increpó por lo que él, un poco molesto dijo:
    -¿Qué importa si esperaba a alguien o no? ¿Qué pensarías si te dijera que esperaba a una amiga, o a una mujer, o a un hombre?….tal vez si, tal vez no…¿Qué te parece?…Podía esperar a un amigo, o simplemente a nadie ¿Qué te parece?- Volvió a preguntar-. ¿Quieres saber? eres muy curiosa…pero no me voy a ensañar contigo, no hay razón ¿o sí?
    A decir verdad no esperaba a nadie, y cuando puedo, me gusta ocupar el tiempo en una plaza porque sí, estar un rato sin hacer nada y precisamente  allí, en un parque o en una plaza.
    La joven permanecía en silencio y él continuó:
    -Si te hubiera dicho que esperaba a una mujer, te llenarías de preguntas, ¿no?….bueno no, no esperaba a nadie….pero…..
    ¿Me crees?…tal vez te mentí…jajaja o tal vez te he dicho la verdad…
    Y ante el mutismo de la mujer él se acercó, la rodeó por la cintura en un abrazo y le dijo al oído:
    -Para compensar la intriga…te daré mil besos y algo más. ¿Quieres? …
    Imagen: E. P. L.
  • General

    LLAMA ENCENDIDA

    Junto a la tenue llama
    de una vela naranja,
    quiso encenizar sus recuerdos
    pero no pudo.
    Encendió el fuego,
    llenó una marmita con agua
    y la colocó sobre la red de hierros,
    que pronto se tornó candente.
    Mientras tanto,
    tomó la tralla y espantó a los perros,
    atravesó el patio de tierra
    y llegó al portón,
    allí lo esperaba su amigo.
    Se instalaron frente al chacmol,
    que descansaba
    sobre una repisa de madera,
    iluminado por la fogata.
    Imploraron
    con diversos rezos y cánticos,
    por una humanidad
    más solidaria y bondadosa.
    Con sus ojos lacrimosos,
    rogaron
    por sus hijos desaparecidos,
    en La noche de los lápices.
    Los días pasaron
    y ellos no pudieron ver
    a aquellos jóvenes
    recibidos de profesionales.
    La crueldad en la  ciudad
    les robó la vida
    y a los padres
    la ilusión y la esperanza.
    Ahora ruegan
    por un presente mejor,
    alejados de ilusivas promesas,
    esas que se discurren
    en algunos púlpitos,
    aún estando en democracia,
    descuidando las expectativas
    de un futuro cercano.
    El agua de la marmita hervía a borbotones,
    los choclos,  estaban a punto,
    las humitas sobre las brasas, también
    así como les gustaba a sus hijos,
    con los que  ya nunca  podrán compartir.
    Imagen: M. J. T.
  • General

    HASTA EL FIN

     
     
    Nunca se sabe
    adónde se esconde lo peor,
    si en las barbas rojas del atardecer
    o en las lágrimas grises de un día sin sol.
    Se clavan aguijones en todo el cuerpo
    y amanece en esa casa oscura
    con olor a triste,
    coleccionando un caudal de música:
    el chirriar  de las desvencijadas puertas,  
    los crujidos del piso de madera de antaño
    y el borboteo de una olla,
    donde hierve manzanilla y canela,
    nadie sabe qué otros yuyos 
    para su mal de amor.
    Cuando lo vio flaco como hojitas de tomillo,
    sintió el  ritmo seco y profundo
    que galopaba en  su corazón.  
    Él no quiso que se fuera  
    y ambos contemplaron
    cómo las hojas, el polvo y las nubes
    se desplazaban con el viento.
    No miraron hacia atrás
    y pensaron en el futuro.
    Ella preparó manjares
    y los más deliciosos postres frutales,  
    iluminada por  las estrellas.
    Él cambió su aspecto y se volvió
    cariñoso, elegante y varonil.
    Era la más fea de la ciudad, ella,
    pero su corazón demostró su belleza interior.
    Ambos disfrutaron en compañía
    hasta el fin de sus días. 
  • General

    PASEO DE NUBES

    Hoy las nubes pasean de la mano,
    unas van por todo,
    otras van por nada
    y simplemente navegan
    en el mar de los sueños,
    sobre campos, ciudades y montañas.
    Expelen aromas,
    los que durante el paseo
    del éter absorbían,
    y suaves melodías
    cuando se rozan con aquellas
    que permanecen como estatuas,
    esas que penden
    de hilos fosforescentes,
    aturdidas por el mismo sol,
    que les ayudará a soltar
    sus acumuladas lágrimas,
    sobre los campos resecos
    y flores mustiadas.