• Poemas

    TESTIGO DE LOS SECRETOS

    El sol fulguraba orgulloso
    al otro lado del planeta
    bronceando pieles de veraneantes
    provistos de ropas ligeras.
    Ciento ochenta grados
    eran suficientes para volar
    y encontrar otro paisaje natural.
    Al norte se agazapaba una arboleda
    de otoñales hojas y flores marchitadas
    por heladas invernales
    y el pasto sobrevivía a la sequía.
    Caprichoso el tiempo navegaba
    por el inmenso mar del designio.
    Despierto él
    debatiéndose con un permanente insomnio  
    sin conseguir el placentero sueño.
    Despierta ella
    aspirando el aroma de la noche
    aroma de la soledad
    de los interrogantes y de los espacios vacíos.
    Solo el olor del ayer los regocijaba
    con sus entrañables recuerdos.
    mientras la insolente luna llena
    por los ventanales se filtraba
    única testigo de los secretos
    de esos inmersos espacios vacíos.

    Malania
                                                

    Imagen propia

     

     

     
     
  • General

    EL RECUERDO DE UN ÁNGEL

    Cae la lluvia. Aquellos recuerdos que habían vuelto a mi corta infancia, entraron en una nueva nube negra de lluvia y, de pronto, un estremecimiento me confundió. Las ninfas de los recuerdos revolotearon, haciéndome perder el momento siguiente y, al aclarar mi pensamiento, me vi adolescente, volviendo del taller de la escuela técnica: mi overol azul bajo el brazo, por la tarde, con la lluvia de gotas frías cayendo desde el cielo, o desde las hojas de los árboles de las veredas, en el camino de vuelta a mi casa. Podía distinguir el “olor a lluvia” clásico de esos momentos (como a “tierra mojada” pero de otro lugar, no de donde uno camina). Y muchas veces -en primavera- disfrutar del perfume de los azahares en las gotas de agua caídas de cada planta cuando pasaba debajo, por las veredas tucumanas. En aquel momento todo parecía natural, y hoy lo llevo en mí como un recuerdo mágico. Pero ese muchacho -que era yo-, caminando sin remedio bajo la lluvia para retornar a su casa, una vez se cruzó o compartió camino por unas pocas cuadras con una joven adolescente, yendo en el mismo camino. Y todo aquello me llevó a recordar el momento de mi primer amor. De aquello me queda, más en el corazón que en la mente, un recuerdo imborrable y especial: una niña hermosa de unos ojos muy claros que parecían aguamarinas, un cabello rubio y largo, un cuerpo demasiado delgado (como me gustaba), con una infinidad de pecas en su cara, arremolinadas alrededor del punto medio de su nariz. Ella iba mucho más ordenada: Cubierta con una capa impermeable en la lluvia, que hasta tenía una capucha para su cabello, caminaba a paso rápido por aquellas veredas recubiertas de pétalos de los azahares, que las gotas de lluvia habían derramado desde los naranjos en flor. Ver tanta belleza junta era como si el camino que hacíamos ¡había tomado una derivación hacia el cielo! Y era un regalo del cielo compartir con aquella mujer casi niña, y tan hermosa, mi camino por unas cuadras… 3/5. Lejos de importunarla, yo buscaba una manera elegante de ver su hermoso rostro. Caminar más rápido y pasar delante de ella pidiendo “Permiso”, y luego, por cualquier razón detenerme y darme vuelta para verla venir hacia mí, era una estrategia. O bien caminar delante de ella, pero sólo unos pasos adelante, como para no importunarla y -en mi ilusión- cuidarla en su camino hacia su casa. Un día se me ocurrió seguirla de lejos, para averiguar donde vivía. Así, encontré que entraba en una hermosa casa con un gran jardín al frente, sobre la avenida más importante del barrio. Fue suficiente en aquel momento, para mí. Sabiendo donde vivía, mi ansiedad me hizo pasar caminando frente a su puerta, uno que otro día. Hasta que un día sucedió. Ella estaba en la ventana y nuestras miradas se encontraron. Allí, desde su seguridad, me miró y me dirigió una sonrisa que, para mí, era todo. En ese momento fue que sentí que mi corazón se destrozaba de amor por ella. La vida siguió y yo, con mis flamantes 17 años, siendo uno de los mejores alumnos de mi exigente colegio técnico, y hasta un buen yudoka creía (como en mi juventud), que todas las cosas del mundo estaban disponibles para mí. Así, una vez a la semana, pasaba frente a su hermosa casa, sólo para poder verle, si es que estaba en su jardín de enfrente. Y mi realidad cambió. Los días siguientes, en el camino, comencé a acercarme a ella. La saludaba, me acercaba a ella con respeto, y trataba de conversar de cualquier cosa, como para entrar en confianza y poder hablar. Tuve la dicha de poder tener para mí esos dientes frontales grandotes de su hermosa sonrisa, alguna respuesta tímida con su voz suave, admirar ese cabello rubio que era mi sueño, aquella hermosa cara al natural, y sus orejas pequeñas con aros aún más pequeños. Sus manos eran las de un ángel, no llevaba uñas pintadas sino simplemente bien cortadas. Soñaba con que -alguna vez- aquellas hermosas manos me tocarían la cara, acariciarían mi cabello. Entre las pocas cosas que me contó, lo más importante fue su nombre: Daniela. Tampoco necesitaba más. Un fin de semana, sin nada especial que hacer, siendo ya sábado, y de noche, decidí hacer un paseo frente a la casa de aquel ángel al que amaba, sólo sabiendo su nombre. Al ir llegando, vi que había una fiesta en su casa. Al pasar la vi vestida como una princesa, mejor dicho ¡como un hada!, saludando a la gente que ingresaba. En el camino escuché invitados que hablaban de un cumpleaños de 15. ¡Era su cumpleaños de 15! Y ¡qué hermosa estaba! No pude evitar pasar (tratando de pasar desapercibido) otras veces más por su vereda, mirando hacia adentro, a su jardín, donde ella y sus padres recibían a los invitados que llegaban. En una de esas pasadas, ella se fijó en mí y nuestras miradas se cruzaron. No sé cuál fue la expresión de mi rostro, pero ella cambió su sonrisa, y se puso seria. Quizás, interpreté como que se asustaba, y el que se asustó realmente había sido yo. De hecho, decidí no pasar nuevamente. Me dediqué a ver los vehículos de los invitados que habían llegado y seguían llegando. Todos vehículos caros, gente muy bien vestida… obviamente gente rica, o de muy buen pasar económico. Había dos caminos (como siempre hay): El que mis sentimientos me indicaban, que era acercarme con respeto y hablarle, en algún momento, de mi amor y adoración por ella. O bien justo lo opuesto, que era evitar de verle en adelante, porque nuestros mundos eran distintos. En la noche de aquel día, estudié la situación, recostado ya de noche en mi cama. 4/5 Lo que siempre tuve presente fue cuidarle, como creía haberlo hecho siempre en la calle, caminando ambos de retorno del colegio un corto tramo, juntos. La solución debía implicar – en primera instancia- lo que fuese mejor para ella, independientemente de mis otros deseos. Luego recordé algo que mi madre siempre me decía, aunque -hasta ese momento- no sabía yo cuál era la intención de sus dichos: “Siempre hay que rodearse y elegir compañía entre los de nuestra posición económica y nuestra cultura. Eso llevará a poder entenderse de la mejor manera”. Conocía la historia de mis padres y todo consejo de ellos eran tenidos muy en cuenta por mí. Evalué que nosotros -aunque cultos- éramos muy pobres, comparados con la familia de esta niña a la que amaba, y que, por más buen alumno que fuese, aún con mis anhelos de recibirme de ingeniero, no iba a calificar como pretendiente de una joven tan hermosa, de una familia tan rica. Más aún, hablo de más de 50 años atrás, cuando las mujeres de 15 años eran sólo niñas, y no podían siquiera decidir en sus preferencias (o al menos era lo que yo tenía aprendido de la enseñanza familiar). Ni hablar de las restricciones que teníamos los varones… Recordé -y sin querer- la cara de miedo de mi hermano cuando mi madre nos castigaba (Eran tiempos en los cuales venían “palizas” por cualquier detalle). ¡Jamás!, jamás, me prometí. Pero jamás de los jamases, haría cualquier mínima acción que pudiese dañar a Daniela, y menos en su relación con sus padres (donde imaginaba alguna reacción de las típicas de mi madre con una hija, si hubiese tenido una). Decidí, con muy hondo sentimiento, y llorando de bronca en esa noche que casi ni dormí, que me había hecho muchas ilusiones de “nada”, que aquel amor era imposible, que aquella sonrisa hermosa regalada desde su ventana, esa mirada dulce de sus ojos increíblemente hermosos, no eran para mí. O bien, no representaban aquello que tanto había creído por solamente un poco tiempo antes. Y decidí que no debía verla más por su seguridad. Cambié el recorrido de mi camino vuelta a casa desde el colegio para no tentarme a hablarle, y busqué olvidarle. Me concentré en mis estudios y también, de ahí en adelante, en mis clases de yudo jamás vieron un oponente con tal ferocidad como la mía. Descargué toda mi frustración en cambiar lo que era en ese momento: un muchacho pobre. Clasifiqué en mis estudios con las notas más altas de la promoción, me gradué de cinturón negro de yudo campeonando en todos los torneos que me presenté, y me preparé para el capítulo siguiente de mi vida, que era trabajar todo el día, e ir a la Universidad Tecnológica Nacional de noche, para graduarme de ingeniero sin descuidar de trabajar, como todo pobre hace. Así lo hice, dedicándole pasión al trabajo y al estudio, obteniendo siempre felicitaciones, y las más altas notas… Mi vida así, se encaminó a lo normal, a lo de todos… todo inconscientemente hecho para olvidar, sin lograrlo. Por eso, a veces, cuando cae la lluvia, aun cuando no estoy viviendo en Tucumán, sino en Buenos Aires, suelo salir a caminar bajo la lluvia, como cuando era adolescente, a mojarme como antes ¿La ropa? ¿El calzado? ¡Qué importa si se moja! Me convertí en un ingeniero famoso, gané mucho dinero, hice más de una familia (quienes se llevaron mucho de mi dinero sin que me importase demasiado…), y tantas cosas más… hasta la soledad de mi presente. Por eso a veces (y tan sólo a veces), cuando camino bajo de la lluvia, extraño cosas… Extraño aquel perfume de azahares que venía con las gotas de agua; el cuidar donde pisaba al caminar las veredas tucumanas (tenía un solo par de zapatillas, no las podía arruinar); el agua corriendo fuerte en la calle… pero más que nada (aún sin querer reconocerlo), la extraño a ELLA. 5/5 A aquella niña/mujer hermosa que me robó el corazón, y nunca me animé a pedirle que me lo devolviese, o lo compartamos, estando juntos. Sueño despierto con esa boca de labios perfectos, con esos dos dientes grandotes adelante que, en mis sueños, me susurran: “Te amo…”. Algo que nunca ocurrió… Como todo cobarde, merezco el castigo de la historia de mi vida, de los recuerdos que trato de encerrar en un cofre hermético de mi cuerpo para que no me hagan llorar más y que, sin embargo, una misteriosa llave saca la traba del cofre, y los recuerdos salen de su recinto y me refriegan aquellas vivencias por la cara, cuando la lluvia cae. Por eso lloro, cuando camino bajo la lluvia, mirando hacia adelante y detrás, de a momentos y sin darme cuenta, pensando que voy a encontrar a alguien que decidí dejar en otro lugar hace mucho, mucho tiempo, sin que nadie -ni ella misma- sepa… Y por eso, si se llega a dar la casualidad de que algún día me encuentres caminando bajo la lluvia, te acerques a saludarme, veas mis ojos mojados, te parezca que estoy llorando, y me lo preguntes, seguro te diré que no, que jamás lloro… es agua de lluvia que me entró a los ojos. Claro: Seguro diré que es agua de lluvia, ¡sí!, pero no de “esta lluvia”, sino de antiguas lluvias tucumanas, cuando caminaba con los ojos grandes y felices mirando a aquel hermoso amor de mi juventud al que -al final- decidí no volver a ver nunca más. Es agua de lluvias pasadas que llenaron el lugar más recóndito de mi corazón. Y que a veces, cuando camino bajo la lluvia, se derrama con cada suspiro, cuando estruja mi alma ese sentimiento al que me llevan los recuerdos.

    Malania

    Imágenes: Gentileza de R. E. Ch.

    Texto escrito y compartido por R. E. Ch.

  • General

    NOCTURNIDAD

    Hay fotografías que representan diferentes estados de ánimo, una imagen puede expresar más que cien palabras.
    La soledad, depresión, angustia, nostalgia. Pueden ser pasajeras o no.
    Hay gente que se aisla y no pide ayuda. Quizás por el mismo estado de ánimo, o por miedo o vergüenza.
    Otras se vuelven tóxicas para la sociedad que la rodea y cuando quiere levantarse comienza con manotazos de ahogado, que sin saberlo puede colmar la paciencia del otro y puede lastimarlo.

    La imagen que he puesto hoy, tiene un significado diferente y está hecha con amor.
    Cuando recibí esta fotografía, no hizo falta averiguar donde había estado el emisor. Comprendí la franja horaria en que la pudo haberla tomado. Nocturnidad a la vista.
    Su intención había sido esperar la salida del sol para fotografiar ese momento. Se parece en eso a su abuela, -sale a caminar antes de la salida del sol justamente para contemplar el amanecer-.
    Esta vez no fue en la playa, fue a la orilla del río.
    Los grillos lo acompañaron con su canto y se fue a dormir con el trino de gorriones y zorzales.
    La juventud de hoy no tiene problemas de horario cuando está de vacaciones.

    Malania

    Imagen: LUA T.

  • General

    PROPUESTA DE LIBERTAD

    Danzo en mis recuerdos y observo
    cómo esquiva los charcos, la gente
    mientras paseo
    bajo paraguas que camuflan soledades.
    La lluvia cae fría
    en cascada de incógnitas
    las gotas se estrellan y salpican.
    Cada persona es diferente
    mi curiosidad me invita a saber de ellas
    unos visten elegantes, indiferentes
    otros, con ropas viejas atenuantes
    del intenso y rudo frío reinante
    denotando en sus rostros mustios
    el vestigio de un tiempo olvidado.
    Quisiera tener la bola de cristal
    para adivinar sus pensamientos
    sus esperanzas y sus dolores cruentos.
    Saborear con él sus escasas alegrías
    sí, con él, porque también está allí
    viendo como el viento sacude
    las hojas de los árboles
    y alborota el humo del cigarro
    que lleva en su temblorosa mano.
    Mi pelo a la par del viento
    me sugiere una propuesta de libertad:
    “Llévame en tu equipaje de alegría
    mientras camuflados entre las nubes
    damos un paseo por las estrellas”.
    El despertar vuelve mis ojos hacia el ayer
    me hace danzar en la belleza de sus letras
    en palabras al amanecer
    de aquellos instantes impregnados
    en su fragancia aromática especiada
    y en la humedad de su piel
    confundida con la mía en la alborada.
    Malania
    Imagen: M. J. T.
                                                       
  • Relatos

    NUNCA SOLA

    Las gotas de lluvia resbalan por las calles, las hojas de los árboles y también por los cristales. A Má Eulalia le resbala la soledad, llegó pero no está.

    Él, ella, ellos y ellas, le dicen que está sola pero ella siente que no es así.
    Sus plantas, que son muchas, la rodean y hacen acogedor el ambiente. Les habla y cuando no florecen les reprende. A veces comenta y se ríe por estas ocurrencias que tiene. Aunque mucha gente opina que a las plantas hay que hablarles porque crecen más lindas.  
    Sus mascotas, tres guardianas la cuidan y también demandan tiempo para ser atendidas.
    Los pajaritos (que no están en jaulas) la despiertan temprano. Jamás pondría a ningún pájaro en jaula, porque dice que ellos nacieron para ser libres y volar. No les hace faltar semillas y migas de pan tostado y galletitas. Cambia cada día el agua bajo el canelo que está en la vereda, y no solo toman los pajaritos sino también los sedientos perros de la calle.

    Todos los días o casi todos, la visita una de las perras de la vecina, llamada Lupita, pero ella le dice Luna porque es enorme. Hasta que no le sirva un poco de comida no se retira. Duerme en su vereda y cuida la casa. Tiene locura por correr a las motos de desconocidos.
    Por si esto fuera poco, las lagartijas recorren muros y paredes a lo alto, y en su travesía comen cuanto insecto encuentran.
    Y por último, un sapito se instaló en el baño por unos días. A Má Eulalia le asustan los sapos, pero este era simpático, color celeste grisáceo. Comía cuanto mosquito veía. Pero un día no apareció más. Quizás salió por el ventiluz o por algún otro lado, pasando desapercibido por la dueña de casa y por la perra más chica que duerme adentro. Lo llamó, lo buscó, pero no dio señal de su existencia hasta el día de hoy.
    Tampoco olvida a su familia y la cantidad de amigas y amigos con los que se comunica a diario. Es como si los tuviera a mi lado, afirma.
    ¿Puede sentirse sola una persona que está tan bien acompañada? Opino que no.

    Malania

    Imagen propia

  • General

    SOY Y NO SOY

    No soy como la Puya mapuche
    que florece a los cuarenta y muere.
    No soy un Baobab verde
    que sólo tiene hojas cuando llueve.
    Tampoco un meteorito
    fragmentado sobre la tierra.
    No quiero ser un relicario
    donde solo pueda guardar recuerdos.
    Quiero evolucionar contigo o sin ti
    en el tiempo y con esmero.
    Ser vertiente a pesar de la distancia
    que tampoco es extensa.
    Un manantial de amor
    donde puedas apoyar tu hombro.
    Que podamos disfrutar alegremente
    del hecho de estar vivos y conscientes.
    No quiero nostalgia ambulante
    ni tampoco indiferencia cortante.
    Tampoco quiero sonrisas vacilantes.
    Prefiero amanecer en soledad
    y vivir bajo el sol radiante
    a pesar de los días fríos
    que seguramente serán
    pasajeros caminantes.
    Sé que el sol está y que se brinda
    sin esperar actos pendencieros.
    Al fin y al cabo:
    Quisiera convertir en una antorcha
    los restos de nuestro naufragio
    si es que hubo naufragio…
    Para darte en las mañanas cálidas o frías
    muchos mimos entre besos y abrazos.
     Malania.
    Imagen propia
  • General

    ASÍ ESTÁ…

    Cegado en su quietud
    sin ánimo de proeza
    dormita bajo el alpendre
    el  guardián prodigioso,
    junto a su amo rabioso
    porque sufre en la pobreza.
    Y no es que le falte comida
    ni tampoco las monedas.
    Lo que le falta es cariño
    a quién decir “te quiero”
    y tener a quién amar
    para poderla besar
    en madrugadas de invierno.
    Sin amor vive hace tiempo
    y su mascota lo siente
    cuando lo escucha llorar
    en madrugadas de soledad
    o cuando ve el sol poniente.

    Malania

    Imagen: J. G. T.

  • Poemas

    CANTO EN SILENCIO Y SOLEDAD

    Se ha posado el canto
    en el silencio de la noche
    los murmullos han enmudecido.
    Los poemas se ocultan
    y mi hoja permanece en blanco.
    Oprimo mi mente
    en la que fue tu almohada
    y brotan las palabras
    con notas alborotadas.
    El mundo agotado
    cada vez más tarde
    con vilo se levanta
    con frío y solitario.

    Malania

    Imagen propia.

  • General

    ENTRE CLARO Y OSCURO

    En medio de un desorden
    entre calor y frío
    era difícil diferenciar
    si existía amor
    o solo deseo desvalido.
    No había claridad
    en los días que corrían
    a veces las horas
    pasaban normalmente
    entre lo real y lo ficticio,
    entre lo estático y lo dinámico,
    entre la verdad y la mentira.
    Pero lo ficticio, lo estático y la mentira,
    me sumían en un negro escepticismo.
    El caos del vacío del amor
    muchas veces carente de pasión
    hace sentir
    la ausencia de alguien,
    la soledad disfrazada de piedra fundamental
    con raíces profundas de autosuficiencia.

    ¿Cómo discernir entre lo verdadero y lo falso?
    ¿Cómo distinguir si ese beso lleno de pasión
    significa la bienvenida de un comienzo
    o la despedida de un final?
    Hoy, el saberte lejos
    hace temblar la ascensión del amor
    intoxicado en el vacío del tiempo
    dudando de si algún día
    tu presencia se volverá realidad.

    Malania

    Imagen de la red.

  • General

    ESCRIBIMOS

    POR QUÉ ESCRIBIMOS

    Lo leí y busqué al autor: SAMUEL BECKETT. Me quedó el sabor a poco sobre “el por qué escribimos”.

    «Escribimos y escribimos porque aquello de lo que queremos hablar no está»

    Diversos son los motivos.
    Escribimos los que queremos decir algo, poco o mucho, a receptores de cualquier edad, profesión, etnia y condición económica y cultural muchas veces difícil de identificar. Escribimos para exteriorizar sentimientos, relatar sucesos, contar cuentos, extrayendo de fuentes reales o ficticias, propias o ajenas. Escribimos para soltar momentos de soledad y de nostalgia, para dar rienda suelta a algún dolor o compartir una alegría. Escribimos cosas que podrán ser leídas por personas conocidas o desconocidas, algo que cuesta verbalizar oralmente porque las ideas surgen en el momento y si no lo plasmamos en un escrito se lo puede llevar el viento. O cuesta verbalizar por miedo al ridículo. No todos comprenden al escritor poeta, no todos ven en los versos la profundidad del mensaje y la belleza poética.

    Malania

    Imagen de la red.