• General

    NOCTURNIDAD

    Hay fotografías que representan diferentes estados de ánimo, una imagen puede expresar más que cien palabras.
    La soledad, depresión, angustia, nostalgia. Pueden ser pasajeras o no.
    Hay gente que se aisla y no pide ayuda. Quizás por el mismo estado de ánimo, o por miedo o vergüenza.
    Otras se vuelven tóxicas para la sociedad que la rodea y cuando quiere levantarse comienza con manotazos de ahogado, que sin saberlo puede colmar la paciencia del otro y puede lastimarlo.

    La imagen que he puesto hoy, tiene un significado diferente y está hecha con amor.
    Cuando recibí esta fotografía, no hizo falta averiguar donde había estado el emisor. Comprendí la franja horaria en que la pudo haberla tomado. Nocturnidad a la vista.
    Su intención había sido esperar la salida del sol para fotografiar ese momento. Se parece en eso a su abuela, -sale a caminar antes de la salida del sol justamente para contemplar el amanecer-.
    Esta vez no fue en la playa, fue a la orilla del río.
    Los grillos lo acompañaron con su canto y se fue a dormir con el trino de gorriones y zorzales.
    La juventud de hoy no tiene problemas de horario cuando está de vacaciones.

    Malania

    Imagen: LUA T.

  • Poesía

    ELINA

    Desde el ventanal de cristales rasguñados
    su corazón se acelera virando su peluda cola
    mientras los estridentes pájaros
    con sus malabares
    la inducen a dar saltos en el aire.
    De la bandada sobresale uno
    el de color tostado
    de cabeza nevada y cuerpo dorado
    Juega a las escondidas y ella enloquece
    él le arroja flores de lapacho rosa
    y ella las besa acariciándolas
    al compás de la llama roja
    de su corazón exaltado.
    Entonces recuerda:
    Él la despertaba todos los días
    se le había hecho costumbre
    darse besos madrugados
    con o sin razón, a plena lumbre.
    Pero una mañana extraña
    él se quedó dormido, o tal vez no
    y ella lo esperó
    durante todo el día, la noche, al otro día
    y sucesivamente hasta hoy lo espera
    pero nadie le dice qué ha sucedido
    adónde fueron sus vuelos
    dónde anclaron sus besos
    quizás en el viento
    o tal vez en algún mar del mismo universo.
    Hoy día trata de aplacar sus penas
    La humedad de la lluvia
    y los tibios rayos del sol
    le brindan sustento.
    Malania

    Imagen: M. J. T.

  • General

    GRISES

     
     
    Sin las imágenes quizás
    resultaría un bulo para todos.
    Acres palabras
    podrían describir los paisajes.
    Prefiero el silencio
    y tu mítica presencia
    vagando por mis venas
    y peinando mis cabellos.
    Las imágenes hablan por sí solas.
     
    Malania
    Imágenes propias.
                                         
  • Haikus

    SALTAMONTES

    La gata Sía
    espía desde lo alto
    a un pajarito.

    No teme caer
    sus patas la sostienen.
    Goza su hazaña.

    Un saltamontes
    entre sus dientes blancos
    trae orgullosa.

    Langosta verde
    espera a ser salvada
    muy asustada.

    Distraigo a Sía.
    Arrojo a la langosta
    por la ventana.

    Malania

    Imagen: M. J. T.

  • Relatos

    CAMINATA MAÑANERA

    Hoy no tuve el despertar de pájaros como otros días, pero por suerte escuché la alarma. El amanecer nublado y la brisa fresca invitan, después de un día caluroso como el de ayer, a disfrutar de un rato más en la cama o en el nido.
    Salí a caminar antes de que salga el sol, pero hoy también se quedó dormido como los pájaros, porque no asomó su cara.
    Me gusta escuchar el canto del gallo desde lejos –porque en el barrio donde vivo no hay ninguno-. Hoy cantó una vez y desde algún lugar, otro respondió dos veces. Me recuerda a mi niñez. Mis padres tenían gallinas y gallos.
    El perro blanco y flaco –así es su raza, no es que esté desnutrido- acostado en la vereda de la manzana número dos, me mira, pero no mueve más que su cabeza para seguir durmiendo.
    Un suave aroma a madreselvas inunda la esquina. Todavía no están florecidas en todo su esplendor. Seguramente no es época.
    El sereno de la obra de la manzana uno, está preparando su mochila como para abandonar su puesto por hoy. Su tarea ya está cumplida.
    Me acerco a la ruta y apuro el paso. Justo dio el semáforo verde para poder cruzar y si no me apuro perderé el turno. Un joven en bicicleta cruza la colectora en rojo pero con voz de enojado me grita: -¡Por qué no miras antes de cruzar!
    ¿Qué debía mirar si el semáforo fue habilitado para mi paso? ¡Hay cada uno!…
    Al otro lado de la ruta hoy no está el hombre que siempre toma mate a estas horas en el porch. También se durmió.
    El vendedor de chipa se apura para llegar al semáforo y vender a los que esperan el turno para pasar.
    La señora de la moto, -que seguramente viene de dejar su trabajo nocturno en algún lugar, quizás cuida algún enfermo- acelera para llegar pronto a su casa. O será que viene de su casa y entra a esta hora a trabajar vaya uno a saber dónde.
    Un perro negro olfatea la cola de otro, no sé si es perra o perro, qué más da. Ambos se van juntos por una calle lateral.
    Una vez me preguntó la tía de mi nuera si yo no tengo miedo a los perros cuando salgo a caminar al amanecer. Y no, no tengo miedo. Nunca ni siquiera me ladran.
    Los acondicionadores de aire funcionan como eslabones en cadena. Todo indica que la mayoría de la gente todavía duerme. Si todos salieran a caminar –pocos lo hacen- se podría economizar energía eléctrica y aumentaría la energía humana. Algunos suelen decir que están cansados, y no saben por qué.
    A través de una ventana entreabierta se escucha una música que no puedo distinguir de quién es. No me gustan los temas raperos y menos a estas horas de la mañana. Prefiero un buen chamamé o un valerón, que levanta el ánimo y obliga a saltar de la cama.
    Llego a la esquina vértice de las dos avenidas. El sereno que custodia los locales de ese lugar espera el horario para acabar su tarea, mientras un perro negro y otro gris, los que siempre lo escoltan, duermen plácidamente. No son suyos, son del barrio y lo acompañan todas las noches, según dijo a un interlocutor que esperaba el colectivo; justo en esa esquina hay una parada.
    La panadería está cerrada, y con más razón, la heladería.
    Un conductor espera sentado en el borde de la vereda a que abra la gomería. Debe de tener pinchada la cubierta de auxilio.
    Un camión con chapa patente brasileña, largo como si estuviesen unidos dos juntos, con su carrocería totalmente tapada con lona azul, está estacionado esperando el despertar de su chofer para comenzar a mover las ruedas.
    Otro camión con su motor encendido, está pronto a salir a descargar los artículos de almacén que lleva en su carrocería.
    La señora que hace las tareas de limpieza en una iglesia cristiana, abre los dos candados del portón de frente. Hoy llegó tarde, porque la mayoría de los días cuando cruzo por aquí, hay agua en la vereda, señal de que ya ha limpiado esa parte.
    Muchos autos van por la avenida –doble mano separadas por un bulevar con senda peatonal en el medio y muchos árboles- en el mismo sentido que yo, pero por la calle de enfrente. Todos van en dirección a la ciudad. Pocos son los que vienen en sentido opuesto a mí. Algunas motos se adelantan a los automóviles y las bicicletas se desplazan por el sendero que les corresponde.
    En la esquina de la carnicería, donde doblo para caminar hasta la colectora y emprender mi regreso, está el perro de color canela. No duerme, está atento a la llegada de su protector, como buen guardián. Al otro perro del mismo color, pero más viejo, hace días que no lo veo. ¿Le habrá pasado algo?
    El verdulero hoy también se durmió. Su local está todo cerrado.
    El almacén de artículos plásticos, mayorista y minorista, también cerrado. ¡Por supuesto! Si recién son las 6.10 de la mañana. Abrirá a las 8 hs. A quién se le va a ocurrir ir a comprar algo de plástico a esta hora.
    Lo mismo ocurre con el que vende maderas. Sólo los dos perros, uno rottweiler y el otro, un cachorro ovejero alemán, duermen en el gran patio de tierra y pasto. Tienen sus respectivas casas pero prefieren estar tendidos al aire libre.
    La casa de la planta de mangos, también tiene dos perros, pero son de tamaño pequeño. Son blancos con ojeras negras. Nunca ladran cuando paso.
    Mientras camino, pienso: ¿Será que el hombre que cuida la casa de fin de semana, la que tiene un gran parque a su alrededor, estará sentado tomando mate al costado de la mansión? Me acerco y lo único que veo son flores y plantas muy bien cuidadas, y dos perros enormes –antes no había mascotas- que corretean y ladran a otros dos pequeños que salen de la casita de enfrente. El hombre del mate también se durmió.
    En la esquina hay un kiosco que nunca está abierto, tampoco tenía perro. Pero hoy me ladró, es la primera vez que escucho un ladrido hacia mí. Es que me agaché para arrancar una hoja de “paico, kaahé” o ka’a he’ê”, hierba medicinal muy perfumada que sirve para mezclar con la yerba del mate, (Las hojas con o sin el tallo se utilizan para el tratamiento de problemas digestivos. También en los niños para las diarreas, enfermedades estomacales y hepáticas. La yerba de lucero combinada con hojas de ka’a he’ê son muy efectivas para calmar la acidez estomacal) ¡Claro! La planta está en su vereda, ¡Cómo no me va a ladrar!.
    Continúo mi camino con la esperanza de encontrar al herrero, que a esta hora suele estar acomodando chapas y hierros para exponerlas al público, también para liberar espacio y poder trabajar cómodamente. Quiero pedirle que construya un armazón de sombrilla a modo de pérgola para el jazmín del patio de casa. Pero no está. ¿Se habrá quedado dormido?. Sigo caminando por la vereda, saludo al dueño de otro kiosco –este sí, siempre está abierto- y su señora, ellos siempre están tomando mate sentados en el patio detrás de la verja. Antes se sentaban en la vereda, pero hace bastante tiempo que no lo hacen. Les preguntaré un día de estos, con discreción, qué pasó, el antes y el ahora. El barrio es seguro, pero ellos viven por la colectora de la ruta, quizás hayan sufrido algún acto vandálico.
    Diviso a un hombre en bicicleta. Es el herrero que ha salido a pedalear. No sé cómo lo hace, porque en su pierna derecha tiene una prótesis ortopédica. Saludó con un Buenos Días y siguió su camino. Otro día le diré lo de la pérgola.
    Casi estoy llegando a la ruta, el semáforo habilitó el paso más largo en tiempo, pero no sé si llego para cuando me toque el turno. Así que mejor, espero al próximo.
    El vendedor de chipas sigue firme en su puesto callejero. ¿Habrá vendido algo? No lo sé ni se lo preguntaré, porque después no me lo quitaré de encima. Los vendedores ambulantes son “muy pesados”.
    Cruzo la ruta y veo al mendigo, el mismo que hace días está en esa esquina, sucio y muy flaco. Algo tengo que hacer –pienso- alguien debe que asistirlo.
    El gato blanco y gris –hoy no se me cruzó el gato negro, que según las creencias trae mala suerte, pero se me cruzó ayer y no me trajo nada- espiaba a los pajaritos que a esta hora, casi las 7 de la mañana, empezaron a cantar.
    Una casa frente a la avenida, casi al final de mi recorrido, baja, amplia, de barrio, la han pintado en dos tonos de verde y el piso lo han esmaltado de rojo. Quedó preciosa. Qué lindo es ver casas bien pintadas y con jardines.
    En el destacamento de policía ya han izado la bandera argentina y también la de la provincia. Todos los días la arrían antes del ocaso y la vuelven a izar temprano, al salir el sol.
    Llego a casa. Me reciben no solo mis perras con sus colas de plumero sino también los pajaritos que piden comida con sus trinos. ¡Vaya recibimiento!
    Y así, día a día siempre que el estado del tiempo y mis actividades de jubilada me lo permiten, realizo la caminata diaria. Es una forma de sentirme bien, feliz de poder hacerlo y me olvido de cualquier dolencia que pude haber tenido antes de salir, si me dolía una pierna o cualquier otra parte del cuerpo.
    CAMINAR HACE BIEN A LA SALUD.

    Malania.

    Imágenes propias.

  • Poemas

    AIRE ALCANFORADO

    Escardando en la tierra florecida
    las especies mustias de las vívidas
    atravesaron los huertos de la llanura
    descendieron entre los olivos
    y los árboles de alcanfor y mirra
    deshaciendo su vida como nieve en  el fuego.
    Ya no me engaño a mí mismo, dijo en voz baja
    ni a mí, balbuceó ella con languidez y tristeza.
    Mi fe ya no está donde estaba.
    Malania
    Imagen de la red
  • General

    UNA SEÑAL

    El pequeño búho escuchó que alguien dijo:
    – La vida es como un viaje.
    Quiso volar hacia el sol, lo había visto hacía apenas unos minutos antes.
    Miró al cielo para emprender su viaje y vivir la vida, pero se encontró con una nube gris que anunciaba tormenta y lluvia.
    Inclinó su cabeza como buscando al sol. Volvió a girar pero el astro rey se escondió. Entonces el búho pensó:
    – seguramente es una señal de la vida, no es el momento de emprender vuelo.
    Y desistió del intento de abrir sus alas y volar.

    Debemos estar siempre atentos a las circunstancias y a las señales que se nos presentan.
    Muchas veces por ir contra ellas, nos va mal y no logramos nuestro objetivo.
    Hay que darle “Tiempo al tiempo” y las cosas se van acomodando para bien.

    Malania

    Imágenes de la red y propia.

  • General

    AVISPAS COLORADAS

    ¿Qué hacen las avispas rojas?

    La avispa roja se alimenta en estado adulto de néctar, con lo que es un potencia agente polinizador. Además, sus larvas son carnívoras y devoran decenas de orugas hasta convertirse en avispas adultas. Por lo tanto, también hacen la función de control de plagas.

    ¿Son peligrosas?
    Sí, para las personas que son alérgicas porque al picar sueltan veneno.

    ¿Qué comen las avispas rojas?

    Las avispas se alimentan de sustancias vegetales azucaradas (néctar, jugos de frutas, savia, etc.), pero alimentan a sus larvas de una dieta carnívora (dípteros, lepidópteros adultos, larvas, arañas y restos de sobrantes de la actividad humana).

    ¿Qué significa que una avispa entra a tu casa?

    Mientras que no las ataques y las asustes y estén tranquilas, su presencia traerá felicidad y finalmente se irá cuando el insecto lo decida. Sin embargo, esto tiene una representación o interpretación en lo que se refiere al mundo espiritual.

    Fuente de consulta: de la red.

    Imagen propia y de la red.

  • Relatos

    LAS NUBES DE MI NIÑEZ

    Las nubes de mi niñez no eran rosas ni naranjas. Siempre que miraba hacia el cielo lo veía pintado de celeste con nubes blancas. O simplemente de celeste casi azul como el agua de mar. Aunque no conocía el mar, solo el agua de arroyo, (había uno a pocos metros de mi casa donde las principales habitantes eran las ranas que por las noches daban serenata con su canto). Ni siquiera conocía el río.
    En la escuela primaria estudié los límites de mi provincia, entre los que figuran cuatro ríos: Paraná, Iguazú, San Antonio y Uruguay. Pero nunca los había visto hasta los 15 años.
    No sé cómo ni desde cuándo ha cambiado el espectáculo del cielo. Nadie me enseñó a contemplarlo, lo comencé a hacer por mi misma, buscando figuras en las nubes mientras viajaba o cuando me sentaba en el patio de mi casa, buscando quizás algún mensaje en las nubes o detrás de ellas.
    Hoy disfruto de los atardeceres matizados de rosa, violeta, naranja y amarillo. Los atardeceres rojizos como si estuvieran pintados con la sangre misma de nuestros seres queridos que ya han partido. Y sigo buscando figuras y mensajes que puedan aparecer en ellas o detrás de ellas.

    Malania

    Imagen propia

    Imagen de N. C. G.

  • Poemas

    AGUJEROS

    Las mañanas sin tu saludo
    se vuelven sordas
    no  transmiten nada
    ni el eco de mis aventuradas palabras.
    Es como  pasar de la luz del sol
    a la sombra fría de la luna
    es como ir y venir entre negras rocas
    con hierba crecida y agujereada
    por los escarabajos que pululan
    o las orugas que se esconden
    entre las hojas marchitas y oscuras.
    Así vive  mi  alma en un túnel de dolor
    sin tus respuestas que alienten alguna razón 
    para dar sentido a volver algún día
    y poder ver el generoso sol
    desparramando su dorada calidez
    sobre las montañas de tu vida y la mía.

    Malania
    Imagen propia