Las nubes se alzan, suaves y lentas, dibujan sombras que la brisa lleva, mientras los rayos de sol, presentes, vibrantes, se cuelan entre palmeras, en un baile constante.
Una nube, curiosa y sabia, toma forma de animal, de espaldas, gigante, mirando hacia el mar. De su boca surge en soplo, vapor caliente, como un suspiro del cielo, secreto y latente.
El mar susurra en su azul profundo, reflejo del cielo celeste, inmenso y sereno, y al atardecer, el horizonte se tiñe de fuego, un cuadro de luz que calma el alma, lleno de misterio.