• Poemas

    INIGUALABLE LUGAR

    Bajo la sombra de un árbol amigo
    un cortinado blanco y sillones vacíos,
    al fondo el río Uruguay, serpentea con su brío
    rodeados de vegetación siempre presente y testigo.

    Entre verdes que abrazan y otros colores que estallan
    la quietud susurra historias del ayer y quizás, del mañana,
    en que se mezclan aromas de tierra y añoranza,
    donde el tiempo se detiene y el corazón descansa.

    Con la belleza serena que en este lugar se esconde,
    la vegetación abraza al cortinado blanco,
    a los pájaros que alegran con su canto,
    y a quienes ocupan los vacíos sillones.

    Malania

    Imágenes: Roxana E. S.

  • Poemas

    CAMPO Y CIUDAD

    En el campo, la quietud susurra su canción,
    bajo un cielo vasto, sin fin ni condición.
    La tierra se extiende, verde y serena,
    donde el tiempo transcurre sin prisa, sin pena.

    Los campos dorados bailan al viento,
    mientras el sol pinta de oro cada momento.
    El aroma a tierra mojada al amanecer,
    perfuma la mañana, fresca como el agua a beber.

    En la ciudad, un mar de luces y ruido,
    donde el tiempo se escapa, fugaz y perdido.
    Edificios altos, aceras llenas de prisa,
    cada paso apresurado, en la vida precisa.

    Las calles respiran historias sin fin,
    en cada esquina, un sueño que empieza a vivir.
    El bullicio constante, la gente que va y viene,
    en busca de un destino que nunca detiene.

    Campo y ciudad, dos mundos en contraste,
    uno de paz y otro de prisa constante.
    En ambos se escribe la vida con pasión,
    cada uno único, en su propia canción.

    Pero a veces hay sorpresas:

    Un cerdo se pasea bajo la luz del sol y calle cementosa,
    en un barrio tranquilo, cerca de la ciudad bulliciosa.
    Y  otro, en el campo sereno, bajo el sol radiante,
    se deleita en la tierra, o en el pasto, libre y vibrante.

    Malania

    Imagen: Yoyi G.

  • Prosa Poética

    LA RIQUEZA DEL ARRIERO

    (Ensayo acerca de la independencia y libertad)

    Buscando el verde, entre mallines y ríos, el arriero va trashumando su rebaño.
    Largo camino recorre desde el llano a la montaña y un par de perros laderos fieles acompañan.
    Paisano sano, rostro curtido tallado por el frío expone al sol.
    Cabalga lento, cruzando cañadones y caminos donde solo pasa el viento, acomodando al rebaño con un simple chiflido.
    Duerme a la vera del río, cubierto de estrellas, cerquita de la majada.
    Rodeado de naturaleza la cotidiana geografía atraviesa; habla poco;
    agradece el saludo, inclinando levemente la cabeza.
    Dueño del día, es su única posesión.
    Alejado de cotizaciones y del mundo capital, trasciende su vida enriqueciendo sus valores.
    Porque tiene aquello que todos adolecen. Tiempo para vivir.

    Autor: Patricio Massa

    http://patriciomassa.blogspot.com/

    Imágenes: Gentileza de Patricio M.

  • Poesía

    NEBLINA

    En un paisaje de sueños difusos,
    se esconden historias de tiempos idos,
    eco de susurros y suspiros antiguos,
    en la niebla espesa de un amanecer sin brillo.

    El silencio envuelve a la mañana fría,
    ni un susurro de viento en la arboleda,
    misterio que se cuela en la penumbra
    desdibujando árboles y coches dormidos.


    Malania

    Imagen: M. J. T.

  • Prosa Poética

    HUELLAS

    Hay huellas tan profundas que por siempre en el alma, quedan grabadas.
    Hay huellas tan cálidas que su calor en el corazón perdura, y con el transcurrir del tiempo, inalterable se mantiene la temperatura.  
    Hay huellas tan significativas que son amor y origen, Universo y destino.
    Hay huellas que marcan la diferencia entre lo auténtico y lo insignificante.
    Hay huellas que  marcan un antes y un después del instante en que el tiempo quedó paralizado.
    Hay huellas que son eterna plenitud, destellos de luz que iluminan la memoria olvidada.
    Hay huellas tatuadas en tinta escarlata, latidos del corazón, memoria en la piel,
    caricias para el alma.
    Huellas de invisible apariencia, éxtasis de amor que alimenta el corazón desde la mirada enamorada.
    Hay huellas indestructibles por el tiempo y la distancia, marcas indelebles que en el tiempo permanecen inmutables.
    Hay huellas que avivan sentimientos y despiertan nostalgias, tesoros sagrados, tangibles y latentes que el corazón guarda.
    Hay huellas con fragancias especiales que únicas en su esencia las hacen, huellas que en la noche despiertan del letargo, empapando sábanas de ausencias y añoranzas, de sueños ardientes, de eterna presencia, de nuevas realidades.

    Autora: Escritora española, Marina Collado Prieto

    Imagen: de la red y gentileza de Ricardo G.

  • Prosa Poética

    CAMINARÉ EN LA ARENA


    Ya no hay barreras, se fue ese portón
    y la libertad llamó, invitó a salir.

    Quedó ese espacio para seguir marcando un rumbo,
    todo depende adónde queramos ir.

    Sigo sin detenerme sabiendo que caminaré en la arena,
    mis huellas se borrarán pero nada detendrá la marcha.

    Andaré sin rumbo donde lleve el viento regalando felicidad,
    con la bendición de Dios y nada se apagará.

    Caminaré en la arena hacia donde la luz me guíe y no me perderé,
    vamos que el tiempo se va, seguro nos está llamando a hacer camino,
    no debemos rendirnos con la bendición de Dios.

    Autor: Miguel Márquez

    Imagen: Propia (Malania)

  • Prosa Poética

    ATARDECER FOGOSO

    En el último suspiro del día, cuando el sol todavía alumbraba el horizonte en un atardecer fogoso, los árboles del bosque parecían sombras dormidas bajo una aureola dorada. Las nubes, como enormes montañas nevadas, navegaban lentamente por el cielo teñido de tonos rosados y naranjas.
    En medio de ese espectáculo celestial, dos amigos se encontraban en el claro del bosque. Ella, con brillo en sus ojos y el cabello iluminado por los últimos rayos del sol, miraba maravillada el juego de luces y sombras. Él, con una sonrisa cómplice, extendió la mano hacia ella, atrapando un momento que parecía suspendido en el tiempo.
    “¿Ves cómo todo cobra vida al caer el sol?”, susurró él, mientras el cielo se oscurecía lentamente y las estrellas comenzaban a despertar. Ella asintió, sin apartar la mirada del cielo encendido. En ese momento, supieron que aquella tarde les había regalado algo más que un atardecer fugaz: habían descubierto la magia de estar juntos en un mundo donde hasta las sombras de los árboles parecían bailar al compás del sol que se despedía.

    Malania

    Imagen: R. G. B.

  • Relatos

    ATARDECER BERMELLÓN

    Desde temprano un viento frío barría el patio de tierra y silbaba entre las plantas de bambúes. – Es el otoño que está frente a nosotros- dijo ella. El viento se llevaba las hojas secas pero luego las traía de regreso, cambiaba de dirección como queriendo jugar a destiempo.
    El sol no se quería ir. La noche se resistía a desplazar al rey e imponer su color azabache. Luego la luna llena y los hogares dentro de las casas se encargaron de iluminar al tiempo que nadie se disponía a dormir esperando el día festivo.
    El mismo aire lo anticipaba.
    Las calles de la ciudad se iluminaron anticipadamente con guirnaldas de diferentes colores.  Ella las había recorrido miles de veces, aun cuando todavía no estaban asfaltadas. Las conocía de memoria tanto así que podía ir a ciegas sin tropezar.
    Llevaba  el peso de los días anteriores sobre los hombros. Pero nada ni nadie podría opacar poder pasar feliz la fiesta en familia.
    Estuvo sentada un rato largo en uno de esos bancos que le traían muchos buenos recuerdos. Aspiró el aire a puro pulmón, se subió el cuello del abrigo, se rodeó su cuello con la bufanda y emprendió el regreso a casa.
    Todos estuvieron preocupados hasta que la vieron entrar por el gran portón de madera.

    Malania

    Imagen: R. E. S.

  • Poemas

    PUENTE COLGANTE

    Bajo el manto celeste y el cálido sol,
    los rieles serpentean como promesas,
    testigos del vaivén de historias milenarias,
    susurran secretos al viento,
    en cada tramo, una nueva odisea.

    El bastión del puente, firme y erguido,
    sostiene el peso de sueños devenidos,
    como guardián de un paso ancestral,
    sus arcos susurran al río,
    las melodías de un tiempo sin igual.

    En la unión de acero y piedra,
    se entrelazan memorias de antaño,
    donde el eco de pasos resonantes,
    se funde con el murmullo del agua,
    en un abrazo eterno, inquebrantable.

    Los rieles y el bastión del puente,
    dos senderos que en el infinito convergen,
    testigos silenciosos del devenir del tiempo,
    enlazando destinos con hilos invisibles,
    en la tela tejida de la eternidad.

    Malania

    Imagen: R. E. S.

  • General

    EL OASIS DE EULALIA

    En un tranquilo barrio semirural, escondido entre calles bordeadas de árboles y casas acogedoras, cercano al arroyo San José, se encuentra un jardín singular, un remanso de vida donde la soledad no tiene cabida. Este jardín pertenece a Doña Eulalia, una mujer de corazón cálido y amor por la naturaleza.
    Ella no está sola en su hogar, pues el jardín es su fiel compañero. Desde el amanecer hasta el anochecer, está rodeada de seres vivos que hacen de su espacio un lugar lleno de vida y alegría.
    Por los rincones del jardín, dos ranas cantan melodías que parecen fusionarse con el murmullo del agua de arroyo. Son las guardianas del estanque, no pierden tiempo en atrapar a cuanto insecto se les acerca, observando con ojos curiosos cada movimiento que ocurre a su alrededor.
    A lo largo y sobre todo, a lo alto de las paredes, las lagartijas se deslizan ágilmente, jugando al escondite entre las piedras y las plantas. De todos los tamaños, se camuflan en diferentes colores, y aportan un toque de vitalidad al paisaje.
    Los pájaros son los visitantes más frecuentes. Vuelan libremente, confiando en la generosidad de la señora Eulalia, que les ofrece alimento y agua. Entre trinos y aleteos, hacen del jardín su hogar temporal, llenándolo de vida y color.
    Pero no solo los pájaros disfrutan de la hospitalidad de la mujer. Las mariposas revolotean entre las flores, dibujando un arco iris con sus alas delicadas. Los picaflores zumban cerca de las flores más dulces, deleitándose con su néctar.
    Y como si fuera poco, varias perras curiosas deambulan por el lugar, siempre alerta ante cualquier intruso que se atreva a irrumpir en su territorio. Son las guardianas de la señora Eulalia, fieles compañeras que comparten su amor por la vida al aire libre.
    Aunque en el jardín no haya lugar para los gatos propios, los vecinos felinos se aventuran por los tejados, curiosos exploradores que vigilan desde las alturas. Su presencia es bienvenida, especialmente cuando algún roedor intenta colarse en el jardín o en la misma casa. Con astucia y agilidad, los gatos vecinos protegen el oasis de la mujer, de cualquier amenaza que se presente.
    Así, en ese jardín, la soledad es solo un recuerdo lejano. Rodeada de vida en todas sus formas, encuentra en la compañía de la naturaleza y sus amigos peludos una fuente inagotable de alegría y amor. Y mientras el sol se oculta en el horizonte, el jardín sigue vibrando con la magia de la vida en comunidad, hasta el momento en que cae la noche y con su oscuridad y su silencio mágico, envuelve al lugar invitando a todos a descansar.

    Malania

    Imagen: propia