• Relatos

    TUMBANDO CAÑA

    Bella Unión es una localidad al norte de mi país, la República Oriental del Uruguay.
    Tiene frontera con Brasil y Argentina, lugar donde tres pueblos, países se unen en gran hermandad.
    En dicha localidad está presente la plantación y cosecha de la caña de azúcar.
    También su ingenio azucarero, antes se llamaba CALNU hoy en manos del estado ALUR.
    Bueno, vamos a lo que les quiero contar, el trabajo en la caña de azúcar.
    Es común de mayo a Noviembre entre frío y calor ver al cortador pasar.
    Explico mejor, en mayo ya estamos en otoño en mi país para luego el invierno a fines de junio se hace presente y ya por noviembre casi al fin de la primavera finaliza lo que llamamos Zafra.
    Se puede ver a eso de las cuatro de la mañana pasar al cortador de caña que en la zona se le suele decir Peludo.
    ¿Tan temprano a trabajar? querrán saber, bueno es para aprovechar el día y cuanto más corten más podrán ganar en dinero mensualmente.
    A ellos no les importa si el invierno viene con mucho frío, o si el fin de Zafra es muy caluroso con altas temperaturas más bien tropicales.
    Llevan su ropa toda tiznada, su machete y demás herramientas para derribar la caña.
    Dicha profesión además de insalubre tiene sus peligros por lo que se puede encontrar dentro de la plantación (Yara, que es una víbora muy venenosa y otros animales e insectos que puede traer problemas de salud).
    Lo cierto es que se los puede ver a los Peludos tumbando caña todos los días algunos trabajan hasta 10h diarias mientras el físico permita.
    Surco, mono es común escuchar, el primero es lo que está marcado para cortar, mono es lo que arma el cortado para cargar y llevar a pesar que su peso alcanza más de cincuenta kilos casi siempre.
    Es un trabajo sufrido, muy dañino para el cuerpo, muchos terminan con problemas físicos y dolores, común problemas de salud.
    Tumbando caña ves al Peludo pero, no es para nada fácil su trabajo, muchos van por la necesidad a la caña de azúcar.
    Seguro en Bella Unión verás pasar a ese cortador de caña, al famoso Peludo cruzando alguna calle rumbo a alguna plantación.
    Admíralo y no lo critiques

    Autor: Poeta uruguayo Miguel Márquez  

    Imagen: Miguel M.

  • Cuentos,  Relatos

    EL DINERO NO ES TODO

    Continuación de la Segunda Parte publicada el 06-10-2024

    Ya no me volveré a dormir por hoy, creo…

    Tercera Parte

    Debo también dejar escrito, continuó Rubén, cuál es mi situación actual, en este momento. Luego de haber llegado desde el país del Norte, en Enero del 2020, “escoltado” por dos agentes federales hasta Ezeiza, después de deportarme por una falsa acusación de haber dejado una carta con amenazas que nadie vio, sino por una denuncia de una persona que después pareció haber desaparecido misteriosamente, y de haberme tenido detenido ilegalmente -según normas internacionales, es lo que adujeron- por 3 años, he perdido todo lo que tengo de bienes materiales.
    Mi suerte es que, de mi vida anterior en Argentina, quedaron buenos amigos. Uno de ellos me ayudó a vivir con una mínima decencia, y no como yo suponía que iba a dormir en la calle, y comer de beneficencia. Luego me consiguió una casa donde vivir, y hasta aparecieron algunos dólares de los que guardaba antes de que me llevasen detenido a aquel país, que me dio la chance de elegir qué comer, así como pagar por una pieza, un baño, y un espacio para cocina, que ya estaban destinadas a la demolición. Es aquí adonde vivo hoy.
    Pero otro amigo, esta vez del exterior, con quien trabajé en aquel país, y también salió de allí con un derrame cerebral hacia su país de origen, Australia, se ofreció a ayudarme. Empiezo a salir de la miseria. Y con esto me alejaré de la gente miserable que puede herirme lo suficiente como para hacerme odiar, y entrar en el ordeñe de emociones de los diablos.
    Y sé que me quedan muchos más amigos. Muchos que me conocieron cuando no tenía ni idea de todo esto que me pasó. También algunos de mi familia que están en Tucumán y Salta, con quienes siempre nos hicimos bien, y eso se recuerda.
    Ya me queda poco tiempo en este estado. Aprendí qué es lo que está pasando, y eso me hará buscar una puerta hacia la libertad o, al menos, no descuidarme para caer de nuevo en la “granja de ordeñe de los diablos”.
    De cualquier manera, debo escribir esto también como catarsis sobre la vida que llevo hoy, y no caer nuevamente, especialmente en la debilidad de tratar de acumular dinero como única motivación. El tema dinero es lo que usan los arcontes (diablos) para corromper a las personas, hacerlos sufrir y odiar, y quitarles esos sentimientos que son su alimento. Me debo recordar la promesa de tener solamente el dinero necesario para vivir, con ahorros para 3 años de vida en forma extremadamente simple. Nada más. Y si entra más dinero que esto, donarlo rápidamente a las entidades que quiero y admiro (como mi querido colegio de Tucumán: el Instituto Técnico). Así me escaparé de cualquier tentación económica, y en consecuencia, a la posibilidad de caer en las manos de los ordeñadores de emociones.
    Hoy ya es otro día, para pensar, razonar, meditar, y decidir en cómo hacer para salir hacia la luz. En cómo alejarme o cómo abandonar el mundo de los “arcontes”. Si a veces alguna vaca se escapa del corral de los humanos y puede vivir una vida libre por un tiempo, lo mismo puedo intentar yo.
    A veces, y cada vez más, pienso que todo esto va a ser posible si me alejo de todas las partes donde se supone que me puedan encontrar. Esto deberá incluir algo de Argentina, todo ese país de Norteamérica que tanto me hizo sufrir, y también Europa, donde creo está el centro del mal, y que influencian en muchos otros lugares del mundo. Claro, eso es el centro del mal desde “nuestro lado” de la montaña o del Océano. Al otro lado seguramente están los habitantes de otros países como Rusia, China, India por nombrar algunos.  Los demonios no van a dejar de conquistar y alimentarse en ninguna parte del mundo. Pero quizás algún lugar con poca importancia para ellos sea una solución  para mí. Debo seguir intentando buscar ese lugar, y ver cómo llego. Creo que ya estoy entendiendo cómo funciona el sistema de los arcontes, o al menos eso es lo que creo.

    Malania

    Imagen: propia

  • Cuentos,  Relatos

    EL DINERO NO ES TODO

    Continuación de la Primera parte publicada el día 29-09-2024……

    “No quiero volver a la pudrición de vivir sólo por el dinero”…

    Segunda parte

    No quiero pasar lo que pasé cuando estuve en Norte América, comentó Rubén. Necesito volver a la luz, a la verdad, volver a vivir como cualquier ser de luz (que no he vuelto a ser por casi 20 años).
    Entendí que me había sacado una capa de encima, -como si fuese una cebolla-.  Pero no tengo en claro cuántas capas más debo retirar de mi caparazón de tristezas para volver a ser lo que una vez creía que era, sin darme cuenta de en qué me estaba convirtiendo -con el paso del tiempo- que simplemente era en otra cosa que nunca quise ser, ni siquiera entendí por qué llegué aún muy confundido, a ciertas situaciones terribles de mi vida, sólo intentando que no me hagan más daño, y cuidando de no hacer daño a nadie. Toda una vida loca.
    Quizás, la lectura de ayer (sobre “Anatomía de un ataque Arcóntico” de Patrick Herbert) del sitio “Biblioteca Pléyades”, me acercó ciertos conceptos importantes para poder entender mejor la verdad de las cosas y “qué es lo que está pasando” en el mundo, realmente.
    Desde hace cierto tiempo, unos 12 a 15 años atrás, sentí como que algo o alguien definió que yo ya estaba “como maduro” para aprovechar mis sentimientos, y desde allí empezó una campaña de terror sobre mí, para cosechar/ordeñar mis sentimientos de miedo y angustia. Era una cosa que intentaba catalogar de loca, de que no podía ser, de que un Dios bueno (épocas que creía que un dios bueno nos cuidaba) no podía dejar hacer tales cosas con la gente que Él cuida, ni dejar que seres malvados tomen posesión de uno de “sus hijos”. Pensaba: “Si yo, a los cachorritos de mi perra de raza doberman, no los vendía a la gente que me parecía que no tenía amor por los perros (y eso que me darían buena cantidad de dinero por ellos), y se los regalaba a aquellos que no tenían dinero, pero los veía con tanto amor por los animales… ¿Cómo Dios no haría mucho más por mí?
    Después… vi que eso no pasaba.
    Que mis miedos y angustia eran cada vez más fuertes. Y no era sólo una sensación, sino que la vida, aun teniendo en ese tiempo buenos ingresos económicos, se me presentaba angustiante, terrible y esquiva. Finalmente terminó en lo que terminó en 2012.
    Al volver a Argentina pensé que era el designio de Dios. Que aquí Dios me cuidaría mejor, quizás. Que como aquel país del norte es el paraíso del mal, no debí haber pensado en ir allá, como lo había intentado siempre, desde adolescente. Que ahora, estando en mi país, adonde yo pertenecía, un dios bueno me cuidaría de nuevo. Pero me equivoqué una vez más. El juez que me tocó en el reclamo sobre mí por denuncias mentirosas hizo –porque no pude pagar una fianza de mucho dinero, que es lo que me pidió- lo necesario para que vuelva al infierno, donde me torturaron hasta que entendí que sólo los delincuentes salen libres. Acepté convertirme en falso delincuente, para que me soltaran, me liberaran del suplicio, y así poder volver a Argentina, mi país de origen.
    Para este momento, ya Dios no era ninguna entidad para mí. No queda nada de esas ideas. Con todo lo que me pasó, pienso que a este mundo lo controlan los demonios. Y que la única posibilidad de estar alejado de ellos es que no te identifiquen como una probable “vaca lechera” de emociones negativas. Yo perdí. Ya estoy catalogado. Todo ocurrió en aquel país, donde los sentimientos de envidia, angustia, y todo tipo de tensiones emocionales negativas son las reglas que manejan la vida de los habitantes. Por eso hay tantas muertes, tanta delincuencia. Por eso también hay tantas historias de gente que pasa de “millonario” a vagabundo, o “linyera”, y también al revés. Hay tantas almas dando vueltas con tantos sentimientos negativos para “colectar” que, a veces, los diablos  se olvidan de los anteriores, o bien les permiten volver a su vida para luego poder “ordeñarlos” de sentimientos negativos mucho mejores, más fuertes, después de haberles permitido tener esperanzas en una vida mejor. En eso caí yo. Pero siempre creo que todas las cosas tienen alguna salida, y tengo que encontrarla.
    Lo bueno es que ya sé que no hay un dios que nos cuide, o al menos a las almas como la mía, que ya cayó en manos de los demonios que controlan esta parte del universo donde estoy. Y también sé que estos entes tratarán de hacerme todo el daño posible –a través de cualquiera- para hacerme generar miedos, angustias, y todo tipo de sentimientos negativos de los que ellos se alimentan. Y finalmente sé que es probable que lo consigan, porque aún no estoy dispuesto a morirme y abandonar este sector del universo donde estoy puesto a prueba, pero, a la vez, estoy trabajando en evitar mi sentimiento de odio, que supongo es lo más delicioso para alguien que se alimenta del mal. Quizás pueda alejarles con mi voluntad de no hacer daño a nadie, ni pensar en ganar mucho dinero.
    Hoy el ataque de estos demonios viene a través del indio que vive en la misma propiedad que habito, en el departamento que está adelante del mío, de esta casa donde vivo mi miseria actual. Siendo una persona tan primitiva este indio (no creo que lea nada más fuera del Whatsafpp en su teléfono), entiendo que lo podrán manipular con facilidad. Y por eso hoy está atacándome con lo que puede. Ahora que lo entendí, voy a operar contra eso, tratándolo de la mejor forma posible, y no haciendo caso a las provocaciones de él. Será “uno fuera”.
    Ahora decido que vuelvo a mi vida. Estoy despierto. El sueño del amanecer ya pasó. Una vez más, pude esclarecer dónde está el mal, y lo que hace. Ya no me volveré a dormir por hoy, creo.

    Continuará el domingo 13 próximo.

    Malania

    Imagen: Propia y de la red

  • Cuentos,  Sueños

    EL DINERO NO ES TODO

    REPORTE DIARIO. Primera entrega.

    -“Como si fuera un reporte diario, escribo esto para no olvidar”. Lo dijo Rubén y lo hizo.

    “Hoy 24 de Mayo de 2021, o más bien anoche, ocurrió algo diferente.
    Mis sueños fueron, por primera vez en mucho tiempo, algo completamente distinto a lo de siempre.
    Esta vez, soñé sin saber cómo ni por qué, con que participaba de una banda que nos hacíamos de una gran cantidad de dinero. Pero, la verdad, era que no lo robábamos ni asaltábamos a nadie. Era muy extraño.
    Tampoco recuerdo quienes eran los demás. Eso sí: debimos ser 5 personas. Y lo recuerdo porque uno de todos los que estábamos repartiéndonos esa enorme cantidad de dinero dijo: “Bien, pero fui yo el que preparó las cosas y compró todo lo necesario para que vengamos a tomar todo este dinero, me merezco algo más, o la devolución de mis gastos…”. Yo fui el que respondí a aquello, diciendo: – “Es justo que le demos una quinta parte de todo lo que nos estamos embolsando, ya que, gracias a él, podemos hacerlo. A partir de este momento, haré 5 pilas de fajos con billetes de los cuales, uno de ellos, será para él…”
    No había, en realidad, en mí, ningún egoísmo, sino sólo agradecimiento. Era una cantidad tan grande, que ni siquiera éramos capaces de contar todo ese dinero. La sensación que yo tenía era que no iba a poder gastarlo por el resto de mi vida, estaba allí (era una mesa grande, como llena de fajos de 100 billetes de $100 dólares cada uno, es decir 10 mil dólares por fajo), y los estaba poniendo cuidadosamente en una caja grande de cartón, bien acomodados en la misma, para que quepan más. Tampoco sentía miedo, ni ansiedad. Era simplemente algo de lo más común, como una cosa natural, más natural que caminar.
    Una vez que llené mi caja, y que separé lo que había decidido entregar a quien nos llevó hasta el lugar, pensé que lo que tenía en esa caja era suficiente para mí, por lo que decidí envolver la caja con un pliego de papel madera, y salir de allí. Mientras tanto, veía a los demás que seguían tomando fajos de billetes y llenando bolsas. No me importó, yo ya tenía lo que consideraba suficiente para mí.
    Pensé -en ese momento- en retirarme de allí antes de que se terminen de repartir el dinero. Creo que el sentimiento justo para ese instante fue que aquellos (a quienes no conocía, ni siquiera los había visto en mis sueños) podrían ponerse violentos y tratar de pelear por quitarles a los demás el dinero que habían separado para sí. Yo me pregunté: “¿Qué sentido tiene pelear por un fajo -o muchos- más, cuando uno pudo separar todos los que quiso, sin que los demás lo molesten? Pero entendí que la avaricia humana es infinita, y que -no conociendo a los demás- estaría tomando un riesgo innecesario si me quedase.
    Así, tomando mi caja de cartón llena de fajos con dinero, envuelta en papel madera (todo muy elegantemente envuelto, y preparado), me escabullí de allí, prácticamente (al menos esa era la idea), sin que me vieran. Y al salir de allí fui hasta una habitación de hotel (al parecer, estábamos en un edificio que parecía un gran hotel, pero donde nuestras habitaciones parecían un departamento, o quizás una oficina) en la ciudad de Buenos Aires. Había una especie de placar, sobre una pared, con una gran cantidad de puertas. Abrí una de ellas y coloqué la caja con todo el dinero adentro.
    De pronto, recordé que debía hacer una diligencia en algún lugar de la ciudad, y se me estaba haciendo tarde. Con lo que dejé las cosas allí, y salí para hacer aquello que debía (no recuerdo ni qué era, ni para qué). Tampoco recuerdo en qué viajé para hacer esa diligencia, aunque parecía ser un tren, o el subte. Viajé cómodamente y con rapidez, hasta que me bajé en algún lugar y empecé a caminar, para llegar a dónde tenía que ir.

    Mientras caminaba comienza otra parte de mi sueño. Como siempre, es casi imposible para mí hacer más de una cosa a la vez. Es decir: puedo hacer una cosa a la vez, pero en esos momentos, empiezan a generarse innumerables pensamientos en mi mente, que me hacen hasta olvidar adónde voy. Y esto ocurrió. De pronto, empecé a pensar en cómo retiraría el dinero de dónde lo había guardado. Y peor ¡por qué lo había dejado abandonado en un lugar que no tenía seguridad de nada, para venirme a hacer una diligencia que ni siquiera recordaba, y que jamás tendría la mínima importancia frente a aquella enorme cantidad de dinero que había colocado en la caja!!
    En aquel momento fue cuando entraron los malos pensamientos. No importaba qué fue lo que pensé hacer que era importante: “no lo era”. Lo importante era volver a buscar el dinero, pero ¿aún estaría donde lo dejé? Y si vuelvo ¿no me encontraré con aquellos con quienes estuve sacando todo aquel dinero de la gigantesca mesa que, habiendo terminado con su labor, me estén buscando para quitarme la parte que yo tomé? O peor: ¿podré sacar esa caja grande con dinero -que además pesa bastante- del edificio donde la dejé sin que nadie se interese por ver lo que llevo? ¿Y si me para un policía? ¿Qué le podría explicar a un policía? Yo sabía que no había asaltado a nadie, pero también sabía que era algo que no me había ganado trabajando. Alguien me llevó a ese lugar, donde se encontraba todo ese dinero, y nos dedicamos a colocarlo en una bolsa o una caja, para llevárnoslo, y nada más. ¿Fue eso un robo? Yo ni lo había pensado, pero cualquier policía pensaría eso y alguien más hasta podría matarme para quitarme el dinero.
    Tenía que hacer las cosas diferentes, de una manera más natural. Hoy, la gente joven, cargan todos ellos una mochila, ya sea para ir a trabajar, al colegio, o por cualquier cosa. Llevar una mochila y poner dentro el dinero podría ser la solución. Pero tengo mi mochila en mi casa, y debería ir a buscarla. Claro que esto me llevó a otra preocupación: ¿Cómo hago para llegar a mi casa desde allí? No tenía en claro ni dónde estaba. Más aún: ¿Entrarán todos esos fajos con dinero en mi mochila? No estaba seguro. Pero lo peor: ¿Cuánto tiempo me llevaría el ir a buscar la mochila y volver? ¿Estaría aquella caja con dinero en el mismo lugar cuando finalmente vuelva? Si aquel edificio era un hotel, y yo había salido de la habitación, había la posibilidad de que la gente del hotel hubiese alquilado la habitación a otra persona, quien quizás hubiese encontrado ya mi caja con dinero, y no me quedase nada. Es decir, una gran posibilidad de que hubiese perdido todo. Y peor aún, encontrarme con aquellas otras personas que estuvieron retirando dinero y sabrían que yo tenía una parte, y trataran de quitarme algo que realmente en este momento ni tenía, sino que lo había olvidado en aquel placar de una habitación de hotel que ni siquiera recordaba cuál era la ubicación del hotel o edificio. Tampoco recordaba siquiera el número de habitación.
    Creo que la angustia que me estaba causando este sueño a esta altura del asunto hizo que es ese momento me despertase. ¡Y me sentí feliz de darme cuenta que era sólo un sueño!
    También me sentí feliz de que no me hubiese importado mucho toda esa enorme cantidad de dinero que había guardado en la caja, que parecía que era como para vivir más de 3 vidas. Nunca lo miré al dinero como si fuese una cosa importante. Mientras recogía los fajos de billetes, le daba menos importancia que si fuesen frutas colocándolas en una bolsa del mercado.

    Al final, incluso me llegó un sentimiento de alegría por no tener ese dinero. Por no tener que pensar qué haría con eso, y que tenerlo, posiblemente me alejaría de todas las personas que tengo cerca, ya fuese porque las conozco personalmente, o no. La avaricia y el egoísmo son -además de pecados capitales o, al menos, la “avaricia” creo que lo es- sentimientos que “pudren” no sólo el alma de las personas, sino también de aquellos relacionados con uno. Y no quiero eso. No quiero volver a la pudrición de vivir sólo por el dinero”.

    Continuará el próximo domingo 06-10-24

    Malania

    Imagen: de la red

  • Efemérides,  Leyendas

    LOS ÑOQUIS DEL 29

    ¿Por qué la tradición del ñoquis?

    En el siglo VIII, un joven llamado Pantaleón predicaba y curaba a enfermos en la región de Véneto, en el noreste de Italia, según leyenda.
    Un día 29 de julio, el futuro Santo fue invitado a comer en casa de una familia de pescadores y le sirvieron ñoquis. En agradecimiento por la comida, en un año malo para la pesca, Pantaleón les auguró que en los próximos meses mejoraría la actividad.
    Cuando uno de los anfitriones levantó el plato del peregrino, futuro Santo, se encontró con algunas monedas de oro.
    De ahí la tradición viajó hasta el Río de la Plata con los inmigrantes italianos que comenzó en el siglo XIX y hasta hoy perdura mes a mes en Argentina y Uruguay.
    El día 29 de cada mes las familias argentinas acostumbran a comer ñoquis. Y también existe la costumbre de colocar dinero debajo de cada plato durante la comida.
    El ritual simboliza el deseo de atraer suerte, trabajo y prosperidad a los comensales y de que durante el próximo mes haya abundancia y no falte el dinero.
    Se pueden preparar de papa, mandioca, calabaza, espinaca o acelga, remolacha o ricota, según gustos.

    Malania

    Imágenes de la red

  • General

    COLORES

    Opiniones personales

    BLANCO: Representa pureza. Hasta hace un tiempo, las mujeres que se casaban por iglesia se vestían totalmente de blanco (zapatos, vestido, corona de flores y velo) porque se entendía que eran vírgenes en cuanto a la sexualidad.
    Después ese concepto se fue perdiendo y la mayoría no lo respeta, igual se casan de blanco aunque ya no cumplan con ese requisito.

    AMARILLO: Cuando era estudiante de secundaria, entendía que el amarillo indicaba envidia. Pero con el tiempo, cambié de opinión, porque por ejemplo, las flores de este color generan en mí alegría y me levantan el ánimo.

    ROJO: Las flores, sobre todo las rosas, representan al amor. La ropa de este color levanta el ánimo y en algunos casos, como los vestidos o trajes los visten las mujeres como para resaltar su personalidad y/o llamar la atención. Son coquetas. Los labiales rojos también llaman mucho la atención y quedan bonitos, pero no en todas las mujeres.  

    NARANJA: Es uno de mis colores preferidos. Genera alegría y buen ánimo.

    AZUL: Expresa seriedad  y frescura. Su derivado, el color CELESTE, brinda tranquilidad.  

    VERDE: Si el tono es suave, da idea de juventud porque se los puede relacionar con los brotes nuevos de las plantas. En cambio si el color es oscuro, genera dureza y rigidez.

    ROSA: Inspira ternura, inocencia, dulzura.   

    MORADO: Es otro de mis preferidos. Me encantan las flores moradas o violetas. La ropa de este color me da seguridad y me siento muy cómoda vistiendo por ejemplo un suéter morado. No puede faltar en mi guarda ropas.

    MARRÓN: Transmite sencillez o simpleza. Además no es llamativo, por lo que se puede usar tantas veces como quieras y a nadie le llamará la atención.

    NEGRO: Transmite elegancia y seguridad. Sobre todo los abrigos de este color se usan mucho en mi país, Argentina. Y opino que brinda seguridad porque se puede pasar desapercibido entre la multitud. Algo muy común: vas a un lugar a extraer dinero, si vistes un abrigo rojo o de otro color llamativo, te pueden seguir fácilmente y robarte todo. En cambio si vistes de negro te pierdes entre la multitud, es más difícil que logren ubicarte. Es estrategia válida.

    Muchos tendrán otros conceptos sobre este tema, otros ejemplos de colores, otras opiniones, otras experiencias.
    Una próxima presentación: anécdota escolar y familiar.

    Malania

    Imagen: propia

  • Prosa Poética

    EL HOMBRE QUE LOGRÓ CAMBIAR

    Un hombre avaro y egoísta, cierta mañana se sentó en un pequeño banco en el patio de su casa.
    Hacía calor ese día. Él miró al cielo y preguntó las razones de su soledad. Tengo todo querido Padre, es decir lo que se puede obtener con dinero, sí. Pero no tengo a nadie que me de amor, no tengo amigos.
    Luego hizo silencio cuando una voz le habló suavemente:
    – ¿Nunca reflexionaste, pensaste en qué estabas fallando?
    Él contestó a la voz
    – No, realmente no.
    La voz le siguió hablando:
    – Reflexiona entonces, reconoce tus errores, ama, sé bondadoso, haz el bien de corazón y tendrás felicidad, calmarás tus aflicciones.
    El hombre quedó pensativo, luego de un rato ya decidido a hacer lo que le dijo la voz, salió.
    Pasó el tiempo y todo cambió para él, la felicidad se apoderó de su interior.
    Aprendió la lección pero, no sabía quién era el dueño de esa voz que lo aconsejó.
    Una noche preguntó en la tranquilidad de la casa:
    – Voz, si me escuchas ¿Quién eres? dime si es que puedes.
    La voz no demoró en contestar
    – Soy tu Padre, el que llaman Padre Celestial, búscame al despertar y no te olvides al acostarte, antes acuérdate de mí en una oración.

    Autor: poeta uruguayo Miguel Márquez

    Imagen: de la red

  • General

    UN HOMBRE SIN ESPERANZAS

    Abandonados los sueños, acepta que el mundo es un paraje sombrío y se hace amigo de la desesperanza.
    Su mayor deseo es viajar al infinito en una nave espacial y quedarse a vivir en un mundo desconocido por él, hoy.  
    Aunque en su paseo por el bosque percibe que los extremos de lo que puede ser inmensamente grande o de lo inconcebiblemente pequeño versan sobre el mismo concepto. Puede internarse en la frondosidad de la naturaleza, al salir el sol y regresar al ocaso, con una pequeña mochila donde lleva solo lo necesario para no pasar hambre y sed.
    Su secreto familiar ya no es misterio, es de mala suerte. La que debía haber sido su suegra era una mujer malvada llena de preconceptos sobre los jóvenes hijos de pobres. Espantaba con su mirada a quienes se acercaban a su hija, que para ella era una doncella. Si no hubiera tenido un jardinero que cuidara las flores, estarían todas mustias o directamente no se abrirían los pimpollos para no verla.
    Cuando era joven, muy joven, fue atraído por la belleza de una bailarina, y a pesar de la oposición de su madre, se casó con ella.
    Después de haber tenido varios hijos, estando estos ya grandes, se separó de su mujer y se fue a vivir a otro país.
    Con el pasar de los años, y luego de una gran decepción, decidió regresar al lugar de origen.  
    Cuando más solo está, se pregunta ¿cuál es el sentido de la vida? La soledad lo deja vacío y por las noches moja la almohada con sus lágrimas.
    Cuando no tiene trabajo, las horas se le hacen eternas.
    No quiere relacionarse sentimentalmente con ninguna mujer, por las  decepciones que ha tenido. Ya no confía en ellas.
    Pero asegura que le gustan las mujeres rusas, aunque no conoce personalmente a ninguna. Habría que preguntarle cuál es el motivo de su preferencia. Quizás porque a las rusas les gusta comer ajo, mucho ajo y también gustan de las comidas picantes, y en eso coinciden.
    No cree en Dios porque asegura que nunca ha hecho ningún daño a nadie y él sí ha sufrido mucho en el camino de la vida, considerando que esa falta de equidad no es justa.  
    De mi parte quiero agregar, que sí creo en Dios, y no podemos echarle la culpa de nuestros fracasos y de nuestros sinsabores.
    Recuerda a Antonio Machado: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”.
    Y “tú eres el forjador de tu propio destino”.

    Malania

    Imagen: C. J. V.

  • General

    EL RECUERDO DE UN ÁNGEL

    Cae la lluvia. Aquellos recuerdos que habían vuelto a mi corta infancia, entraron en una nueva nube negra de lluvia y, de pronto, un estremecimiento me confundió. Las ninfas de los recuerdos revolotearon, haciéndome perder el momento siguiente y, al aclarar mi pensamiento, me vi adolescente, volviendo del taller de la escuela técnica: mi overol azul bajo el brazo, por la tarde, con la lluvia de gotas frías cayendo desde el cielo, o desde las hojas de los árboles de las veredas, en el camino de vuelta a mi casa. Podía distinguir el “olor a lluvia” clásico de esos momentos (como a “tierra mojada” pero de otro lugar, no de donde uno camina). Y muchas veces -en primavera- disfrutar del perfume de los azahares en las gotas de agua caídas de cada planta cuando pasaba debajo, por las veredas tucumanas. En aquel momento todo parecía natural, y hoy lo llevo en mí como un recuerdo mágico. Pero ese muchacho -que era yo-, caminando sin remedio bajo la lluvia para retornar a su casa, una vez se cruzó o compartió camino por unas pocas cuadras con una joven adolescente, yendo en el mismo camino. Y todo aquello me llevó a recordar el momento de mi primer amor. De aquello me queda, más en el corazón que en la mente, un recuerdo imborrable y especial: una niña hermosa de unos ojos muy claros que parecían aguamarinas, un cabello rubio y largo, un cuerpo demasiado delgado (como me gustaba), con una infinidad de pecas en su cara, arremolinadas alrededor del punto medio de su nariz. Ella iba mucho más ordenada: Cubierta con una capa impermeable en la lluvia, que hasta tenía una capucha para su cabello, caminaba a paso rápido por aquellas veredas recubiertas de pétalos de los azahares, que las gotas de lluvia habían derramado desde los naranjos en flor. Ver tanta belleza junta era como si el camino que hacíamos ¡había tomado una derivación hacia el cielo! Y era un regalo del cielo compartir con aquella mujer casi niña, y tan hermosa, mi camino por unas cuadras… 3/5. Lejos de importunarla, yo buscaba una manera elegante de ver su hermoso rostro. Caminar más rápido y pasar delante de ella pidiendo “Permiso”, y luego, por cualquier razón detenerme y darme vuelta para verla venir hacia mí, era una estrategia. O bien caminar delante de ella, pero sólo unos pasos adelante, como para no importunarla y -en mi ilusión- cuidarla en su camino hacia su casa. Un día se me ocurrió seguirla de lejos, para averiguar donde vivía. Así, encontré que entraba en una hermosa casa con un gran jardín al frente, sobre la avenida más importante del barrio. Fue suficiente en aquel momento, para mí. Sabiendo donde vivía, mi ansiedad me hizo pasar caminando frente a su puerta, uno que otro día. Hasta que un día sucedió. Ella estaba en la ventana y nuestras miradas se encontraron. Allí, desde su seguridad, me miró y me dirigió una sonrisa que, para mí, era todo. En ese momento fue que sentí que mi corazón se destrozaba de amor por ella. La vida siguió y yo, con mis flamantes 17 años, siendo uno de los mejores alumnos de mi exigente colegio técnico, y hasta un buen yudoka creía (como en mi juventud), que todas las cosas del mundo estaban disponibles para mí. Así, una vez a la semana, pasaba frente a su hermosa casa, sólo para poder verle, si es que estaba en su jardín de enfrente. Y mi realidad cambió. Los días siguientes, en el camino, comencé a acercarme a ella. La saludaba, me acercaba a ella con respeto, y trataba de conversar de cualquier cosa, como para entrar en confianza y poder hablar. Tuve la dicha de poder tener para mí esos dientes frontales grandotes de su hermosa sonrisa, alguna respuesta tímida con su voz suave, admirar ese cabello rubio que era mi sueño, aquella hermosa cara al natural, y sus orejas pequeñas con aros aún más pequeños. Sus manos eran las de un ángel, no llevaba uñas pintadas sino simplemente bien cortadas. Soñaba con que -alguna vez- aquellas hermosas manos me tocarían la cara, acariciarían mi cabello. Entre las pocas cosas que me contó, lo más importante fue su nombre: Daniela. Tampoco necesitaba más. Un fin de semana, sin nada especial que hacer, siendo ya sábado, y de noche, decidí hacer un paseo frente a la casa de aquel ángel al que amaba, sólo sabiendo su nombre. Al ir llegando, vi que había una fiesta en su casa. Al pasar la vi vestida como una princesa, mejor dicho ¡como un hada!, saludando a la gente que ingresaba. En el camino escuché invitados que hablaban de un cumpleaños de 15. ¡Era su cumpleaños de 15! Y ¡qué hermosa estaba! No pude evitar pasar (tratando de pasar desapercibido) otras veces más por su vereda, mirando hacia adentro, a su jardín, donde ella y sus padres recibían a los invitados que llegaban. En una de esas pasadas, ella se fijó en mí y nuestras miradas se cruzaron. No sé cuál fue la expresión de mi rostro, pero ella cambió su sonrisa, y se puso seria. Quizás, interpreté como que se asustaba, y el que se asustó realmente había sido yo. De hecho, decidí no pasar nuevamente. Me dediqué a ver los vehículos de los invitados que habían llegado y seguían llegando. Todos vehículos caros, gente muy bien vestida… obviamente gente rica, o de muy buen pasar económico. Había dos caminos (como siempre hay): El que mis sentimientos me indicaban, que era acercarme con respeto y hablarle, en algún momento, de mi amor y adoración por ella. O bien justo lo opuesto, que era evitar de verle en adelante, porque nuestros mundos eran distintos. En la noche de aquel día, estudié la situación, recostado ya de noche en mi cama. 4/5 Lo que siempre tuve presente fue cuidarle, como creía haberlo hecho siempre en la calle, caminando ambos de retorno del colegio un corto tramo, juntos. La solución debía implicar – en primera instancia- lo que fuese mejor para ella, independientemente de mis otros deseos. Luego recordé algo que mi madre siempre me decía, aunque -hasta ese momento- no sabía yo cuál era la intención de sus dichos: “Siempre hay que rodearse y elegir compañía entre los de nuestra posición económica y nuestra cultura. Eso llevará a poder entenderse de la mejor manera”. Conocía la historia de mis padres y todo consejo de ellos eran tenidos muy en cuenta por mí. Evalué que nosotros -aunque cultos- éramos muy pobres, comparados con la familia de esta niña a la que amaba, y que, por más buen alumno que fuese, aún con mis anhelos de recibirme de ingeniero, no iba a calificar como pretendiente de una joven tan hermosa, de una familia tan rica. Más aún, hablo de más de 50 años atrás, cuando las mujeres de 15 años eran sólo niñas, y no podían siquiera decidir en sus preferencias (o al menos era lo que yo tenía aprendido de la enseñanza familiar). Ni hablar de las restricciones que teníamos los varones… Recordé -y sin querer- la cara de miedo de mi hermano cuando mi madre nos castigaba (Eran tiempos en los cuales venían “palizas” por cualquier detalle). ¡Jamás!, jamás, me prometí. Pero jamás de los jamases, haría cualquier mínima acción que pudiese dañar a Daniela, y menos en su relación con sus padres (donde imaginaba alguna reacción de las típicas de mi madre con una hija, si hubiese tenido una). Decidí, con muy hondo sentimiento, y llorando de bronca en esa noche que casi ni dormí, que me había hecho muchas ilusiones de “nada”, que aquel amor era imposible, que aquella sonrisa hermosa regalada desde su ventana, esa mirada dulce de sus ojos increíblemente hermosos, no eran para mí. O bien, no representaban aquello que tanto había creído por solamente un poco tiempo antes. Y decidí que no debía verla más por su seguridad. Cambié el recorrido de mi camino vuelta a casa desde el colegio para no tentarme a hablarle, y busqué olvidarle. Me concentré en mis estudios y también, de ahí en adelante, en mis clases de yudo jamás vieron un oponente con tal ferocidad como la mía. Descargué toda mi frustración en cambiar lo que era en ese momento: un muchacho pobre. Clasifiqué en mis estudios con las notas más altas de la promoción, me gradué de cinturón negro de yudo campeonando en todos los torneos que me presenté, y me preparé para el capítulo siguiente de mi vida, que era trabajar todo el día, e ir a la Universidad Tecnológica Nacional de noche, para graduarme de ingeniero sin descuidar de trabajar, como todo pobre hace. Así lo hice, dedicándole pasión al trabajo y al estudio, obteniendo siempre felicitaciones, y las más altas notas… Mi vida así, se encaminó a lo normal, a lo de todos… todo inconscientemente hecho para olvidar, sin lograrlo. Por eso, a veces, cuando cae la lluvia, aun cuando no estoy viviendo en Tucumán, sino en Buenos Aires, suelo salir a caminar bajo la lluvia, como cuando era adolescente, a mojarme como antes ¿La ropa? ¿El calzado? ¡Qué importa si se moja! Me convertí en un ingeniero famoso, gané mucho dinero, hice más de una familia (quienes se llevaron mucho de mi dinero sin que me importase demasiado…), y tantas cosas más… hasta la soledad de mi presente. Por eso a veces (y tan sólo a veces), cuando camino bajo de la lluvia, extraño cosas… Extraño aquel perfume de azahares que venía con las gotas de agua; el cuidar donde pisaba al caminar las veredas tucumanas (tenía un solo par de zapatillas, no las podía arruinar); el agua corriendo fuerte en la calle… pero más que nada (aún sin querer reconocerlo), la extraño a ELLA. 5/5 A aquella niña/mujer hermosa que me robó el corazón, y nunca me animé a pedirle que me lo devolviese, o lo compartamos, estando juntos. Sueño despierto con esa boca de labios perfectos, con esos dos dientes grandotes adelante que, en mis sueños, me susurran: “Te amo…”. Algo que nunca ocurrió… Como todo cobarde, merezco el castigo de la historia de mi vida, de los recuerdos que trato de encerrar en un cofre hermético de mi cuerpo para que no me hagan llorar más y que, sin embargo, una misteriosa llave saca la traba del cofre, y los recuerdos salen de su recinto y me refriegan aquellas vivencias por la cara, cuando la lluvia cae. Por eso lloro, cuando camino bajo la lluvia, mirando hacia adelante y detrás, de a momentos y sin darme cuenta, pensando que voy a encontrar a alguien que decidí dejar en otro lugar hace mucho, mucho tiempo, sin que nadie -ni ella misma- sepa… Y por eso, si se llega a dar la casualidad de que algún día me encuentres caminando bajo la lluvia, te acerques a saludarme, veas mis ojos mojados, te parezca que estoy llorando, y me lo preguntes, seguro te diré que no, que jamás lloro… es agua de lluvia que me entró a los ojos. Claro: Seguro diré que es agua de lluvia, ¡sí!, pero no de “esta lluvia”, sino de antiguas lluvias tucumanas, cuando caminaba con los ojos grandes y felices mirando a aquel hermoso amor de mi juventud al que -al final- decidí no volver a ver nunca más. Es agua de lluvias pasadas que llenaron el lugar más recóndito de mi corazón. Y que a veces, cuando camino bajo la lluvia, se derrama con cada suspiro, cuando estruja mi alma ese sentimiento al que me llevan los recuerdos.

    Malania

    Imágenes: Gentileza de R. E. Ch.

    Texto escrito y compartido por R. E. Ch.

  • Poesía

    LAS ROSAS DEL INGENIERO

    Blancas, fucsias y violetas
    rojas, matizadas y perlas
    las rosas del ingeniero
    a veces  llamado jardinero.

    De dos plantas abandonadas
    en una casa prestada
    eligió cuidadosamente
    los apropiados esquejes
    en luna cuarto creciente.

    Multiplicó las raíces
    y se extendieron las ramas
    ofreciendo ramilletes
    confundidas con retamas.

    Desde lejos se percibían
    los aromas del ambiente,
    las calles atomizadas
    con el rocío amanecido
    recibían al sol naciente.

    El ingeniero orgulloso
    de su ingeniosa obra
    al hermosear aquella casa
    en el tiempo abandonada  
    ahora sus rosas alberga  
    con su corazón de jardinero.

    Malania

    Imagen: R. M. T.