ENCANTO DE AZUL
De azul te vistes, y apareces sin tiempo ni límites
y yo poeta clamo: ¡que poco azul para tanto cielo!,
así, emerges tan natural como la cotidiana aurora,
cual luz que besa mis sombras, y como luz clara,
usted se irá posando en mi tierno y sufriente corazón,
para avivar la llama dormida que fraguara mis sueños.
Vibra el azul en tu cuerpo, delineando a tu fina figura
porque más azul que el azul no podría imaginar en ti
que vestida así os juro debías ser mi azulado consuelo,
consuelo que alentará a la guitarra mía de todas maneras
a dar sus trinos como dádiva de un corazón enamorado.
Pero ahí están resplandeciendo tus pupilas límpidas
que como remansos y alboradas de abril expresan vida,
auguran la alegría de vivir y quizá algún sueño por venir
y, aunque esas tus pupilas reflejen misterios insondables
en el sol de tu mirada toda el agua de verdad parece azul.
Como un sol de primavera tu encantadora sonrisa
nace cada mañana entre dulzura, gracia y belleza
como sustento natural de tu alma plena y sensible,
relumbras con fuerza para el deleite del peregrino
que añora retozar en los rosales de tu jardín florido.
Vestida toda de azul deslumbras al poeta peregrino
como una princesa que surge sugestiva cual venus,
centelleante, ebúrnea y bella desde el mar primordial
llegas como aurora blonda alborozada y desbordante
expandiendo tus encantos como cantos frescos de amor.