• Minicuentos

    VIOLETAS DE VIOLETA

    Era la tercera hija del matrimonio y primera mujer. Se llamaba Violeta, muy  bonita, no tanto como una flor, pero no era fea. La afeaba su forma de ser.
    Un día se enojó con su madre y le arrojó una silla de madera dura, esa que su mismo padre había fabricado. Por suerte la mujer mayor pudo esquivarse y no le hizo daño, pero con la silla rompió dos vidrios de la ventana de la cocina que daba a la calle.
    En el pueblo no se conseguían y mientras tanto, para impedir que penetre el frío viento de invierno, su padre tapó los grandes agujeros provisoriamente con pedazos de madera.
    Esos ataques de nervios solía tener de tanto en tanto cuando su madre la reprendía por algún comportamiento fuera de lugar, o cuando pedía algo que no se le podía conceder.
    Había estudiado en una Escuela Profesional de Mujeres. Sabía confeccionar muy bien prendas a medida y con eso aportaba económicamente a su familia. Quizás ese era uno de los motivos de sus ataques.
    Violeta se casó, tuvo varios hijos. Pero su enfermedad de estrés incontrolable nunca pudo superar, y lo que hacía antes con su madre, también lo siguió haciendo con su marido e hijos. Fue siempre violenta y compulsiva.
    Su hermana menor nunca comprendió el motivo de esa forma de ser.
    A Violeta le gustaban las flores silvestres del color de su nombre.

    Imagen propia.

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    FLORES DE ABRIL

     

    Acaricia el viento las flores silvestres, 
    peinando a su paso la hierba menuda.
    Lleva silbidos del espartillo verde 
    deludiendo barreras hasta a la azuda,
    que en la corriente del imponente río
    rueda y rueda brindando agua a los sembríos.
     
    Imagen: propia
                                                                       
     
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    HELIOTROPO

    Callaba para escuchar el silencio de la sala,
    mientras  tejía maravillosos versos sin artificios.
    Su rostro asalmonado soltaba
    gestos de pasión, dulzura o sorpresa,
    mientras con su mirada recorría
    los cuadros de la galería.
    De pronto se detuvo ante uno
    con predominio del color que más preciaba.
    Sintió un olor fino y suave que de allí brotaba,
    ramilletes de heliotropo aroma a violetas.
    Vaciló si era cierto o estaba soñando.
    Al lado había uno con flores de habas
    pero no percibía ningún perfume.
    Caminó hasta el final de la galería
    y el aroma lo perseguía.
    Volvió al lugar del cuadro de heliotropos
    y envuelto en imaginación de melancólicos paisajes,
    hizo nacer su obra poética.
    Al otro día regresó para comprar el cuadro
    pero este ya no estaba.

    Imagen de la red.

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    MERECEDOR

    Regalo de la vida,
    refugiarse en el perfume de las flores
    y en el seno de la naturaleza pura,
    para hacer de nuestro baile imperfecto
    el más hermoso,
    al compás de la música de los pájaros,
    poder  montar a caballo despierto o dormidos,
    soñar juntos piel a piel
    y deleitarnos con la savia
    y miel de nuestra intimidad.

    Imagen: M.J.T.

  • General

    BUENA RUTINA

     
    A través del tiempo pude darme cuenta que las mejores postales que nos ofrece la naturaleza son efímeras. Además, no se da nunca una igual a otra. Son espectáculos, que quienes los apreciamos, nos sorprendemos de ellos y si no aprovechamos el momento justo, nos lo perdemos para siempre.
    Esto ya lo he dicho en otra ocasión. Pero la de hoy, en mi recorrido de las 7 de la mañana, fue particular porque estuvo presente un fenómeno natural poco visto en esta zona, la neblina. Más de una hora percibiendo aromas diferentes. Cubiertos de rocío el césped, las plantas, las flores y los frutos. El pasto recién cortado, otros altos me llegan hasta los tobillos. La lluvia arrastró tierra suelta que encontró al paso, por cauces de arroyitos inventados por el abundante caudal de agua caída. La tierra no pidió permiso y se depositó en senderos de cemento aptos para las caminatas en el bulevar de la avenida. Hay que esquivar el barro para no resbalar y es ahí donde mis pies aplastan el pasto humedeciendo mis zapatillas grises. La altura mediana de los árboles de ese tramo, ofrecen el perfume de las flores silvestres. Una vez que cambio el rumbo y enfilo mi regreso a casa, otro es el espectáculo. Las guayabas y su alfombra, quedaron atrás, así como las paltas, los mangos, y otras frutas de estación. Ahora tengo que esquivar las espinas de los rosales que sobresalen de las verjas. Muy orondas se mecen al compás del viento perfumando las veredas con sus ramilletes blancos, rosados y lilas. Los que más abundan son los blancos que tienen un aroma inigualable. No son iguales a las rosas que venden en las florerías que parecen de plástico. Estas son nacidas en tierra fértil y se bañan de rocío al alba y al ocaso, o en noches calmas, casi en todas las estaciones del año. Quizás por eso conservan el perfume original a rosas frescas.
    A todo esto, tengo que sumar el canto de los pájaros: mirlos, gorriones, loros, algún extraviado zorzal y el papagayo de mi vecina que me saluda al pasar. Si no lo saludo me silba y se pega una carcajada.  
    Vuelvo a casa renovada después del incomparable espectáculo natural. Una buena rutina.

                                                                                                                                 

    Rosa Roja de N. V. S.
  • Poemas

    ARTESANÍA

    Las tijeras van cortando
    lo que unas manos las guían,
    flores y círculos de colores
    rompen la monotonía.
    Adónde irán a parar todas
    después de la jornada festiva,
    quizás quedarán guardadas
    o expuestas en alguna vitrina,
    o serán arrojadas al patio
    y atisbadas por la vida,
    el viento se encargará
    de llevarlas por las vías
    y en el tren de una alcancía
    encontrarán su ocaso algún día.
  • Poemas

    GLICINAS AL VIENTO

    
    

    Al regreso de mi viaje,
    miré hacia el cielo.
    En vez de nubes furtivas
    me sorprenden
    las glicinas florecidas.

    El viento las mece
    como acunando un sueño
    se acomodan, se sonríen
    buen aroma despiden.

    Me fascina su color
    me enternece su hermosura
    contrastan con el naranja
    de las flores de la dura.

    El sol le pone su brillo
    el viento su candor
    – No las despojes, tormenta
    ¡sus pétalos son un primor!

    Imagen propia

    
    
  • General

    UN BESO EN SILENCIO

     
    La noche anterior se había llorado todo como en concierto, con gruesas gotas, relámpagos, truenos y los gritos desesperados del loro de Carolina, secuestrado en una jaula bailarina al compás del vendaval.                     
     A Estela le gusta salir a caminar antes de que salga el sol.
    Ese día viernes las calles, algunas sin asfalto, adoquines ni cemento, estaban mojadas y serpenteadas por charcos en la tierra roja. Un perro pequeño que dormía bajo un canelo la siguió acompañándola hasta una casa sin verjas, aparentemente abandonada y allí se quedó al resguardo de un alero. Los ladridos de otros perros tras rejas y muros daban aviso del paso de la mujer por aceras y calles. A ninguno se le ocurrió ser cómplice del silencio que ella hubiera querido conseguir durante su paseo de paso apresurado.             
    Estela caminó hasta el final del camino donde termina el barrio en el que vive desde no hace mucho tiempo, por las calles desiertas, inundadas por el aroma de hojas húmedas de cientos de árboles que ofrecen su sombra cuando el sol arde a mediodía y siesta. Las flores silvestres matizan el aire fresco y puro de otro amanecer sin humos ni gases tóxicos. Una flor amarilla solitaria se balancea como saludando a su paso, la contempla, la fotografía y continúa el camino hacia su casa. Una hora basta para la caminata del día.
    Por suerte el loro de Carolina está bien, fuera de su jaula, que quedó cubierta por una gran hoja de palmera, desprendida del árbol a causa del viento.  Feliz, le da un beso de pico en señal de amor y agradecimiento. 

                                                                                                                                                    

    Imagen: N. C. G.

  • General

    HILOS DE PLATA

    Te amé;
    y todavía quedan
    flores azules matizadas
    que saludan al alba,
    perlas onduladas
    bajo el sol de la mañana,
    perlas madrugadas
    con hilos plateados,
    y de tinta del corazón
    que pintan en armonía
    todo mi interior.
    Imagen: R. E. Ch.
  • Poemas

    INFLORESCENCIA

     
    Delineo mi nombre
    en tu espalda entregada
    con pinturas naturales
    aún reptando en jangada
    en el acerbo tiempo
    con jugoso  anagrama
    tu nombre en gallardía
    En fortuito menester
    e indomable deseo
    surge un giro inesperado
    avellanando mi espacio
    con tu cálido placer
    en blanco, rosa y topacio.