• Prosa Poética

    TE ESPERÉ

    Te esperé cuando ya dejé de verte,
    le hablé al viento en mi soledad porque volvieras. 

    A Dios en mis oraciones, pedí por ti,
    te soñé aún despierto guardando mis palabras.

    Te esperé parado en la esperanza,
    vi la noche y el día hacerse largo sintiendo tu ausencia.

    Te llamé pero mi voz no escuchaste, perdiéndose en desilusión. 

    Te esperé y aún sigo esperando aunque sé no volverás,
    mis lágrimas lentas van perdiéndose en la tristeza
    dibujando una sonrisa rara sin haberte dicho adiós. 

    Autor: Miguel Márquez

    Imagen: Propia (Malania)

  • Prosa Poética

    SI TÚ NO VIENES CONMIGO

    Si tú no vienes conmigo, me voy solito por los caminos llorando en mi silencio.

    Llevo las penas cargadas de olvido, tan llenas de ese dolor del alma herida.

    Si tú no vienes conmigo largo será el viaje, la noche parecerá no tener fin y el día muy lento.

    El viento negará su caricia, la lluvia se verá tan lejana ¿dónde andará el ave que me regala su canto al amanecer?

    Estaré guardando mis versos, se perderán las palabras de toditos los poemas que supe escribir.

    Si tú no vienes conmigo, las lágrimas marcarán la tristeza prendida a mi corazón, borrando la sonrisa.

    Seré simple solitario vagando por este mundo con el peso de la nostalgia, tal vez. de no volverte a ver.

    Autor: poeta uruguayo Miguel Márquez

    Imagen: de la red (Malania)

  • Prosa Poética

    DEJO MIS VERSOS

    Dejo mis versos de amor, de nostalgia, porque no de tristeza. 

    Son aquellos que hablan del niño de ayer del hombre de hoy. 

    Es la dama soñadora que busca su príncipe como en los cuentos leídos de niña.

    Dejo mis versos llenos de adiós en mi camino, aunque mi voz callada se pierde en su silencio.

    Dejo mis versos cargados de sueños, llenos de fantasía guardando ilusiones que no se olvidan y marchan junto a mí.

    Autor: Miguel Márquez

    Imagen de la red

  • Cuentos

    VESTIDA DE NEGRO

    En un bosque frondoso y verde, donde el sol se filtraba entre las hojas y las aves cantaban melodías alegres, vivía una pequeña lagartija llamada Lila. Lila era curiosa y valiente, y siempre estaba en busca de nuevas aventuras.
    Un día, mientras exploraba el bosque, Lila se encontró con una caja abandonada. Intrigada, se acercó y la abrió con cuidado. Dentro encontró telas de colores y brillantes botones. Fascinada por estos hallazgos, decidió probarse algunos pedazos de tela. Después de mucho esfuerzo y con ayuda de algunos insectos amigos que pasaban por allí, logró coserse un pequeño vestido negro con ribetes dorados.
    Una vez vestida con su nuevo atuendo, Lila se miró en un charco cercano y se sintió radiante. Pero pronto se dio cuenta de que algo había cambiado. Los animales del bosque la miraban con asombro y algunos incluso la evitaban. Lila no entendía por qué su nuevo vestido causaba tanto revuelo.
    Decidida a descubrirlo, se acercó a una sabia lechuza que vivía en el bosque y le preguntó por qué todos la miraban de esa manera. La lechuza, con voz calmada, le explicó que en el bosque, el negro era el color de la tristeza y el luto, y que muchos animales lo asociaban con malos presagios.
    Lila se sintió desolada al escuchar esto. No quería que su vestido causara miedo o tristeza a sus amigos del bosque. Con el corazón apesadumbrado, decidió deshacerse de su vestido negro y buscar otro color más alegre.
    Después de buscar entre las telas que encontró en la caja, Lila se cosió un nuevo vestido, esta vez de un vibrante color verde esmeralda, con pequeños detalles en amarillo brillante. Cuando salió a pasear con su nuevo atuendo, los animales del bosque la recibieron con sonrisas y alegría. Lila se dio cuenta de que el color de su vestido no solo reflejaba su propia felicidad, sino que también afectaba el ánimo de quienes la rodeaban.
    Desde ese día, Lila comprendió la importancia de la empatía y la consideración hacia los demás. Y aunque le encantaba vestirse con colores brillantes, nunca olvidaría la lección que aprendió con su pequeño vestido negro. Y así, con su espíritu aventurero y su corazón bondadoso, Lila continuó explorando el bosque y compartiendo su alegría con todos sus amigos.

    Malania

    Imagen: de la red

  • General

    UN AMIGO

    Un amigo no es el que comparte un momento y después se va.
    Es el que siempre está con un “cuenta conmigo” diario.
    El que dice “tú puedes” empujándote para que no te detengas.
    Tiende la mano y pide te afirmes, seguro no se perderán.
    Un amigo de sonrisas, borrando lágrimas, entendiendo tu tristeza.
    Perdona errores sabiendo que la imperfección es de humanos, tus éxitos los hace suyos también. 
    Un amigo es el que anida en tu corazón, alejando olvidos mientras se vuelve recuerdos.

    Autor: poeta uruguayo Miguel Márquez


    Imagen: propia (Malania)

  • General

    EXTRAÑA SOLEDAD

    Te alejas, pareces marchar pero, regresas sin avisar, trato olvidarte, ¡ay! si pudiera.
    Voy solitario, solo las estrellas son compañía, miro el tiempo sin detenerse dejando el pasado.
    Sos un poco de ayer, un poco de hoy, nostalgia de lo que no está.
    Extraña soledad vas sin regreso, te encuentro mañana esperando por mí.
    Lágrimas borran la risa, sonrisa tan viva engañando tristeza, tu voz escuchando cual eco a los cuatro vientos.
    Me llevas, me traes, sigo sin entender lo que no comprendí ni comprenderé,
    seguiré esperando que decidas irte.

    Autor: Miguel Márquez


    Imagen: Propia (Malania)

  • Poemas

    ECOS

    São as palavras 
    o eco das nossas alegrias e tristezas 
    das nossas convicções e contradições 
    das nossas dúvidas e certezas 
    e das nossas desilusões. 
    São estes ecos 
    que divagam e flutuam…
    …nos nossos corações 

    Mário Margaride

    Traducido:

    Estas son las palabras
    el eco de nuestras alegrías y tristezas
    de nuestras convicciones y contradicciones
    de nuestras dudas y certezas
    y nuestras decepciones.
    Estos son los ecos
    que divagan y flotan…
    …en nuestros corazones

    Malania

    Imagen de la red.

  • Prosa Poética

    COMO TODO HIJO DE DIOS

    Como todo hijo de Dios aprendí amar y me amé.
    Miré a los ojos dejando escapar unas lágrimas de los míos.
    Sentí por dentro algo especial, tendí la mano regalando un “cuenta conmigo”.
    Regalé dulzura en el habla dejando pasar palabras hirientes.
    Hoy disfruto la vida, guardo momentos que se hacen únicos hechos recuerdos.
    Puedo reír y llorar porque aprendí a ser feliz viviendo la tristeza con fortaleza.
    Camino firme por el buen camino, sé que no me perderé, no miro atrás,
    dejando que el tiempo pase sin una queja.

    Autor de la prosa: poeta uruguayo Miguel Márquez

    Imagen: Propia

  • Minicuentos

    ATARDECER DE DICIEMBRE

    De a ratos un viento débil, pero agradable y fresco, desplazaba el velo gris y dibujaba siluetas de niebla en el camino.  En un instante, la hierba iba tomando el color de la noche. A lo lejos había quedado el banco y un grupo de palmeras junto a un corpulento cedro azulado. Fijó su atención en el camino para evitar los profundos charcos y los regueros de agua.
    Algunas ventanas iluminadas indicaban que todavía alguien estaba despierto, quizás para completar alguna tarea que seguramente no podía esperar a otro día.  La tristeza volvió a apoderarse de ella, debía de ser el tiempo con esa horrible niebla. Tampoco le gustaban las despedidas.

    A la derecha e izquierda los árboles se balanceaban como espíritus presentes. Algunos extendían las ramas hacia la niebla como lamentándose del mal tiempo. 
    Ella aceleró el paso porque no quería pensar en que llegaría tarde. En su casa la esperaban para la cena. Como intuyendo algo, se detuvo y dio media vuelta.
    Entonces vio la silueta de una persona que estaba en medio del camino oscuro, envuelto en la niebla, solo se reconocía el contorno de la figura.
    Él, preocupado por su demora, la había ido a esperar. La tomó por sorpresa y ni hablar del susto que se llevó cuando se le acercaba sin emitir palabra. La quiso sorprender y solo consiguió que ella entre en pánico. La alzó en sus brazos y recién dentro de la casa, abrió muy grande los ojos  sin entender lo que estaba pasando. Él estaba nuevamente allí abrazándola, susurrándole al oído cuánto la quería y que jamás la abandonaría.

    Malania

    Imágenes: propia y de G. F. T.

  • ANÉCDOTAS

    CAMPANILLA SILVESTRE

    RECUERDOS DE LA INFANCIA

    Muchos son los hechos ocurridos en la infancia y que son recordados con amor, con nostalgia. Algunos con alegría y otros con tristeza. Hechos que a lo largo de nuestras vidas han marcado huellas, profundas o superficiales, pero huellas al fin.
    En una de esas charlas cotidianas, al intercambiar opiniones entre amigos/as, uno de ellos, Ricardo, me relató:
    En aquel tiempo (refiriéndose a cuando era niño), no todas las casas tenían pared medianera y muchas usaban como divisorias un tendido de alambre tejido formando una malla de cuadrados o rombos, que llamábamos  “cerco”.
    Y en la casa donde viví mi niñez, había tramos de pared medianera de ladrillos y parte, de ese tejido divisorio con los vecinos de los laterales.
    Con uno de esos vecinos, en la parte donde existía ese tejido de alambre, había un cierto espacio ocupado por una planta que, hermanada con el tejido, pasaba ida y vuelta de un lado al otro, tal como una enredadera, que no sé si tan así lo era. Y tenía bonitas flores, de pétalos color naranja y con forma perfectamente acampanado… y que siempre la conocí y así la llamábamos: “campanita”. Y tan dentro mí quedó el recuerdo de ella, porque (también lo hacíamos con las flores de algunas otras plantas) separábamos con un tironcito los pétalos en conjunto, de la copilla verde que los contenía y livábamos el néctar, compitiendo con las abejas que hacían lo propio, con la diferencia que las abejas no destruían la flor como nosotros lo hacíamos (ellas clavaban el aguijón a través de los pétalos)…
    Quizás las hay de varios colores en otros lugares y ojalá no se repita con ellas la ignorante depredación que inocentemente cometíamos sin que nuestros padres nos vieran.

    Malania
    Relato gentileza de R. G.

    Imagen propia.