CAMINATA MAÑANERA
Hoy no tuve el despertar de pájaros como otros días, pero por suerte escuché la alarma. El amanecer nublado y la brisa fresca invitan, después de un día caluroso como el de ayer, a disfrutar de un rato más en la cama o en el nido.
Salí a caminar antes de que salga el sol, pero hoy también se quedó dormido como los pájaros, porque no asomó su cara.
Me gusta escuchar el canto del gallo desde lejos –porque en el barrio donde vivo no hay ninguno-. Hoy cantó una vez y desde algún lugar, otro respondió dos veces. Me recuerda a mi niñez. Mis padres tenían gallinas y gallos.
El perro blanco y flaco –así es su raza, no es que esté desnutrido- acostado en la vereda de la manzana número dos, me mira, pero no mueve más que su cabeza para seguir durmiendo.
Un suave aroma a madreselvas inunda la esquina. Todavía no están florecidas en todo su esplendor. Seguramente no es época.
El sereno de la obra de la manzana uno, está preparando su mochila como para abandonar su puesto por hoy. Su tarea ya está cumplida.
Me acerco a la ruta y apuro el paso. Justo dio el semáforo verde para poder cruzar y si no me apuro perderé el turno. Un joven en bicicleta cruza la colectora en rojo pero con voz de enojado me grita: -¡Por qué no miras antes de cruzar!
¿Qué debía mirar si el semáforo fue habilitado para mi paso? ¡Hay cada uno!…
Al otro lado de la ruta hoy no está el hombre que siempre toma mate a estas horas en el porch. También se durmió.
El vendedor de chipa se apura para llegar al semáforo y vender a los que esperan el turno para pasar.
La señora de la moto, -que seguramente viene de dejar su trabajo nocturno en algún lugar, quizás cuida algún enfermo- acelera para llegar pronto a su casa. O será que viene de su casa y entra a esta hora a trabajar vaya uno a saber dónde.
Un perro negro olfatea la cola de otro, no sé si es perra o perro, qué más da. Ambos se van juntos por una calle lateral.
Una vez me preguntó la tía de mi nuera si yo no tengo miedo a los perros cuando salgo a caminar al amanecer. Y no, no tengo miedo. Nunca ni siquiera me ladran.
Los acondicionadores de aire funcionan como eslabones en cadena. Todo indica que la mayoría de la gente todavía duerme. Si todos salieran a caminar –pocos lo hacen- se podría economizar energía eléctrica y aumentaría la energía humana. Algunos suelen decir que están cansados, y no saben por qué.
A través de una ventana entreabierta se escucha una música que no puedo distinguir de quién es. No me gustan los temas raperos y menos a estas horas de la mañana. Prefiero un buen chamamé o un valerón, que levanta el ánimo y obliga a saltar de la cama.
Llego a la esquina vértice de las dos avenidas. El sereno que custodia los locales de ese lugar espera el horario para acabar su tarea, mientras un perro negro y otro gris, los que siempre lo escoltan, duermen plácidamente. No son suyos, son del barrio y lo acompañan todas las noches, según dijo a un interlocutor que esperaba el colectivo; justo en esa esquina hay una parada.
La panadería está cerrada, y con más razón, la heladería.
Un conductor espera sentado en el borde de la vereda a que abra la gomería. Debe de tener pinchada la cubierta de auxilio.
Un camión con chapa patente brasileña, largo como si estuviesen unidos dos juntos, con su carrocería totalmente tapada con lona azul, está estacionado esperando el despertar de su chofer para comenzar a mover las ruedas.
Otro camión con su motor encendido, está pronto a salir a descargar los artículos de almacén que lleva en su carrocería.
La señora que hace las tareas de limpieza en una iglesia cristiana, abre los dos candados del portón de frente. Hoy llegó tarde, porque la mayoría de los días cuando cruzo por aquí, hay agua en la vereda, señal de que ya ha limpiado esa parte.
Muchos autos van por la avenida –doble mano separadas por un bulevar con senda peatonal en el medio y muchos árboles- en el mismo sentido que yo, pero por la calle de enfrente. Todos van en dirección a la ciudad. Pocos son los que vienen en sentido opuesto a mí. Algunas motos se adelantan a los automóviles y las bicicletas se desplazan por el sendero que les corresponde.
En la esquina de la carnicería, donde doblo para caminar hasta la colectora y emprender mi regreso, está el perro de color canela. No duerme, está atento a la llegada de su protector, como buen guardián. Al otro perro del mismo color, pero más viejo, hace días que no lo veo. ¿Le habrá pasado algo?
El verdulero hoy también se durmió. Su local está todo cerrado.
El almacén de artículos plásticos, mayorista y minorista, también cerrado. ¡Por supuesto! Si recién son las 6.10 de la mañana. Abrirá a las 8 hs. A quién se le va a ocurrir ir a comprar algo de plástico a esta hora.
Lo mismo ocurre con el que vende maderas. Sólo los dos perros, uno rottweiler y el otro, un cachorro ovejero alemán, duermen en el gran patio de tierra y pasto. Tienen sus respectivas casas pero prefieren estar tendidos al aire libre.
La casa de la planta de mangos, también tiene dos perros, pero son de tamaño pequeño. Son blancos con ojeras negras. Nunca ladran cuando paso.
Mientras camino, pienso: ¿Será que el hombre que cuida la casa de fin de semana, la que tiene un gran parque a su alrededor, estará sentado tomando mate al costado de la mansión? Me acerco y lo único que veo son flores y plantas muy bien cuidadas, y dos perros enormes –antes no había mascotas- que corretean y ladran a otros dos pequeños que salen de la casita de enfrente. El hombre del mate también se durmió.
En la esquina hay un kiosco que nunca está abierto, tampoco tenía perro. Pero hoy me ladró, es la primera vez que escucho un ladrido hacia mí. Es que me agaché para arrancar una hoja de “paico, kaahé” o ka’a he’ê”, hierba medicinal muy perfumada que sirve para mezclar con la yerba del mate, (Las hojas con o sin el tallo se utilizan para el tratamiento de problemas digestivos. También en los niños para las diarreas, enfermedades estomacales y hepáticas. La yerba de lucero combinada con hojas de ka’a he’ê son muy efectivas para calmar la acidez estomacal) ¡Claro! La planta está en su vereda, ¡Cómo no me va a ladrar!.
Continúo mi camino con la esperanza de encontrar al herrero, que a esta hora suele estar acomodando chapas y hierros para exponerlas al público, también para liberar espacio y poder trabajar cómodamente. Quiero pedirle que construya un armazón de sombrilla a modo de pérgola para el jazmín del patio de casa. Pero no está. ¿Se habrá quedado dormido?. Sigo caminando por la vereda, saludo al dueño de otro kiosco –este sí, siempre está abierto- y su señora, ellos siempre están tomando mate sentados en el patio detrás de la verja. Antes se sentaban en la vereda, pero hace bastante tiempo que no lo hacen. Les preguntaré un día de estos, con discreción, qué pasó, el antes y el ahora. El barrio es seguro, pero ellos viven por la colectora de la ruta, quizás hayan sufrido algún acto vandálico.
Diviso a un hombre en bicicleta. Es el herrero que ha salido a pedalear. No sé cómo lo hace, porque en su pierna derecha tiene una prótesis ortopédica. Saludó con un Buenos Días y siguió su camino. Otro día le diré lo de la pérgola.
Casi estoy llegando a la ruta, el semáforo habilitó el paso más largo en tiempo, pero no sé si llego para cuando me toque el turno. Así que mejor, espero al próximo.
El vendedor de chipas sigue firme en su puesto callejero. ¿Habrá vendido algo? No lo sé ni se lo preguntaré, porque después no me lo quitaré de encima. Los vendedores ambulantes son “muy pesados”.
Cruzo la ruta y veo al mendigo, el mismo que hace días está en esa esquina, sucio y muy flaco. Algo tengo que hacer –pienso- alguien debe que asistirlo.
El gato blanco y gris –hoy no se me cruzó el gato negro, que según las creencias trae mala suerte, pero se me cruzó ayer y no me trajo nada- espiaba a los pajaritos que a esta hora, casi las 7 de la mañana, empezaron a cantar.
Una casa frente a la avenida, casi al final de mi recorrido, baja, amplia, de barrio, la han pintado en dos tonos de verde y el piso lo han esmaltado de rojo. Quedó preciosa. Qué lindo es ver casas bien pintadas y con jardines.
En el destacamento de policía ya han izado la bandera argentina y también la de la provincia. Todos los días la arrían antes del ocaso y la vuelven a izar temprano, al salir el sol.
Llego a casa. Me reciben no solo mis perras con sus colas de plumero sino también los pajaritos que piden comida con sus trinos. ¡Vaya recibimiento!
Y así, día a día siempre que el estado del tiempo y mis actividades de jubilada me lo permiten, realizo la caminata diaria. Es una forma de sentirme bien, feliz de poder hacerlo y me olvido de cualquier dolencia que pude haber tenido antes de salir, si me dolía una pierna o cualquier otra parte del cuerpo.
CAMINAR HACE BIEN A LA SALUD.Malania.
Imágenes propias.
PERFUME MILAGROSO
Iluminaba una luz fríael espejo del inviernola luna llena se desvanecíaentre las últimas estrellas del cielo.Un hombre se abrió pasoen un bosque erizado de malezasla esperanza desaparecíaen hilos de humo por la chimenea.La debilidad revoloteabay resquebrajaba su interiorla tristeza lo embargabahabía dolor en su corazón.Por el cielo, el vientolas nubes desparramabay al capricho del airela nieve caía espesa y volaba.El hombre sin son ni adornossu construcción sofocabapor la tierra y por el airelos cimientos derrumbaba.Desde los muros llegabanlos estentóreos sonidosdel revoloteo de mariposasy de los pájaros aún dormidos.De un único adorno floridoperfume silvestre manabauno de los pájaros cortócon su pico una flor morada.Y a través de la ventana boscosadonde vivía el modesto hombreal que solo le quedabancabellos blancos y ojeras pronunciadasdepositó la bella moradadesparramando los pétalossobre sus labios resecosal despuntar la alborada.El perfume lo despertócon un cosquilleo en los labiosla humedad del rocío lo cubriócurando el mal que lo asechabapor un misterioso milagro.MalaniaImagen: P. H.PROPUESTA DE LIBERTAD
Danzo en mis recuerdos y observocómo esquiva los charcos, la gentemientras paseobajo paraguas que camuflan soledades.La lluvia cae fríaen cascada de incógnitaslas gotas se estrellan y salpican.Cada persona es diferentemi curiosidad me invita a saber de ellasunos visten elegantes, indiferentesotros, con ropas viejas atenuantesdel intenso y rudo frío reinantedenotando en sus rostros mustiosel vestigio de un tiempo olvidado.Quisiera tener la bola de cristalpara adivinar sus pensamientossus esperanzas y sus dolores cruentos.Saborear con él sus escasas alegríassí, con él, porque también está allíviendo como el viento sacudelas hojas de los árbolesy alborota el humo del cigarroque lleva en su temblorosa mano.Mi pelo a la par del vientome sugiere una propuesta de libertad:“Llévame en tu equipaje de alegríamientras camuflados entre las nubesdamos un paseo por las estrellas”.El despertar vuelve mis ojos hacia el ayerme hace danzar en la belleza de sus letrasen palabras al amanecerde aquellos instantes impregnadosen su fragancia aromática especiaday en la humedad de su pielconfundida con la mía en la alborada.MalaniaImagen: M. J. T.POR UN AÑO MEJOR
SER BUENAS PERSONAS NO CUESTA NADA
Todos somos capaces de ser buenas personas, de hacer el bien desde nuestro lugar donde estamos.
He escuchado por ahí y opino igual, que todos tenemos un ángel guía, protector, que nos inspira a hacer las cosas que van por el buen camino. No sé si serán milagrosos nuestros actos, pero pueden ayudar al otro a sentirse mejor.
Podemos ser el faro que alumbre el camino a aquel que siente que ha perdido el rumbo.
Ser luz de un nuevo día para dar esperanza al desahuciado.
Ser acción transformando palabras de aliento para el sordo.
No hace falta contar con mucha inteligencia ni ser graduados como para darnos cuenta de lo que le hace bien o mal al ser humano.
No cuesta nada ayudar a abrir puertas de esperanza y cristalizar deseos de una vida mejor, con el simple hecho de desearles lo mejor.
Hay necesidades humanas de sentirse apoyados, queridos, atendidos, escuchados.
Los milagros existen, pero muchos desconocen la forma de abrir la puerta donde estos se esconden o están guardados.
Pueden estar detrás de una sonrisa sincera o de una palabra de aliento. No pueden estar nunca detrás de un corazón rencoroso, vengativo, o de una sonrisa falsa que te da con un puñal por la espalda.
Para construir un mundo mejor es necesario ser bondadoso y compasivo.
A la larga todo lo que hacemos, mal o bien, vuelve a nosotros multiplicado pero de la misma manera.Malania
Imagen de la red
COMO COYUYO ENAMORADO
¿Por qué cantamos los tucumanos? POR AMOR, por supuesto…
Es una historia que viene de lejos, de la infinita profundidad de tiempo. Y porque alguien nos enseñó que hay que tener esperanza: es el COYUYO. Aquí una historia, bien tucumana:
Arrancó la primavera, y ya tenemos coyuyos enamorando coyuyas con su canto, en los árboles del parque más elegante de la ciudad capital del Tucumán.Quisiera contarle al mundo esta primicia exclusiva: Hoy, 3 de noviembre de 2016, alrededor de las 19 horas y en las inmediaciones del Parque 9 de Julio de la ciudad de Tucumán, más precisamente en la copa de sus frondosos y bellos árboles, el primer coyuyo de la temporada ha vuelto a cantar tras un largo silencio invernal.
Su chirrido estridente despabiló a los transeúntes ocasionales que se miraron unos a otros diciendo: «ya se viene el verano, ya se viene el verano».
Un porteño desprevenido que pasaba por el lugar, desconocedor de este insecto de cuerpo ovalado, verde oscuro, cabeza gruesa y ojos prominentes, típico del noroeste argentino, levantó las cejas mirando para todos lados, buscando algún aparato artificial de grandes dimensiones que se ven en las grandes capitales, preguntándose si acaso ese ruido ensordecedor no provenía de uno de esos cosos.
El coyuyo, que en quechua significa «silbador», hace música con unas membranas llamadas timbales y sacos con aire que funcionan como cajas de resonancia, en la base del abdomen. El que canta es el coyuyo macho, ya que las hembras de esta especie carecen de este órgano productor de sonido. El coyuyo macho es un ser exquisitamente romántico, ya que canta por amor; canta para enamorar a la coyuya con la que luego tendrá sus hijitos.
En Santiago del Estero, por ejemplo, este animalito gusta cantar en las horas de calor de la siesta, en los algarrobales. Hay quien le atribuye virtudes mágicas diciendo que al cantar ayuda a florecer al algarrobo. Lo cierto es que en Tucumán, con la llegada de los primeros calores, el coyuyo afina su voz al atardecer y canta por amor. Su música dura lo que el verano y sólo se interrumpe por mal tiempo. Con la llegada de los primeros días frescos del otoño, su voz se apagará para siempre. Entonces los transeúntes dirán: «Ya se ha ido el verano, se va con el coyuyo y el carnaval».
Mientras tanto, la noticia más importante es esta: ya hay coyuyos enamorando coyuyas con su canto, en los árboles del parque más elegante de la ciudad. Quien quiera oír que oiga. Es al atardecer. Y es gratuito.Texto gentileza de R. E. Ch.
Imagen de la red.
Otro tipo de coyuyo, el de EEUU DEVORANDO DISTANCIA
Las chicharras bailan candombe,mientras las pitangasafloran su aromapor el matorral de la paja brava.Las luces navideñas parpadeanal compás de los cumbieros,retumba y vibraa través de las mallasde atrevidos altavoces.Moras fuera de estación,galerías de enredaderas florecidas,verdes limonerosy mangos pendientesde frágiles ramasofrecen un panorama diferenteal tranquilo barriode calles cortasy bulevar silenciosolibre de transeúntes.Y yo paseomis ansias por vertey la esperanza del gocedel próximo encuentrodevorando distanciaen ti, mi pensamiento.Malania.Imagen propia.RECOMENZAR
Cansado de la monotonía diaria, la tristeza corrosiva, la ácida nostalgia, de la esclavitud de las manecillas del antiguo reloj, que por más que lo quisiese callar, cada minuto sonaba con mayor intensidad, decidió colocar los recuerdos bajo la lluvia para que la erosión se apoderara de todo aquello que existió pero que ya no quería más. Entonces decidió que era momento propicio para:
RECOMENZAR.
Y así fue que escribió, para sí mismo y para el mundo:
“Estaba necesitando hacer una limpieza en su mí…
Tirar algunos pensamientos indeseados.
Lavar algunos tesoros que estaban medio oxidados.
Entonces saqué, del fondo de las gavetas, recuerdos que no uso y no quiero más:
Tiré algunos sueños, algunas ilusiones…
Sonrisas que nunca di.
Tiré la rabia y el rencor de las flores marchitas que estaban dentro de un libro que nunca leí.
Miré qué necesitaba para mis sonrisas futuras y las alegrías pretendidas, y lo que me pareció encontrar lo coloqué en un cantito, bien ordenado (con la música nunca se sabe).
Saqué todo del armario y lo fui tirando al suelo.
Pasiones escondidas, deseos reprimidos. Heridas de un amigo, recuerdos de un día triste. Muchas traiciones de mujeres (supongo que es mi estigma: si no estás dispuesto a traicionar a nadie, hay que estar listo para recibir traiciones de todo tipo). Nunca lo entendí.
Pero también encontré otras cosas y muy bellas, como: Un pajarito cantando en mi ventana, aquella luna color plata, el momento de una puesta del sol, o una mariposa posada en una flor.
Me fui asombrando, encantando y distrayendo, mirando cada uno de aquellos recuerdos.
Arrojé en el cesto, los restos del último amor, el que más me hirió, porque sentía que había hecho más que todas las otras veces para llegar a algo, y se desarmó violentamente (cuando yo soy cero en violencia).
Tomé las palabras de rabia y de dolor que estaban en un estante, las tiré en el mismo instante.
Hay otras cosas que aún me hieren… veré que hago con ellas. No es fácil definir todo de una sola vez.
Fue en aquella gaveta en la que uno guarda lo que es más importante, el amor, la alegría, las sonrisas, un dedito de Fe, para los momentos en que se necesite.
Recogí con cariño el amor encontrado, doblé ordenaditos los deseos, coloqué perfume en la esperanza, pasé un pañito en el estante de mis metas, y las dejé a la vista, para no olvidarlas.
Coloqué en los estantes de abajo, algunos recuerdos de infancia.
En la gaveta más alta, las de mi juventud y colgado bien frente a mí, coloqué las de mi capacidad de amar y principalmente las de RECOMENZAR…”Autor: R. E. Ch.
Imagen: R. E. Ch.
¿BAILAMOS?
Un pájaro se deslizó en el cielo.
Al seguirlo con su vista, no consideró el sol, que lo cegó momentáneamente.
Justo después de eso, aquel rayo de luz plantó una imagen en su mente:
Un patio de ladrillos, o de tierra. Había mucha gente, y entre la multitud, una hermosa mujer, sentada en una silla junto a la pared.
-¿Bailamos? Le dijo sonriendo.
– Encantada, pero no sé bailar folklore.
– Bueno, no importa. Siempre hay una oportunidad para aprender. -Dijo él sin dejar de sonreír.
– Entonces enséñame.
Al ritmo de una zamba danzaron riéndose de los pasos que -en falso- daba ella. En cambio él, bailaba muy bien con pasos seguros.
Terminado el tema musical, se sentaron uno al lado del otro y él le dijo:
– Yo, en realidad, hablaba de la vida, no de un ritmo. Simplemente pensé en el folklore, donde los bailarines, cualquiera fuese la zamba, empiezan de frente, con buena intención, mirándose a los ojos, con una sonrisa en los labios, y cada uno con un pañuelo en las manos, que mueven reflejando sus sentimientos al bailar.
Y prosiguió: – Ese vuelo del pañuelo simboliza “el esperado vuelo del alma”. No se tocan casi nunca, pero entre sus pañuelos, habla la vida…
– Ella sonriente y sonrojada por no haber comprendido la intención inicial, se quedó muda. Luego, tomando su pañuelo de una punta y haciéndolo volar en el aire, le dijo:
– Disculpa, pero suelo ser de reacción tardía. Ambos rieron.
Lo escuchó atentamente mientras él siguió hablando.
– Traduciendo: Era una simple invitación a tomar un café juntos y conocernos, como dos personas que andan solas en la vida, buscando un compañero de camino, en la multitud indiferente…. ahora que estuvo más claro… ¿Bailamos?.
Antes de despedirse, ella muy tímidamente le dijo: -Bailemos.
Y en la noche quedó sellada una esperanza, con un gran abrazo y un beso en la mejilla.Malania. (Inspirada en el texto de R. E. Ch.)
Imagen propia
NIEBLA
Arrulladopor los rasguños húmedos
con aceite de almendrassintió una sensación de aliviode ese algo que para él
se terminaba para siempre.Sin embargo para ellala esperanza de seguir amándolocrecíacomo lirios en las palabraspronunciadas a su oídoy en el escondite de su dorada selvadonde emergía su báculo cálidolleno de vida y cantoal compás de mimos y besos.La realidad se reflejó en la lunaespejo de un recuerdo pálido.Una a una se apagaronlas luces de las estrellasbajo la estelade oscuro aserrín del terciopelode un herido corazón.MalaniaImagen de la red.EL TREN
Tus poemas contienen
entre sus versos,
el viento cálido
de una mañana de enero
y el sol brillante
del mediodía,
cuando te acompañaba
mientras te ibas.La taza de café,
esa en la que bebías
con dos de azúcar,
conserva tu mirada color miel
sobre tus grises ojeras,
señal de insomnios continuos.Tomabas el tren
con la esperanza de descansar,
con la visión de cosas diferentes,
recordando hermosos momentos,
y te alejabas, respirando
la atmósfera de nuestros tiempos.Imagen: C. J. V.