
EL PRINCIPITO
TRAS UNA PUESTA DE SOL
En un planeta de tamaño tan pequeño,
como una cajita de juguetes,
vivía un niño de ojos brillantes
y un corazón lleno de sueños.
En su rincón del cosmos lejano,
cultivó con cariño una rosa,
un ser tan frágil y delicado
que él protegía con su alma hermosa.
Un día, decidió partir al espacio,
viajar a otros mundos le llamaba,
en cada planeta conoció a alguien,
que a su corazón no entendía ni amaba.
Un gigante de metal, un rey tan altivo,
un contador de estrellas, un hombre de negocios,
todos se creían superiores al niño,
pero él enseñaba con sus gestos generosos.
“Lo que importa no es lo que se ve,
sino lo que no se puede tocar”,
les decía, dejando huella,
como la rosa que sabía cuidar.
Hasta que llegó a la Tierra,
donde un aviador le ofreció su amistad,
pero el niño, con su rosa en mente,
dejando un vacío, decidió regresar.
El aviador miró al niño partir,
y en su pecho quedó una pena,
pues el niño con su rosa tan pura,
le enseñó el valor de la vida plena.
“Vuelve a tu planeta, pequeño viajero,
y cuida tu rosa, fiel y sincero”,
le susurró el viento, sabio y sereno,
mientras el niño volaba, dejando un sueño.
Malania
Imagen: Roxana E. S. y de la red.


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