Relatos

CON LOS MISMOS OJOS

Es lo que se ve en las ciudades, por un lado los edificios altos, las avenidas repletas de autos modernos, los restaurantes y bares llenos de gente sobre todo los domingos. Hay gente con plata en los bolsillos o en cuentas bancarias.
Y por otro lado están los que viven en villas miserias, gente muy pobre que no le alcanza para comer y para vestirse adecuadamente cuando el frío arrecia.
Se suele criticar a la gente que tiene más y se le tiene lástima a la clase baja. Se cuestiona el  por qué tanta desigualdad. En algunos casos se justifica tal crítica.
Pero he visto jóvenes –no puedo decir lo mismo de los que están entrados en edad- que no tienen ganas de trabajar, prefieren vivir en la miseria esperando que alguien, ya sea la misma sociedad o el gobierno, no solo les ayude, sino que los mantenga. Hay gente que no se preocupa ni siquiera por aprender un oficio, y los talleres son gratuitos, no hace falta pagar. Y si los contratan, se pasan mirando uno al otro, o mirando celular, -que para eso sí tienen dinero-  y se apuran y hacen como que trabajan cuando aparece el dueño o el jefe.
Me ha tocado convivir con gente así. Es por eso que no opinaré sobre la tan discutida desigualdad. Todo es relativo. A veces juega un papel importante la suerte, otras veces la voluntad de ser “alguien” en la vida y esforzarse por salir adelante. Si no se preocupan por ser mejores, por mejorar su estatus, no hay dios que ayude. La pereza es su enemigo.

Malania

Imágenes: propia y de la red

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